Capitulo 4

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Llegaron a la isla tras aproximadamente una hora de viaje desde el muelle. Aunque Jeong Tae-iu esperaba una isla pequeña y deshabitada, la realidad era muy diferente. El lugar resultó ser más grande de lo previsto, por lo que tuvieron que tomar otro vehículo y recorrer un camino bordeado por la playa. A medida que el sol se ponía, el denso bosque a lo largo del camino parecía aún más oscuro y tupido.

—Este lugar parece ideal para que aparezcan animales salvajes o serpientes venenosas —murmuró Jeong Tae-iu, mirando con desconfianza a su alrededor.

Su tío asintió tranquilamente.

—Las serpientes venenosas sí están aquí, así que por la noche, asegúrate de mirar bien donde pisas. Pero no te preocupes demasiado; no hay serpientes con veneno mortal aquí. Con una buena atención de primeros auxilios, no morirás.

Jeong Tae-iu miró a su tío con incredulidad. Su tío intentó tranquilizarlo, pero las palabras no lograron calmarlo del todo. La idea de pasar seis meses en un lugar donde un simple accidente podría ser fatal era abrumadora. Consideró la posibilidad de escapar a Hong Kong el siguiente fin de semana, pero su tío le recordó que en dos semanas comenzaría una capacitación conjunta con la sede de Europa que duraría quince días, y que habría una prohibición de salida durante ese período. Aunque un mes podría pasar rápido, Jeong Tae-iu se preguntaba si su tío realmente comprendía la seriedad de la situación.

Jeong Tae-iu miró al conductor que los había recogido en el aeropuerto. El mismo hombre que los había llevado hasta el muelle y que ahora los acompañaba a la isla. Parecía que todos los que vivían allí compartían una esencia de vida dura.

Mientras se calmaba, pensó en su tío. Aunque ya había enfrentado pruebas similares en el pasado, lo desconocido siempre le generaba una nueva forma de angustia. Había pasado por esto durante su tiempo en el ejército, y aunque no había razones para arrepentirse de las decisiones tomadas, las circunstancias actuales lo hacían sentir incómodo.

El vehículo se detuvo finalmente. La oscuridad ya se había apoderado del cielo, y estaban rodeados por un denso bosque. Se preguntó si el edificio frente a él era su destino.

—Vaya, parece que también me estoy cansando rápidamente. Me hago viejo, supongo. Después de todo, tengo más de 40 años.

Observó el edificio con escepticismo y le preguntó a su tío:

—¿Este es el edificio de la sede de Asia?

—Sí, es uno solo. Simple y sencillo, ¿verdad?

—¿Y las impresionantes instalaciones del folleto? —preguntó Jeong Tae-iu, refiriéndose a las fotos promocionales—. ¿Dónde están esos edificios y salas de entrenamiento?

—Eso es en la sede de América. ¿No te lo mencioné? Las instalaciones aquí no son tan modernas, pero son ideales para entrenamiento físico.

Jeong Tae-iu estaba sorprendido. El edificio frente a él parecía una escuela o una oficina gubernamental abandonada de hace décadas.

—¿Cuántas personas están aquí en total?

—Un director general, dos directores adjuntos, seis instructores, noventa y seis miembros, y cinco empleados administrativos. En total, 110 personas.

—¿Cómo caben todas esas personas aquí?

—Caben. Es como meter a varias personas en un coche pequeño —respondió su tío con una sonrisa—. Tenemos siete pisos subterráneos con una superficie de 2,000 pyeong. No es extremadamente espacioso, pero es suficiente para 100 personas.

Jeong Tae-iu quedó perplejo al escuchar esto. Aunque 2,000 pyeong de espacio subterráneo podría parecer amplio, no entendía cómo encajaba en una isla tan pequeña.

Lirios RojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora