¿No está tan mal? [10]

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En medio de su ataque de pánico, con las manos temblorosas y la visión borrosa por las lágrimas, Locochon buscó desesperadamente en su teléfono el contacto de alguien que pudiera ayudarlo a calmarse. Sin pensarlo demasiado, su dedo presionó el nombre de Mictia. Aunque no eran particularmente cercanos, sabía que ella era una persona comprensiva y esperaba que pudiera ofrecerle algún consuelo en ese momento tan difícil.

El tono de llamada sonó una, dos, tres veces antes de que una voz suave y preocupada contestara al otro lado.

—¿Locochon?— preguntó Mictia con sorpresa evidente en su voz. —¿Está todo bien?—

La voz amable de Mictia atravesó la niebla de ansiedad que envolvía a Locochon, brindándole un pequeño ancla a la realidad. Intentó responder, pero las palabras se atoraron en su garganta, saliendo apenas como un sollozo ahogado.

Mictia, captando de inmediato la gravedad de la situación, adoptó un tono aún más suave y tranquilizador. —Respira profundo, Locochon. Estoy aquí contigo. Inhala lentamente y exhala. Tómate tu tiempo.—

Siguiendo sus instrucciones, Locochon intentó controlar su respiración, inhalando y exhalando con lentitud. Poco a poco, el ritmo frenético de su corazón comenzó a estabilizarse, y las lágrimas cesaron lo suficiente como para permitirle hablar.

—Lo siento... no sabía a quién más llamar— murmuró con voz quebrada. —Todo se está desmoronando, Mictia. No puedo con esto solo.—

Mictia respondió con determinación. —No tienes que hacerlo solo. Escucha, estoy con Duxo ahora mismo. Él también está muy afectado por todo esto. ¿Quieres que vayamos a verte? Podemos estar allí en unos minutos.—

La idea de no estar solo en ese momento era enormemente reconfortante para Locochon. Dudó por un instante, preocupado por imponer sus problemas a los demás, pero la necesidad de apoyo superó cualquier reticencia.

—Sí... por favor. Realmente lo agradecería.—

—De acuerdo, llegaremos pronto. Mientras tanto, sigue respirando profundo y trata de mantenerte calmado. Todo va a estar bien, te lo prometo.—

Después de colgar, Locochon se recostó contra la pared, sintiendo una pequeña chispa de esperanza encenderse dentro de él. Saber que Mictia y Duxo estaban dispuestos a estar a su lado le daba fuerzas para enfrentar el caos que se había desatado a su alrededor.

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Unos veinte minutos más tarde, se escuchó un suave golpe en la puerta. Locochon se levantó con esfuerzo y abrió, encontrándose con Mictia y Duxo parados en el umbral. Duxo tenía una mirada cansada pero llena de preocupación, mientras que Mictia sostenía una bolsa que parecía contener algunas cosas para ayudar a calmar el ambiente.

Sin decir palabra, Duxo avanzó y envolvió a Locochon en un abrazo fuerte y reconfortante. El contacto físico rompió las últimas barreras de contención de Locochon, quien comenzó a llorar nuevamente, esta vez sintiendo el apoyo y la comprensión de sus amigos.

—Estamos aquí contigo— susurró Duxo, manteniendo el abrazo. —Saldremos de esto juntos, lo prometo.—

Mictia entró y cerró la puerta tras de sí, dirigiéndose a la pequeña cocina del departamento. Comenzó a preparar una infusión de hierbas calmantes, llenando el espacio con un aroma relajante que ayudó a aliviar la tensión acumulada.

Después de unos minutos, los tres se sentaron en la sala, cada uno con una taza caliente entre las manos. El silencio era cómodo, lleno de comprensión y solidaridad. Finalmente, Mictia rompió el silencio.

Love me? | DuxochonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora