1. El Bosque Eterno

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Sasuke Uchiha avanzaba en silencio, su figura envuelta en la soledad que lo había acompañado desde hacía tanto tiempo que casi parecía una segunda piel. Desde que había dejado atrás a Orochimaru, su camino había sido errante, sin rumbo fijo, sin un objetivo claro. La victoria sobre su antiguo maestro, aunque significativa, no había traído la paz que había esperado. En lugar de eso, un vacío inexplicable se había instalado en su pecho, como un pozo sin fondo que absorbía cualquier emoción o pensamiento que intentara aflorar.

El paisaje por el que caminaba era inhóspito, pero familiar. Las tierras áridas y montañosas de la región no ofrecían más que polvo y rocas, un contraste crudo con las aldeas y bosques que había conocido en su juventud. Sin embargo, conforme se adentraba más en su camino, algo cambió. Sin darse cuenta, sus pasos lo llevaron a un lugar donde el terreno comenzó a suavizarse, donde la tierra seca daba paso a un suelo cubierto de musgo suave, y los árboles, que antes eran escasos y raquíticos, se alzaban ahora en una espesura frondosa que bloqueaba gran parte del cielo.

Sasuke, absorto en sus pensamientos, apenas notó la transición al principio. Su mirada se mantenía baja, observando el camino, pero sin realmente verlo. Fue solo cuando la luz comenzó a cambiar que levantó la vista, notando por primera vez el lugar en el que se encontraba. El bosque en el que había entrado era diferente a cualquier otro que hubiera visto antes. La luz del sol, que apenas había logrado penetrar las copas de los árboles, ahora parecía intensificarse, iluminando su entorno con un resplandor que resultaba casi sobrenatural.

Los troncos de los árboles, gruesos y cubiertos de musgo, brillaban con un verdor vibrante, y las hojas, grandes y anchas, reflejaban la luz en un juego de sombras y destellos. Las flores silvestres, que crecían en los márgenes del sendero, parecían irradiar una suave luz propia, como si fueran faros diminutos en la penumbra del bosque. Este brillo, lejos de ser acogedor, despertó en Sasuke una incomodidad creciente, una sensación de que algo en este lugar no era natural.

El bosque parecía pulsar con vida, una vida que no había percibido en otros lugares. Pero lo que más le perturbaba era la sensación de que no estaba solo. Había algo, o quizás alguien, que lo observaba desde las sombras, aunque por más que aguzara sus sentidos, no podía percibir ninguna presencia concreta. Sasuke frunció el ceño, inquieto. Su agudeza como ninja, afinada tras años de entrenamiento y batalla, le decía que había algo fuera de lugar, pero por alguna razón, no podía detectar la fuente de esa perturbación.

Continuó caminando, sus pasos cautelosos, pero firmes. El brillo que impregnaba el bosque parecía intensificarse a medida que avanzaba, como si lo envolviera, obligándolo a prestar atención a cada detalle. Sasuke no podía evitar sentirse observado, pero cada vez que intentaba concentrarse para identificar lo que lo acechaba, no encontraba nada. Era como si el mismo bosque estuviera jugando con sus sentidos, desafiándolo a descubrir sus secretos.

A su alrededor, los habitantes del bosque se movían silenciosamente, fundiéndose con el entorno de una manera tan natural que ni siquiera Sasuke, con toda su experiencia, podía percibirlos. Eran seres que habían vivido en perfecta armonía con la naturaleza desde tiempos inmemoriales, sus movimientos tan sutiles como el susurro del viento entre las hojas. Lo observaban con una mezcla de curiosidad y cautela, desconcertados por la presencia de un extraño en su dominio. Para ellos, que podían sentir el latido de la tierra bajo sus pies, Sasuke era una anomalía, algo que no pertenecía a su mundo.

Mientras avanzaba, Sasuke comenzó a notar pequeños cambios en el ambiente. El aire, que al principio había sido fresco y limpio, ahora se volvía más denso, cargado con un aroma dulce y embriagador que parecía emanar de las flores cercanas. El sonido del bosque, que normalmente estaría lleno del canto de los pájaros y el zumbido de los insectos, estaba extrañamente amortiguado, como si un velo invisible cubriera todo, silenciando incluso los susurros más leves.

De repente, el suelo bajo sus pies pareció cambiar de textura. El musgo suave dio paso a una alfombra de hojas caídas que crujían levemente con cada paso. Al mirar a su alrededor, Sasuke notó que los árboles eran ahora más altos y antiguos, sus ramas retorcidas extendiéndose como brazos al cielo, cubiertos de líquenes y hongos bioluminiscentes que brillaban con una luz tenue. Algo en este lugar despertaba una alerta en su interior, una voz que le decía que debía estar en guardia.

Pero no se detuvo. Había algo en este bosque que lo atraía, algo que lo obligaba a seguir adelante, aunque no pudiera explicar qué era. A medida que avanzaba, la luminosidad aumentaba, hasta el punto en que el resplandor comenzaba a irritar sus ojos. La vegetación a su alrededor parecía más viva, más consciente, como si cada planta, cada hoja, estuviera observándolo con una atención casi palpable.

Sin previo aviso, una ligera brisa comenzó a soplar, agitando las hojas a su alrededor. Pero en lugar de traer alivio, la brisa parecía llevar consigo un susurro apenas audible, un murmullo que hacía eco en el fondo de su mente, incomprensible pero insistente. Sasuke se detuvo en seco, agudizando sus sentidos una vez más. Algo estaba muy mal, y aunque no podía identificarlo con claridad, sabía que este lugar no era como cualquier otro bosque por el que hubiera pasado.

Fue entonces cuando lo sintió. Una presencia, apenas perceptible, como una sombra en el borde de su visión periférica. Instintivamente, llevó la mano a la empuñadura de su espada, sus ojos buscando cualquier indicio de movimiento entre los árboles. Pero no vio nada. El bosque seguía aparentemente en calma, con su resplandor molesto y su silencio perturbador.

Sasuke permaneció inmóvil durante unos instantes, su cuerpo tenso, preparado para cualquier eventualidad. Pero cuando nada sucedió, decidió continuar, aunque con una creciente sensación de incomodidad. A medida que avanzaba, no podía sacudirse la impresión de que algo lo estaba acechando, algo que el bosque mismo estaba tratando de ocultar.

Los habitantes del bosque, invisibles a sus ojos, lo seguían en silencio, manteniéndose a una distancia prudente. Observaban cada uno de sus movimientos, estudiando al intruso con una mezcla de fascinación y precaución. Era raro que alguien de fuera cruzara las fronteras del bosque, y más raro aún que lo hiciera sin ser detectado hasta este punto. Pero este extraño, con su aura oscura y su expresión distante, era diferente a cualquier otro que hubieran visto.

El bosque, en su sabiduría silenciosa, había permitido que Sasuke entrara, pero la razón de esto era un misterio incluso para los que lo habitaban. Todo lo que sabían era que debían vigilarlo, asegurarse de que no representara una amenaza para el equilibrio que habían mantenido durante generaciones.

Mientras Sasuke seguía adentrándose en el corazón del bosque, la luz alrededor de él continuaba intensificándose, hasta el punto en que casi parecía brillar desde dentro de los propios árboles. Pero lo que no sabía, lo que no podía percibir, era que su presencia ya había alterado algo en este lugar, algo que estaba mucho más allá de su comprensión.

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