6. Toregg

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La nevada se había intensificado en las últimas horas, Toregg sabía que como jinete solitario corría riesgo de que aquella comitiva decidiera actuar contra él. Lo primordial era avisar a Jon y los demás que ese grupo no era muy numeroso, cuyos exploradores divisaran días atrás Howd el Trotamundos y Soren Escudo de Roble. «Son como nosotros, pero van en dirección contraria.» Pensaba Toregg mientras cabalgaba procurando no llamar mucho la atención, pero sabía que ese grupo ya lo había advertido, no solo a él sino a los otros, cuando los vio partir de inmediato. Numéricamente la ventaja era para su grupo, aun así, Jon Snow no estaba dispuesto a correr el riesgo de mermarse en una disputa, contra adversarios que podrían no ser del bando enemigo. Sin embargo, para Toregg eso no parecía estar definido, toda su vida había crecido con la idea de que los cuervos eran sus enemigos y poco importaban las luchas de los arrodillados. Ahora, a pesar de eso estaba involucrado en acciones que tenían que ver con los conflictos sureños. No podía ser de otra forma, lord Snow los dejó pasar, y eso conllevaba defender ese compromiso.

Finalmente llegó al campamento donde estaban Jon, Val, los cuervos y los otros miembros del pueblo libre. Toregg vio las miradas expectantes de todos allí, como si eso significara una pregunta ineludible y expuso las cosas.

—Son nueve, visten armadura excepto uno de ellos. —Decía Toregg justo después de desmontar—. En efecto, viajan como nosotros, pero hacia el Muro.

—¿Pudiste distinguir de qué bando son? —preguntó Jon.

—No, solo noté que entre ellos iba una mujer, tal vez una de esas damas del sur. Pues la resguardaba bien uno de los viajeros de esa comitiva.

Toregg notó que el semblante de Jon adquirió una forma de inquietud como pocas veces lo hubiera notado. De inmediato Val quiso entender lo que le pasaba.

—Esta vez sí podría ser tu hermana. —Dijo ella colocando su mano en el hombro de Snow.

—No me haré ilusiones, ya pasó con Alys Karstark, y nada raro que ocurra de nuevo.

«Y yo ya no puedo ilusionarme más con ella.» Pensaba Toregg tratando de disimular la incomodidad de ver como Val le dedicaba ánimos a lord Snow.

—Debemos encontrar la manera de contactarlos sin llegar a la confrontación. —Dijo Diallon—. Ya que viajan como nosotros.

—¿Tienes allí tu cuerno, Toregg? —le preguntó Jon al salvaje.

—Así es, Snow. —Respondió este.

—Los dos nos colocaremos a cierta distancia, cuando los veamos venir tocaras el cuerno y nos acercaremos, para parlamentar con ellos.

—Correrás riesgo, Jon, mejor envía a otro en tu lugar. —Dijo Val con deje de inquietud.

—Estoy seguro de que cuando comprendan nuestras intenciones no habrá nada de qué preocuparse.

Se vino otro día, seguía nevando, Jon y Toregg se adelantaron dejando a las otras once personas que los acompañaban hasta ubicarse a unas cincuenta varas.Durante un buen tiempo permanecieron de ese modo, presumiendo que el otro grupo ya se aproximaba. Jon le indicó a Toregg que tocara su cuerno, y este lo tomó y emitió un sonoro bramido que se hubiera podido oír a varias leguas a la redonda. Tras ello, un silencio extraño envolvió al lugar, que acompañado de la nevada parecían dar el preámbulo para un viaje sin retorno. La impaciencia empezaba darse en los dos hombres y suponían que también se daba en los acompañantes. Aun así, se mantuvieron expectantes, «Lo que piensen hacer, mejor que sea rápido.» Pesaba Toregg ante la idea de tener que terminar en un lecho de hielo en tierras sureñas. Luego vieron que la comitiva comenzaba a acercarse, al estar lo suficientemente próximos, Jon levantó sus brazos y los agitó como señal de indicarles su ubicación. Luego sacó un pedazo de tela blanca y lo agitó como indicativo de que quería solo parlamentar con ellos. A lo lejos pudieron ver que uno de ellos levantó uno de sus brazos y lo agitó, danto a entender que había captado el mensaje, y otro de ellos también mostró una tela blanquecina.

La Princesa del Invierno: II El Saneamiento de WinterfellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora