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Ni-ki.

Mis plegarias internas son escuchadas, pero con un giro agridulce que me retuerce el estómago bajo el traje ajustado. El extraño universitario no se ha ido, por suerte, pero ni siquiera tuve tiempo de darle un codazo a Hyunjin y contarle el suceso de los baños, porque el susodicho protagonista de esa historia está frente a nosotros, escuchando atentamente como Jeongin le introduce al tema. Quiero morir, o que una manzana envenenada me caiga del cielo, o que un dragón me devore o alguna mierda así.

Mi madre vino justo antes del chico. Así que le explicamos un poco las cosas de mala gana y la mayor parte del tiempo se la pasó bromeando con los chicos y tomándome fotos. Nos pidió que expongamos todo de nuevo para grabarnos y guardar el recuerdo, y nos obligó a abrazarnos por los hombros para tomar unas veinte fotos grupales. Ya estaba teniendo un ataque de vergüenza lo suficientemente grande cuando, de la nada, el chico de los baños estaba parado frente a nuestro stand, y Hyunjin ya le estaba dando la bienvenida.

Me reconoció de inmediato, porque, incluso si no le hubiera prestado demasiada atención a mi rostro, el traje era inconfundible. Yo estaba congelado en mi puesto, con los brazos rígidos y la mirada fija en él. Él me ofreció una sonrisa que decía Hey, hola de nuevo, pero yo ni siquiera logré forzar una sonrisa. Quería dejar de mirarlo, pero no era capaz de moverme ni un centímetro. La cabeza me daba vueltas, mi atención se iba desde la voz de Hanbin a la música de fondo a los gritos lejanos de los niños a la mandíbula definida del tipo.

Ahí, teniéndolo frente a frente y con tiempo de sobra para mirarlo, me di cuenta de lo delicado que era el chico, en todos los sentidos. Era como una imagen de líneas suaves y bien proporcionadas. No era solo su rostro, con una mandíbula sutil y redondeada, ni sus manos finas y elegantes (ahora tenía las mangas arremangadas, y wow), sino todo su cuerpo. Aún con la sudadera ligeramente holgada, era fácil notar su figura esbelta, con hombros que, aunque no muy anchos, le daban una apariencia armoniosa. No parecía alguien que viviera en el gimnasio, pero definitivamente cuidaba su aspecto con naturalidad.

Salgo del análisis/trance cuando nos quedamos en un silencio incómodo, indicando que es mi turno. Me aclaro la garganta, pasando la atención entre él y el cartel. No sé cómo consigo explicarle el modo indicativo sin vomitar, pero lo hago. Él asiente a cada palabra que digo, poniendo toda la atención del mundo en mi exposición, como si tomara nota mental de lo que estoy diciendo. Al terminar y ver que nadie hace nada, hago una reverencia fugaz.

—Muchísimas gracias por su atención.

—Eh —Hyunjin también ríe, señalando los vasos y las pelotas de colores que están repartidas sobre la mesa—, ahora que hemos terminado con la exposición, ¿le gustaría participar en un pequeño juego? —Hyunjin agita la bolsa a medio terminar de chocolates— Habrán premios si responde bien a algunas preguntas.

El chico asiente. Su mirada está fija en algo detrás de mí y, aunque sigue sonriendo, su entrecejo se arruga un poco. Ríe nasalmente, señalando el cartel detrás de mí.

—La exposición estuvo perfecta, de maravilla. Me gustó —dice cruzándose de brazos. No está molesto, ni lo está haciendo con el afán de molestarnos a nosotros. Solo es una sugerencia, una crítica constructiva. La forma en la que hablaba, cómo se paraba y los gestos que hacía (además de la evidente sudadera) eran, esencialmente, las cosas que lo hacían verse mayor. En el baño había lucido nervioso, ahora parecía listo para juzgarnos objetivamente y destruirnos. Trago saliva—, pero ese cartel.

Los cuatro nos giramos al mismo tiempo.

—¿Qué tiene el cartel? —pregunta Hyunjin. Él, por otro lado, sí había empezado a molestarse.

—El ejemplo del modo subjuntivo está mal. Es modo indicativo —siento el nudo en mi estómago volviéndose más apretado, hasta el punto de darme náuseas. Busco por todo el cartel los ejemplos del modo subjuntivo, sintiendo las ganas de tirarme al suelo y asumir la inevitable humillación picándome en las rodillas. Tiene razón, está mal. De verdad quiero morir. O vomitar. O ambas—. No los culpo. Es un error que podría cometer cualquiera.

No. Mierda, no.

No es un error que cometería cualquiera.

La frase era He aprobado mi examen. Algo sencillo, una frase corta para que los niños la pudieran digerir, aunque principalmente solo era relleno para que el cartel se viera completo. Recapitulo mentalmente todo lo que hicimos, intentando encontrar el momento en el que pasé por alto un error de ese tamaño. Hanbin hizo los carteles, Jeongin nos dio la información y Hyunjin buscó los ejemplos. Yo hice los dibujos, y los carteles habían quedado tan, no lo sé, estéticamente bonitos (la letra de Hanbin es increíble) que no me molesté en revisarlos.

No los revisé.

Mierda.

Supongo que el chico nota mis ganas de llorar cuando vuelvo a mirarlo, porque se ríe de una forma extrañamente reconfortante y me vuelve a dar unas palmaditas en el hombro. Ahora sin la capa protectora del abrigo, puedo sentir mejor sus dedos sobre mi hombro. Están calientes, y yo estoy tan frío.

Me da escalofríos, pero también consigue que deje de querer echarme a llorar.

—Está bien. En serio, está bien —dice, mirando al resto con la misma sonrisa. Los demás directamente parecen molestos, sus caras dicen ¿Qué se cree este tipo? Seguramente aún no notan la sudadera universitaria. Yo luzco humillado, ellos parecían ansiosos por ver que el tipo se fuera al siguiente stand—. Bueno —asiente con la cabeza y aprieta los labios—, veamos sus juegos.

 Bueno —asiente con la cabeza y aprieta los labios—, veamos sus juegos

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THUMP! | SK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora