𝐈𝐈

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Han pasado dos semanas desde aquel día que me fui de casa de Carlos.

Carlos vino alguna que otra vez a pedirme perdón, y yo también me disculpé. Yo sabía que él no lo hizo con mala intención. Por otra parte, Carlos y Marc vinieron a pasar un finde a casa. No me di cuenta de lo gilipollas que es Marc hasta hace unos días. Arrogante, egocéntrico y egoísta, y se supone que Dios no te puede castigar tres veces...

Mi madre lleva dos semanas intentando hacer que entre en razón. Mudarme a casa de Carlos, tiene muchas ventajas, o eso dice ella. La verdad es que tener que coger un coche o bus para tener que ver a mis amigas no es que tenga muchas ventajas, y mucho menos tener que empezar de cero en otro instituto justo en segundo de bachillerato.

- Bianca, ¿te hace falta otra caja?

- Diría que sí.

Sí, está pasando. Hoy es el día en que, por suerte o por desgracia, me mudo a casa de Carlos, la que ahora también sería mi casa.

Digo por suerte, porque sé cómo es Carlos, me va a dar todo tipo de lujo y me dejará hacer lo que quiera solo para que me sienta como en casa. Y digo por desgracia porque eso conlleva convivir las veinticuatro horas con Marc.

El primer día me llevé de locos con él, pero se ve que cuando vino a pasar el finde a casa, todo se torció. Problemas de convivencia, supongo. Parecemos hasta hermanos de verdad, podemos estar un rato juntos y a los dos minutos estar discutiendo por lo más mínimo.

- ¿Las cosas de Ian dónde las dejaremos?

- Carlos, me ha dicho que quiere comprar una especie de vitrina para dejar lo más importante. Lo demás lo podríamos dejar en uno de los armarios libres que hay, así cuando quieras lo podrás tener ahí.

- No es mala idea.

- Lo sé. Carlos, quiere que estés cómoda. Le da igual cuánto se tenga que gastar.

- Tú, mejor que nadie, sabes que el dinero me da absolutamente igual.

- Y él también lo sabe, pero le importas cariño, y si se tiene que gastar un dineral por tu comodidad, lo hará.

- Es demasiado bueno para mí, con lo que le he dicho, no sé cómo se sigue preocupando por mí. - ella levanta los hombros a modo de respuesta.

- Bueno, te ayudo a hacer la otra caja y nos vamos. Carlos estará al caer.

Y eso hacemos: en la caja que hago yo van todos mis zapatos, mientras que en la que hace mi madre, mis bolsos, que no son pocos. A los veinte minutos o menos ya están todas las cajas en la entrada y con ellas Carlos.

Salimos de casa y entramos varias veces para dejar las cajas en los dos coches. Habría veinte cajas mínimo.

- Ya estarían. - dice Carlos. - Nos vamos ya. Bianca, ¿quieres entrar a casa por última vez?

- Sí, gracias. - le digo y entro.

Recorro la casa por última vez en mucho tiempo. Esta casa era verme a Ian y a mí de peques. Mi madre, por suerte, dijo que no quería ponerla ni en alquiler ni en venta, también es importante para ella.

Salgo de la casa y la cierro con llave. Entro al coche de mi madre.

- ¿Estás bien?

- Sí, bueno, normal. Es raro mudarse con más gente después de dos años, siendo solo nosotras dos.

- Lo creas o no, para mí también lo es. También saber que después de perder a Ian viene otro bebé en camino. - la miro. - Sé que te enfadó bastante lo que dijo Carlos, cuando me lo contó, yo también lo hice. Él no sabe lo que es perder a tu hijo, y por mucho que yo quiera tener a este bebé, no se me pasa por la cabeza ponerle, Ian. Podría tener mil hijos más, pero ninguno me traería de vuelta a Ian por mucho que le pongo su nombre. - Yo la miro, pero no es la típica mirada, una mirada que refleja un gracias en ella. El resto del camino me quedó callada, no tenía nada más que decir.

𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 || 𝐌𝐚𝐫𝐜 𝐁𝐞𝐫𝐧𝐚𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora