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Al terminar de arreglar todo, Sergio de ofreció a llevarlo a casa y Max accedió, pero este hizo una parada imprevista antes de llegar.

El rubio lo miró expectante, confuso pero muy interesado en porque se habían estacionado afuera de una tienda de artículos para decoración.

Ambos entraron y el lugar estaba casi en silencio. Dieron unos cuantos pasos y se detuvieron frente a unos estantes que tenían diversas figuras de animales hechas en cristal.

—Me gustaría comenzar a decorar la casa donde vivo —Comenzó el profesor —¿Podrías ayudarme? —El joven asintió —Me gustan mucho los cisnes de cristal, siempre compro uno en cada ciudad que visito. No había podido comprar uno aquí pero, ahora que estás conmigo, me gustaría que lo eligieras por mí.

Max se emocionó mucho ante la idea de ser tomado en cuenta.

Comenzó a observar cada uno de los cisnes de cristal hasta encontrar alguno que le pareciera perfecto.

Sergio lo miraba con atención, cautivado por el actuar del joven. Le causaba tanto placer.

¿Alguna vez podría renunciar a esa sensación? No lo creía posible.

—Este —Dijo el rubio señalando uno.

Era un poco más pequeño a comparación de los otros cisnes de su colección, pero a ese punto ya no le importaba.

El pelinegro lo tomo y fueron a la caja a pagar.

Después de eso subieron de nuevo al auto, esta vez en un silencio cómodo y condujeron hasta la casa del joven.

Una vez que el profesor se estacionó a una cuadra antes de llegar, se giró hacia él y le recordó que no debía contar nada a nadie, finalmente añadiendo:

"SÉ QUE NO QUIERES PROBLEMAS"

El rubio caminó hasta su casa y abrió la puerta, no había dado ni dos pasos cuando sintió un fuerte golpe en su espalda.

—¿Acaso todo te lo tomas como un juego? —Dijo su madre haciéndolo voltearla a ver, le había arrojado un cucharón de madera —¿Donde estabas? Te perdiste toda la tarde, ¿Vas a la escuela a estudiar o perder el tiempo? Tu padre trabaja todo el día y tú andas de vago.

Pronto tomó otro utensilio de cocina y se lo arrojó.

—El profesor me pidió que me quedara —Soltó algo temeroso por el actuar de la mujer.

—¿Por qué? ¿Acaso te castigo? —Siguió cuestionando hasta que recordó lo sucedido el día anterior —Ah, es por eso ¿No? Faltaste a clases y te ha castigado. Eres un tonto.

—Si, me castigo por eso —Respondió sin darle más vueltas al asunto.

Quería terminar con ese tema.

—¿Y lo dices con tanta tranquilidad? —Continuó la mujer —No quiero que vuelvas a reprobar, ¿Entiendes? Piensa en tu hermano —Se tocó el vientre —No voy a permitir que crezca con un vagabundo como ejemplo. Aprende a comportarte.

Max no respondió, sabía que de hacerlo solo haría más grande el problema.

Se apuro en dejar sus cosas en su habitación, para después poner la mesa antes de que llegara su padre.

Cuando Jos llegó todo se tenso un poco, pero no tanto como antes.

Gracias al ascenso y al embarazo de Sophie, su padre había mostrado más serenidad.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐄𝐂𝐑𝐄𝐓 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐘 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐖𝐀𝐍~ᶜʰᵉˢᵗᵃᵖᵖᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora