Capítulo III

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El traje negro se ajusta perfectamente a mi figura, siguiendo cada curva. Esta mañana todos vamos vestidos del mismo color. Los nuevos cadetes llevamos una estrella de cuatro puntas en el cuello indicando que cursamos primero, y un parche de nuestra ala en el hombro, en mi caso, del Ala Cuatro.

El capitán Fitzgibbons está leyendo la lista de muertos mientras los demás escuchamos en formación en el patio.

—Dylan —antes de que el capitán acabe el nombre veo cómo Rhiannon (una chica que conocí anoche en la habitación) intenta, con buen resultado, no gritar y cierra fuertemente los ojos. Tendrían que ser conocidos o tal vez amigos.

Al pensar en eso, se me viene que quizás mañana Fitzgibbons esté leyendo el nombre de Christa, de Archie,... o de Liam. Joder no me lo quiero imaginar.

Aparto esos pensamientos rápidamente.

>> Que sus almas estén con Malek —termina el capitán.

No me puedo creer que esta sea la última vez que se recuerden a los caídos. Ni minutos de silencio. Solo quedará una lápida con sus nombres donde sus familiares pueden ir a llorar su muerte, no hay más. Y, además de eso, se queman todas sus pertenencias, cosa que nunca me ha parecido bien.

Lo único que espero es que ninguna de esas lápidas tenga mi nombre o el de mis hermanos dentro de una semana.

Dain y todos los líderes de pelotón se dan la vuelta y comienzan a hablar con sus grupos.

—Espero que todos hayáis desayunado, porque no podréis comer nada hasta la hora del almuerzo.

Me aguantaré hasta la hora del almuerzo.

Nunca desayuno, y menos mal que hoy no ha sido la primera vez. Desayunar me revuelve el estómago y hace que tenga ganas de vomitar las veinticuatro horas del día. No quiero echarlo todo mientras intento tirar a mi contrincante al suelo.

Sí, hoy toca lucha.

>> Doy por hecho que los de segundo y tercero ya sabéis adónde ir. —los cadetes que se encuentran delante de nosotros hacen un sonido de confirmación—. Para los de primer año, al menos uno de vosotros debería haberse aprendido de memoria el horario de las clases que os entregamos ayer —asiento, todavía no me acuerdo perfectamente pero en un par de días ya no tendré que preocuparme—. Permaneced unidos. Espero que todos sigáis vivos para cuando nos reunamos por la tarde en el gimnasio de lucha.

Que alentador.

Después de un comentario del chico gracioso del pelotón, Dain manda a Sawyer enseñarnos el camino a clase.

—¡Tenemos unos veinticinco minutos para llegar a la clase! —nos grita Sawyer—. Cuarto piso, segunda aula a la izquierda en el ala académica. Id a por vuestras cosas y no lleguéis tarde. —y dicho esto se va en dirección a los dormitorios sin dirigirnos una última mirada.

Vaya, creía que por ser el primer día por lo menos nos llevaría él. Que ingenua.

— Es uno de los repetidores. —me informa Christa mientras nos dirigimos a las habitaciones tal y como ha hecho el pecoso—. Me lo dijo mi hermano ayer, está en segundo curso. —aclara.

— Debe de ser una mierda. —la castaña me mira—. Tener que volver a repetir todo esto.

— Sí, lo es. —coincide Archie a mi izquierda—. Mi hermano mayor tuvo que repetir porque en la trilla no lo escogió ningún dragón. No sobrevivió ese año.

Definitivamente es una mierda. ¿Por qué matan a gente formándose para la guerra antes de llegar a ella?

Miro con lástima a mi amigo, y le aprieto el hombro en una manera de darle ánimos.

Los glaciares ojos de una diosaWhere stories live. Discover now