Capítulo 8. Aodh Twomey

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La mansión Twomey se encuentra bulliciosa y ajetreada, cada habitación se agita con una anticipación palpable. Aodh Twomey, el meticuloso patriarca cuya presencia comanda tanto respeto como temor, está a punto de regresar a Galway tras un mes de ausencia, y eso tiene a todos agitados. El ama de llaves, con una voz que apenas oculta su nerviosismo, en la mañana del vigésimo noveno día, le informó a Dael de la inminente llegada.

Stephanie, hoy supera en rigor con los instructores de Liam, desde sus lecciones académicas hasta las extracurriculares. Incluso Dael, cuya apariencia desenfadada por su maraña de rizos indomables y encanto natural contrastan con la rigidez de la mansión, no es inmune a las exigencias del día.

Stephanie, con una lista de tareas más larga que en días previos, le aconseja a Dael dedicar su día libre dentro de la mansión a pulir su imagen. —: No es nada personal, Daniel, pero debes presentarte de manera profesional. No estás en tu casa. — Dice ella, su tono es de un pragmatismo frío. —: Aprovecha las comodidades que ofrece la mansión para verte mejor. No querrás dar una mala imagen ante a Aodh.

Con una lista en mano y una instrucción clara, deja a Dael en un estado de sorpresa, consciente de que la vuelta de Aodh no solo significa la reanudación de una nueva rutina sino también el inicio de una nueva fase en su misión.

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Al día siguiente. La mansión Twomey se sumerge en un estado de efervescencia y expectación. Cada rincón está tan pulido que brilla, y los aromas de cera para muebles y flores frescas se entremezclan en el aire.

El personal se mueve con una precisión coreografiada, sus rostros tensos por el deseo de que todo esté perfecto para la llegada de Aodh. Incluso el aire parece cargado de una electricidad anticipatoria, como si la mansión misma estuviera conteniendo la respiración, esperando con ansias como todos dentro de ella.

Justo al mediodía, Aodh Twomey desciende del coche con la gracia de un hombre acostumbrado a la atención, su figura alta y dominante captura inmediatamente la mirada de todos. Su atuendo, aunque casual, no puede ocultar la elegancia innata que posee, ni la autoridad que emana de su presencia.

Su cabello negro, ligeramente ondulado, le confiere un aire de distinción rebelde, mientras que sus ojos oscuros, profundos y penetrantes, escudriñan el entorno con una mezcla de cautela y cariño. A pesar de su aura de misterio, hay una calidez en su sonrisa que suaviza la firmeza de su mandíbula, una sonrisa que se reserva para aquellos a quienes ama.

Al ver a su hijo, Liam, la postura de Aodh se suaviza notablemente. Se agacha para recibirlo en sus brazos, y en ese abrazo, el mundo exterior se desvanece; solo importa el vínculo entre padre e hijo. Darragh, Conor, Declan, Aoife, Elkin y Corban se acercan, cada uno recibiendo un gesto de reconocimiento que habla de una relación paternal extendida más allá de su propio hijo.

Desde el segundo piso, Dael observa la escena, la calidez del reencuentro familiar contrastando con la frialdad de su misión. No puede escuchar las palabras de Aodh, pero no necesita oírlas; la escena habla por sí sola, revelando un hombre que, a pesar de su posición y poder, valora la familia por encima de todo. Es un momento conmovedor.

El eco de pasos firmes interrumpe la contemplación de Dael, y al girarse, se encuentra con Stephanie, cuya expresión es una mezcla de seriedad y eficiencia. Stephanie se acerca a Dael, su porte impecable y su traje sastre delineando una figura de autoridad y elegancia.

— Daniel, el señor Twomey ha decidido dedicar el día a su familia. — Dice Stephanie con voz firme y clara. —: No quiere ser molestado en ninguna circunstancia. Hoy él personalmente se ocupará de Liam, desde las comidas hasta su hora de dormir.

Sombras de CladdaghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora