II

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Sábado, 8 de diciembre, 2018.

El invierno se sentía más frío en esa época, aunque eso opinaba todos los años. De igual forma, poco toleraba ese clima, era como si se calara hasta el final de mis huesos. 

Épocas escolares terminaron, eso daba paso a mi preciosa tortura: estar en casa más tiempo del necesario. Cuando lo primero al despertar era el sonido de una cafetera pitando a las once de la mañana y una ola de gritos estridentes cubría cualquier silencio que pudo existir, ruidos de infantes correteando, creando un jaleo en todo lugar y entonces recordaba el por qué es posible amargarse incluso si se llevaba ocho minutos despierto, deseando no estarlo. 

No recuerdo cuando tuve un buen día alguna vez, viviendo con mi familia. Quizá tener problemas familiares hoy en día era de lo más común pero no lo volvía menos tortuoso, de igual forma. Mi madre era una mujer especial, que solo conocía cuatro estados de ánimo: enfadada, enojada, con humor de perros e intocable. Quejando a diestra y siniestra de haber tenido (según ella) hijos tan inservibles (como si alguien le hubiera dicho que se llenara de mocosos). 

Como sea. 

Como hermano mayor, solo debo asentir con la cabeza y hacer en silencio para ahorrarme la reprimenda tan de mañana. Ya estaba familiarizado con ese modus del día a día, aunque otros días era más cansado que el resto. Algunos solo podía ignorarlo, pero en ocasiones sentía un leve desliz a la locura. 

Cuando sea mayor de edad, podré deshacerme de esto. Eso solía repetirme al final de cada fecha tachada en el calendario, mirándome al espejo. 

Pero no es el punto aquí. 

—Sun... —Sullyoon, una de mis hermanas menores por tres años, apareció en mi puerta cuando apenas y procesaba quién era al estar parándome de la cama. Hablaba en voz baja, inquieta—. Mamá está llamándote...

—¡¿Y esa plasta de mierda hasta que hora planea estar dormido?! ¡Que se mueva, hay cosas que hacer aquí! —Resonó por toda la casa, claramente con intención de que yo lo escuchara. 

Maldita sea. 

Inspiré hondo, Sully me regaló una mirada de aparente consuelo y yo le devolví una de cansancio. Misma rutina, ya debería estar más que acostumbrado pero igual me agobiaba fácilmente. 

—¡Sunoo! ¿No me oyes acaso? —Apareció de pronto la mujer en cuestión, que se hacía llamar mi madre. Muy distinta a mí, con rasgos más marcados y toscos para ser mujer, piel trigueña y ojos grandes, redondos—. ¡Estoy hablando contigo! —Encendió la luz. 

—Ya voy. —Respondí gruñendo sin siquiera verla a la cara. Claro, cuan amo, era una total ofensa mirarle a los ojos siquiera. 

Solamente sentándome lo primero que hice fue revisar mi teléfono, tres chats sin leer: Wooyoung, Jake y Jay. Los abrí por orden de llegada. 

Jay
¿Tienes algo que hacer mas tarde? Iré a tu casa. Te extraño. 

Jake
Hey, hey, hey. 
Heeeeey. 
¿Estás despierto? 
Felix hará brownies, ven, ven, ven. ¿sí? 

Claro, antes mencioné que era una persona cerrada de pocos amigos. Jake y Felix eran mis vecinos, o como solía joderles siempre: par de locos que se me ocurrió responder el "hola" un día y luego no me pude deshacer de ellos. Ruta de escape sencilla y eficaz cuando quería librarme de mi madre por ratos, también. 

Wonyoung
Buenos días, Sun. 
Hey, quería preguntarte algo...
Sé que no te gusta salir mucho, pero hoy es el cumpleaños de Sunghoon. Harán una pequeña reunión y así.
A él tampoco le gusta mucho estar con demasiada gente. ¿Ves? Como tú. 
Le pregunté y dijo que sí quería que vinieras. 
Puedes traer a alguien si quieres.

Drunk Dazed « Sunsun »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora