Capitulo Tres.

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Subiendo la mirada, Beck observó la imponente construcción que se paraba frente a él, intentando empujar las sensaciones negativas que la perspectiva de poner un pie allí le producían. Los recuerdos de la forma en que se había despedido de ellos y cruzado esa puerta tantos años antes aun reverberaban en su memoria, los gritos histéricos de su madre y las palabras gruñidas de su padre diciendo sobre el terrible error que estaba cometiendo, habían sido su despedida.

Habían pasado años ahora desde aquella ocasión, demasiadas cosas, tanto buenas como malas, habían sucedido en su vida en ese lapso de tiempo. No era la misma persona que había salido de esa casa, cargando solamente una mochila sobre su hombro y una injustificada sensación de tener la razón a la cual se había aferrado. Había querido creer que las personas en el interior también habían sufrido una metamorfosis, que sus padres finalmente verían que, aunque equivocadas, él podía tomar sus propias decisiones y cargar con las consecuencias de las mismas.

Lamentablemente, eso no sucedería jamás, conocía lo suficiente a sus progenitores como para saberlo bien. Había heredado lo terco y cabeza dura de ambos, y esa era la única razón por la que no había vuelto a poner un pie dentro de aquel lugar en tantos años.

Se había equivocado, sí. Ellos habían señalado el error que casarse con Luke representaba, pero él no había querido escucharlos, había estado tan seguro de estar enamorado del rubio en esa época, que había ignorado todo lo que ellos habían dicho y se había casado. Él se había equivocado, podía aceptarlo, pero jamás diría que había sido un error. Las cosas con Luke podrían no haber funcionado, pero esa fallida relación le había obsequiado al ser más importante de su vida entera: había obtenido a Dylan, su adorado hijo, él nunca sería un error para Beck.

Pero su divorcio solo había agregado una marca en las fallas que sus padres veían en él. No importaba que ellos adoraran a Dylan tanto como él lo hacía, no había sido suficiente. Para ellos, Beck era un idiota que no podía tomar una buena decisión por sí mismo, creían que era su obligación velar por él. Nunca había sido del tipo de personas que culpaban a otros por sus errores, pero siempre había pensado que había sido esa presión que ellos habían puesto en él, que lo habían hecho ceder ante Bianca y casarse con la mujer. Él sabía exactamente como era ella, pudo ver en sus ojos que había algo malo en su interior, pero había querido tanto escapar, demostrar algo... y había estado totalmente equivocado, otra vez.

¿Acaso jamás tomaría una buena decisión? ¿Nunca sería capaz de corregir la imagen errónea que sus padres tenían de él?

Con poco más de cuarenta años, comenzaba a pensar que quizás, él simplemente era así. Puede que él no fuese el tipo de personas con suerte en su camino, había sido condenado a tomar decisiones desastrosas toda su vida y no podía cambiar eso. No encontraría a la persona perfecta para él, debería aceptarlo y seguir a través de ello.

Su pensamiento se fue hacia Dorian, pero rápidamente sacudió la cabeza, esa era otra pésima idea, lo sabía.

—¿Papá?

La voz de Dylan lo tuvo sacudiéndose, girando para ver a su hijo inclinado en los asientos traseros, intentando desenredar a Shiloh de la sillita—. ¿Qué sucede, cariño?

—¿Me ayudas aquí? —pidió—. No puedo quitarle el seguro al cinturón, esta maldita cosa parece odiarme.

Sonriendo, Beck abrió la puerta trasera de su lado y tomó el seguro—. Toma la mochila, yo llevaré a Shiloh —dijo, las pequeñas manitos de su nieto cayeron sobre las suyas al tiempo que el clic del seguro al soltarse llegaba a sus oídos. Shiloh lo estaba mirando con una gran sonrisa en sus labios, y Beck estaba embobado, su nieto era precioso—. ¿Vienes conmigo, bebé?

DorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora