Capitulo 29: Boda sangrienta.

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Durante los siguientes días, Haraerys y el grupo habían sido aislados de todo contacto con el mundo. Siendo sólo servidos por una mujer y nada más. Afuera de los aposentos siempre estaban dos guardias custodiando las puertas. Pero fuera de ahí, no hablaron ni convivieron con nadie.

Ni siquiera Aemond se había acercado a la habitación.

Haraerys pensaba seriamente que esto se debía más a Alicent que al propio Aemond. Entendía la estrategia que ella estaba llevando. Creyendo que con mantenerlos separados, su hijo cambiaría de opinión acerca de este apresurado matrimonio.

A lo que el gryffindor solo podía reírse.

No podía ser que Alicent no conociera ni un poco a su propio hijo.

Mientras que Haraerys sabía perfectamente el tipo de hombre que Aemond siempre había sido. Incluso siendo un niño y teniendo la inocencia que poseía en aquel entonces, se había dado cuenta a corta edad de la forma en que Aemond siempre estaba a su lado.

La manera en la que él miraba a sus hermanos cuando le quitaban la atención de Haraerys no era ni de lejos normal. Parecía que en cualquier momento sacaría un cuchillo y los mataría.

Aemond siempre había sido posesivo y egoísta con el cariño de Harry hacia otra persona. Mostrando necesitar de la constante atención del menor una y otra vez.

Pero en aquel entonces para Haraerys había sido algo "lindo". Porque confundía aquellas actitudes con un amor sincero de parte de su tío. Y con tan poca malicia en su corazón, había gozado de tener a Aemond revoloteando a su alrededor durante una parte de su infancia.

Tampoco podía afirmar que tal obsesión no le hubiese parecido encantadora en la actualidad si no fuera por el terrible asesinato de su esposo.

Algo que Haraerys amaba de Lucerys era la absoluta devoción que su hermano mostraba por él.

Siempre detrás suyo, sirviéndole una y otra vez, cumpliendo hasta el más mínimo de sus deseos. Lucerys había sido un caballero con tan poca edad. Y demostró ser un digno esposo.

Si se detenía a pensar seriamente en ello, Haraerys entendía que lo que más le gustaba de las personas, era ser adorado por ellas. Ver a la gente arrodillarse frente a él le llenaba de un enorme poder y vergonzosamente lo aceptaba.

Pero suponía que parte de esto se debía en gran medida a ser criado principalmente por Daemon. Quién le había metido en la cabeza durante años la idea de que ser un príncipe significaba que estaba por encima de todos.

Así mismo Haraerys entendía que ganarse al pueblo no había sido solo en parte por amar a la gente y cuidarlos, fue un movimiento estratégico para asegurar la lealtad de las personas. Y su absoluta devoción a él, no a la corona.

Vivir en este mundo tan lleno de movimientos, títulos y lealtades cruzadas había hecho de Haraerys una persona gris. Separándolo totalmente de lo que en Hogwarts deseaban que fuera.

Pero en un mundo de serpientes y dragones, tenías que defenderte con dientes hasta el final.

Mientras reflexionaba acerca de ello, Haraerys miraba el horizonte en el balcón, observando a las personas ir y venir. Preparando todo para la boda que sería llevada a cabo al atardecer.

– Mi príncipe.

Haraerys volteó, encontrándose de cara con Amelia, una sirvienta que había cuidado de él cuando era tan pequeño que no podía ni siquiera subirse a su cama. Ella había sido una excelente criada y una amable cuidadora, viendo siempre por su bienestar. Lamentablemente a su partida de King's Landing, ella fue separada de él y obligada a permanecer en el castillo.

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