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Ni-ki.

Todos los puestos ya están casi armados en su totalidad. Letras colgando del techo hechas con cartulinas de colores, carteles con dibujos y pequeños fragmentos de información que sean digeribles para los niños pequeños que visitarán la feria hoy. Seguramente mi hermana menor vendrá, y dentro de poco el patio estará rebosante de niños ruidosos entre seis y once años. Hay algunos puestos de comida en la entrada. El de Chaehyun y Xiaoting vende pizzas.

Hyunjin había querido aplicar para trabajar en los puesto de comida, pero tener un puesto como expositores era mucho mejor: Nos aseguraría una calificación decente en alguna de las pruebas del parcial. 0 puntos extras. Era demasiado tonto perder una oportunidad así.

Me había ganado bastantes insultos por parte mis amigos, pero conseguí convencerles de aplicar al área de Literatura.

Todo por los puntos extras.

Chaewon había sido peor. Ella arrastró a todo su grupo al área de Matemáticas.

Me cubro con la capucha del abrigo y me escabullo casi que lleva a los baños sin ser visto por nadie. Quizás todos me vieron, pero tuvieron piedad y decidieron ignorar al abrigo negro que se arrastraba por el pasto.

La música aún llega por aquí, pero se oye lejana. Es Cracker Island de Gorillaz, y le agradezco mentalmente a Jay por educar musicalmente a toda la escuela en cada evento en el que lo contratar para encargarse de la música. Cuando estoy por quitarme la capucha, siento un toqueteo cortés y cuidadoso en el hombro. Me quedo paralizado por un momento, recapitulando a quién pude haberme topado de camino al baño, y pongo mi mejor sonrisa de mejor-estudiante por si se trata de un maestro antes de girarme.

No es un maestro.

Tampoco un estudiante.

Ni siquiera sé quién es, no trae puesto el uniforme del colegio.

Es un chico más alto que yo, su mentón está a la altura de mis ojos. Lleva una sudadera con el logo de la Universidad Hankuk estampado en el frente, unos jeans negros y gastados y un par de converse viejos. Estoy muy ocupado viendo lo que trae puesto como para ponerme a analizar su rostro, pero no puedo evitar mirarlo a los ojos cuando habla.

—Eh, disculpe.

Tiene el cabello separado por la mitad como un libro abierto, largos mechones de cabello negro cayendo sobre las orejas bien formadas, la nariz recta y carnosa en la punta y labios voluminosos que se curvan hacia arriba en una sonrisa educada. También le intento sonreír, aunque sé que mi rostro debe ser un maldito espectáculo de nervios y pánico combinados.

Tiene la voz suave, pero grave al mismo tiempo. Una voz amable y cálida que no combina con su cara, pero que encaja a la perfección con la sudadera universitaria.

¿Qué mierda hace un universitario en el Saint Clair, en una feria dirigida a niños?

Es ahí cuando recuerdo que la Feria de Estudiantes también tiene las puertas abiertas para padres de familia, ya sea padres de los niños visitantes o de los alumnos expositores. ¿Quizás es un padre? Es demasiado joven para ser papá (o eso creo). Mierda, es seguro que lo haré huir a su abrigo cuando la feria empiece. Y también es seguro que se quedará más tiempo del necesario hablando con Hyunjin y Bangchan, que se burlará de Jeongin y que llenará la memoria de su celular con fotos y videos de nosotros haciendo el ridículo.

Mis amigos quieren más a mi madre de lo que me quieren a mí.

Mi sonrisa hacia el chico extraño tiembla en las comisuras, y sé que el sudor probablemente me haga ver como un desquiciado.

¿Si?

¿Sabe dónde está el baño?

Nos envuelve un pesado silencio por lo que parece una eternidad, que hubiera resultado más interminable si no fuera por la voz de Elton John en el fondo. Así que Jay empezó con las canciones de los 80s. Carraspeo y río un poco, haciendo un ademán hacia las puertas de adelante. ¿Por qué me está hablando formalmente, cuando es evidente que soy menor a él?

—Hasta el fondo —le indico al chico—. El baño de hombres es hacia la derecha.

Él sigue con la mirada el lugar que señalo y regresa a mirarme a mí al instante, dándome otra sonrisa e inclinando un a poco la cabeza hacia adelante.

—Muchas gracias —responde, sonriente, y empieza a caminar con pasos algo apresurados hacia el baño. Espero a que se aleje lo suficiente y lo sigo por detrás. No logro ni dar dos pasos cuando él nota aún mi presencia y se detiene de repente, girándose hacia mí. Muevo las manos en el aire y empiezo a reírme.

Por este tipo de cosas odio tener que hablar con extraños.

—Y-Yo también me dirijo al baño —intento excusarme. Él también se ríe, un poco avergonzado, y asiente con la cabeza. Ambos continuamos caminando, dándonos una última mirada nerviosa antes de entrar en el baño y separarnos para ir a diferentes cubículos.

Una vez dentro, puedo respirar con normalidad. Para mi suerte, el baño está desierto, todos demasiado ocupados arreglando sus stands como para preocuparse por banalidades como ir al baño. Me deshago del abrigo y lo dejo sobre el retrete, planchando con las manos el saco y acomodándome las muy-incómodas hombreras doradas. Ha sido una experiencia de mierda llevar este puesto debajo de un abrigo desde que llegamos, hace una media hora, pero era el sacrificio que debía tomar a cambio de no tener que cambiarme de ropa en los baños antihigiénicos del Saint Clair. El saco es un azul chillón y me estira hasta la cintura, y en Sería convertido en príncipe azul, yo sería Hanbin. El príncipe azul, no el príncipe azul, yo sería el idiota del brujo malvado que envenena manzanas en su tiempo libre.

Salgo del cubículo antes de que el universitario no haya salido aún. Quizás incluso ya se ha dio y no me lo toparé de nuevo. Me lavo la cara un par de veces y saco la corona de cartón de uno de los bolsillos del abrigo. La desdoblo y me la acomodo sobre la cabeza, volviendo a verme en el espejo. Me veo horrible.

Todo por los niños. Por los niños y por los puntos extras.

Fronzo el ceño, agarrando el abrigo.

Pero Bang ni siquiera va a vernos.

Suspiro y me volteo, exactamente al mismo tiempo que el chico extraño sale por la puerta del cubículo. Nos quedamos haciendo contacto visual por unos segundos, ambos con los ojos demasiado abiertos y sin saber qué hacer o qué decir para aliviar la creciente incomodidad del ambiente. Quiero salir corriendo, y él parece querer hacerlo también, pero nos limitamos a reír y evadir la mirada del otro. Siento el rostro hirviendo.

 Siento el rostro hirviendo

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THUMP! | SK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora