Luigino, aunque inicialmente reacio, cede y toma la mano de Dael, un leve rubor apareciendo en sus mejillas. Los hombres alrededor, exaltados por el licor y la adrenalina, gritan y animan, sus voces resonando en el espacio cerrado. Dael ríe divertido por la algarabía de quienes los rodean. Luigino, con una expresión seria, le da la mano aceptando su derrota, firmemente antes de girarse, su ceño fruncido lleno de molestia.
—¿Quién les autorizó el alcohol? — Grita Luigino con furia, avanzando hacia el costado del ring para arrebatarle un vaso de cerveza a su compañero. Sus ojos arden con indignación mientras su mano se cierra alrededor del vaso hasta romperlo. —: ¡Todavía estamos en el turno! ¡Saben que no pueden beber cuando estamos en servicio! — Vocifera enojado, su voz resonando con tanta fuerza que algunos se detienen y lo miran.
Sin embargo, muchos más ya están enfrascados en la camaradería, bebiendo cerveza y riendo, lo que convierte el ambiente en un caos ruidoso.
Dael ríe, encogiéndose de hombros con una expresión de tristeza en sus cejas fruncidas. "Supongo que así se siente tener compañeros que no quieran deshacerse de ti mientras duermes." Piensa amargamente, llevándose las manos detrás de la espalda y dando un paso hacia atrás.
Un hombre alto, de cabello castaño y nariz prominente, con ojos cafés oscuros, se sube al borde del ring. —: Tú, pelea conmigo. — Ríe siniestramente, su risa tan escalofriante que hace erizar los vellos de la piel. Su mirada se fija únicamente en Dael, quien entrecierra los ojos. —: Yo no me contendré como lo hizo Luigino. Su mayor debilidad es compadecerse de sus rivales.
Dael sonríe de lado. —: ¡Bien, súbete y pruébame! — Dice con un tono más tranquilo, bajo y latente, dando unos pasos hacia el costado con cautela.
Dael cambia su estilo de lucha, adoptando una postura más defensiva. Los golpes de su oponente son brutales, lanzados con una fuerza que busca causar daño real. Cada puñetazo y patada es un intento de herirlo, obligándolo a mantenerse en alerta máxima y responder con movimientos defensivos precisos, levantando los brazos para bloquear los golpes y girando su cuerpo para esquivar los ataques.
La pelea se intensifica, creando un alboroto entre los espectadores. El hombre pelea sucio, lanzando golpes bajos dirigidos a la zona del abdomen y las piernas, buscando desestabilizarlo. Intenta agarrar a Dael por la camiseta y los brazos, tratando de inmovilizarlo y forzarlo a posiciones donde pueda golpearlo con más facilidad. Dael, con su agilidad característica, esquiva la mayoría de estos ataques, moviéndose con rapidez y precisión para evitar ser atrapado.
"No puedo seguir a la defensiva. Es momento de atacar". Piensa Dael mientras esquiva un golpe. Con un movimiento fluido, adopta una posición ofensiva, sus pies firmemente plantados y sus puños listos para lanzar un ataque. Justo cuando está a punto de asestar un golpe decisivo, ve a Aodh por el rabillo del ojo, parado en la puerta principal del gimnasio.
El corazón de Dael da un vuelco y comienza a latir con prisa, poniéndolo nervioso. Sus labios se secan y su respiración se vuelve entrecortada. Jadea, tratando de mantener la concentración, pero la presencia de Aodh lo distrae más de lo que él admitiría en voz alta.
El hombre lanza un puñetazo tan fuerte al rostro de Dael que su cabello se despeina con el impacto, y cae al suelo con un golpe seco. Los compañeros borrachos exclaman en coro, sorprendidos por el giro de los acontecimientos. Luigino, al borde del ring, corre rápidamente para interponerse entre los dos, mientras Dael esboza una sonrisa amarga de lado.
"Me distrajo una cara bonita. Es más que su cara, es todo él", piensa, cerrando lentamente los párpados mientras el sonido de fondo se vuelve más lejano. "¿En estos días que no lo vi le ha crecido la barba? ¡Dios, luce tan apuesto!"
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Sombras de Claddagh
ActionDael Hardy, un agente encubierto con un pasado olvidado, se infiltra en la vida de Aodh Twomey, un magnate divorciado con lazos en la mafia irlandesa, como cuidador del hijo de Aodh. Dael debe navegar por un mar de secretos y lealtades divididas. Pe...