La jornada anterior había sido un poco menos complicada que la de hoy, era como si el grupo presintiera que algo inquietante se hubiese mezclado con el ambiente.No era cosa que se pudiese tomar a la ligera, pues Tormund Matagigantes apenas iba con menos de un centenar de hombres y sabía el alto riesgo que corrían una vez que llegasen a Casa Austera. Ni él ni sus hombres tenían buenas perspectivas de lo que se iban a encontrar allá, ya que las noticias que llegaron de Guardiaoriente del Mar, no resultaron alentadoras para ellos, ni para los cuervos, ni para nadie. Por lo que tal riesgo era algo muy temerario,más si el propósito era ver a quienes podían salvar. «Si es que aún queda alguien, vivo.» Se decía Tormund, quien sabía muy bien cuales eran las posibilidades de encontrarse no solo con los espectros, sino también con los Otros. Antes de realizar su viaje, su comitiva hizo una breve parada en Árbol Blanco, un pueblo que había sido abandonado poco antes de que Mance Rayder convocara a los miembros del pueblo libre en el Puño de los Primeros Hombres. No encontraron mucho allí, solo vestigios de que alguna vez ese lugar estaba habitado.
Traspasar una noche reemprendieron su expedición hacia al noreste rumbo a punta Storrold, una península flanqueada por el Mar de los Escalofríos al norte, y la bahía de las Focas al sur, teniendo en su extremo norte a Casa Austera. Fue una ruta diferente a la que se solía tomar habitualmente, que era desde Guardioriente bordeando la costa. La razón por la que Tormund y sus hombres decidieran seguir ese camino tan poco habitual, obedecía a que los Otros y sus espectros estarían más concentrados en la zona costera entre Casa Austera y Guardiaoriente. De todas formas, no dejaba de ser peligroso atravesar ese lugar. Tener consigo a Toregg quizás le hubiera dado más confianza, o contar con más hombres, pero era una misión que Tormund se había propuesto a cumplir hasta donde pudiese, y en el fondo le había parecido más conveniente permitir que el mayor de sus hijos acompañara a Jon Snow al sur. «Si ya sabe lidiar con espectros, los arrodillados serán una diversión para él.» Se decía Tormund, quien a lo largo del recorrido no dejaba de pensar en la posibilidad de que se asomaran los ojos azules, incluso cuando viajaban de día.
Finalmente pudieron divisar a lo lejos parte de lo que era una gran empalizada que servía de muro de contención. A diferencia de las ciudades del sur, Casa Austera no disponía de murallas de piedra, por lo tanto, la empalizada tenía esa función.El panorama se mostraba inquietantemente tranquilo, no se alcanzaba a distinguir rastros de animales o personas. «Esa condenada Madre Topo podría contarme algo, pero ¿Estará esa vieja aquí?» Pensaba Tormund, recordando la vez en que tuvo que ponerse en fuga con sus hombres ante el ataque de Stannis Baratheon. Los salvajes que huían no se ponían de acuerdo a quién seguir, unos se iban con el Llorón, y otros con la Madre Topo, quien los convenció de que con ella iban a estar a salvo. Al final Tormund no secundó a ninguno de los dos,y tomó su propio camino. No sabía si agradecer por no haber tomado esa decisión. Y en todo caso, ahora estaba allí, tratando de ver si había algo rescatable ante las desalentadoras noticias que habían llegado de Casa Austera.
Desdela dirección sur, un acantilado dominaba la vista del lugar con sus innumerables casas de madera y una principal edificación que servía como centro de reuniones, en los que coincidían los distintos grupos del pueblo libre, desde los thenitas hasta los habitantes de la costa helada para debatir todo tipo de cosas. Además de las edificaciones, había un puerto amplio con varios muelles desde los cuales podían atracar embarcaciones de diversos tamaños. Era uno de los pocos lugares donde el pueblo libre llegaba a tener contacto con el resto del mundo, aparte de los roces que solía haber con la Guardia de la Noche y los norteños en el Muro. Sin embargo, los muelles se hallaban solitarios, sin embarcación alguna que desembarcase o llevara mercancía. Desde épocas inmemoriales el pueblo libre había llegado a comerciar pieles, otras partes de animales y minerales que vendían a los barcos que venían del otro lado del Mar Angosto, y también con navíos westerosis. A cambio recibían diversos tipos de mercancías, desde armas metálicas, hasta especias exóticas de aquellas ciudades. «Pero ahora esos malditos especieros se pasaron.» Se decía Tormund recordando el incumplimiento de los navíos lysenos, que en lugar de rescatar ala población los capturó para venderlos como esclavos.
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La Princesa del Invierno: II El Saneamiento de Winterfell
FanfictionJon ha decidido ir al sur, acompañado de varios aliados, con el propósito de salvar a Arya y recuperar el lugar ancestral de su familia, o morir en el intento. Todo eso en medio de le creciente incertidumbre de lo que se suscita más allá del Bosque...