Como ya se hizo costumbre, volví después de mucho tiempo. Les dejo este caítulo. No se olviden de dejar su estrellita.
NARRA LAUREN
Por algunos años el tan solo pensar volver a besar sus labios fue una utopía, un deseo casi inalcanzable y una meta a la que me era imposible de llegar. Pero entonces, un buen día todo había dejado de ser meramente imaginario y podía tenerla frente a mi reconociendo mi reflejo de nuevo en su mirada. Besarla después de tanto se había vuelto una realidad idílica que nunca planeé o busqué.
La noche en que platicamos sobre las cosas que habían quedado irresueltas nos besamos como si nuestras vidas dependieran de ello y quise hacerla mía porque la deseaba como se desea beber agua cuando se está muriendo de sed. Las yemas de mis dedos hormigueaban, mi boca salivaba y me palpitaba el corazón, me palpitaba el deseo. Sé que ella lo deseaba también, pero su cuerpo no pudo mentir y cuando comenzó a temblar entendí que no era de pasión, si no, de un temor indescriptible del que ella no había podido salir. Podía ver en sus ojos manchas oscuras llenas de vergüenza y de dolor.
¿Qué podía hacer para sanar al corazón que muchos nos encargamos de romper?
Para empezar, tenía que dejar el pasado atrás, quiero decir, entender de una vez por todas que Camila no era más la chica de 17 años a la que dejé parada en la entrada de la escuela. Tenía que entender que había sido cruelmente herida.
¿Cuánto remordimiento se puede cargar a cuestas?
Cuando comenzó a llorar la abracé, le hice saber que estaba ahí, que no me iría a ningún lado y que esperaría por ella todo lo que fuera necesario. Después de eso todo fue brillante, pero pasadas algunas semanas en ocasiones el brillo se opacó, como cuando las nubes tapan al sol en una tarde de primavera o como cuando se va la luz en una tormenta.
Ella era como una tormenta.
Pude entender que era una mujer voluble, alguien que, aunque sabía lo que quería, no podía tomar decisiones por sí misma. Una mujer que dudaba de todo y de todos y a pesar de ser dura y en ocasiones fría, por dentro era solo una niña asustada que deseaba con todas sus ganas el afecto que sus padres no supieron darle.
Aún recuerdo que ella y Sofía se quedaban esperando a que su padre les diera las buenas noches antes de dormir o como esperaban que su madre les diera un abrazo y les dijera que las amaba. Creo que la misma Sinu era incapaz de armarse de valor y cuidar el corazón de sus hijas, aunque a mí me dijera siempre cuan Camila era importante para ella, como dicen "del dicho al hecho hay mucho trecho".
Creo fehacientemente que su personalidad no se forjó del todo por haber tenido padres ausentes. Porque mi Camila en el pasado para nada era ausente; era cálida, divertida, amorosa, cariñosa y una de las mejores personas que jamás tendré la suerte de volver a encontrar. Pero si creo que contribuyó a la necesidad de agradarle a todos, el claro ejemplo fue mantener una amistad con Alexa, sin importar lo que aquella chica era capaz o no de hacer. Quizás creyó que sus acciones no tenían relación con ella y mientras no sucediera algo que la afectara directamente, lo que la chica hiciera o no, no era de su incumbencia. Para su mala fortuna Alexa coludida con el infeliz de Bradley le ocasiono el peor de los daños. Para su mala fortuna Alexa nunca fue realmente su amiga y los estragos que dejó en su vida siguieron afectándola hasta mucho tiempo después. Hasta los días en que los besos y caricias no podían llegar más allá de eso, hasta la manía inevitable de revisar cada cosa que se tomaba, no importaba quien se lo diera.
Por otro lado, el haberme alejado sin escuchar lo que ella tuviera que decir creo sin temor a equivocarme que la dañó de la misma forma. Porque sabía que, aunque ella me dijera una y otra vez que todo estaba en el pasado, realmente no era así. Ella se asustaba cada que me llamaban de Nueva York, ella se asustaba cada que hablaba sobre ir al despacho a ultimar detalles de la transferencia a Miami. No puedo culparla, perdonar es fácil, pero olvidar no lo es.
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TARDES DE PRIMAVERA
Teen FictionEstaban paradas una frente a la otra en la salida de la universidad. Ya no podía sacarle la vuelta, aunque lo intentase. Yacían inmutables, pero con el corazón roto. Habían cruzado la línea que no debía ser cruzada.