☠ Clavos y martillos ☠

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Tras un día ajetreado, los tres se fueron a casa. Corrijo: Tom y Rick se fueron a casa mientras Will volvía a la repugnante casa de su vecino —el olor a tabaco inundaba toda la vivienda, incluso la cocina—. Cuando abrió la puerta, alguien lo escuchó y le llamó desde el cuarto de baño:

— Ven, machote, si tantos huevos tienes.

En ese momento, Will tragó fuertemente: podía ser el fin de su existencia. ¿Y si era él? ¿Y si todo era su culpa? Pero... ¿Y si no lo era y lo estaba juzgando a pesar de no tener ninguna prueba real? La duda le carcomía la cabeza durante todo el día. Tan insoportable era, que se estaba planteando ir a un psicólogo. Pero, claro, no podía decirle nada: para algo era del FBI. Los secretos de allí eran privados, y, a la mínima, eras despedido. Si tenías suerte, claro: en su trabajo no se andaban con chiquitas. La seriedad y la profesionalidad eran dos cosas muy importantes en ese lugar.

— ¿Vienes o qué, mamón? No voy a estar llamándote todo el puto día.

Sin decir palabra, silenciosamente, dejó sus cosas en el suelo y se aproximó al cuarto de baño donde se encontraba él. Seductor, empezó a quitarse la ropa... hasta que se dio cuenta de que ese no era el momento. Duncan estaba con las herramientas en la mano y un clavo en la boca.

— Esta fregadera... Siempre igual. Hasta los cojones me tiene —lo vio parado frente al marco de la puerta y se enfadó—. ¿Qué coño haces? ¡Deja de hacer el estúpido y ayuda!

— S... Sí, ¡voy!

Will se apresuró a acercarse a él, que parecía ser experto en el tema hasta que se le veía maniobrar. Al ver que no sabía utilizar un martillo, Graham esbozó una pequeña sonrisa.

— De qué te ríes.

— No me río, pero me resulta algo irónico ver cómo el más malote entre las chicas es incapaz de hacer algo tan simple como martillar un clavo.

— No es eso. Tengo la mano jodida... — Duncan se miró la herida: tenía la mano ensangrentada, lo cual volvió a asustar a Will—. Ah, bien, más sangre... Sigue con eso. Ahora vuelvo —el hombre se fue a la cocina a lavarse la herida.

Will obedeció, pero lo hizo lo más rápido posible para poder espiarlo. Una vez terminó, agarró fuerzas y fue corriendo, silenciosamente, hacia la cocina, donde se encontraba Vizla quitándose la sangre de la mano.

— Odio esta mierda... ¿Cuánto tiempo tendré que hacerlo? Llevo años así, y estos últimos días son lo peor... Joder... Ya quisiera yo vivir como el jefe...

En ese momento, Will se empezó a hacer mil preguntas: ¿Tiempo? ¿Jefe? ¿Años así? ¿Qué ha ocurrido estos últimos días? ¿Jefe?... Claro que nunca hables de la cuerda en la casa del ahorcado: no dijo nada, pero las cuestiones que rondaban por su cabeza en ese instante fueron el detonante para que Graham se metiese en un psicólogo.

11 de diciembre, domingo

— Y me estás contando todo esto, porque, según tú, este asesino del que tanto hablas es tu vecino.

— Así es.

— Con el que te estás acostando...

— En efecto.

— Y con el quien estás manteniendo una relación bastante estable, por lo que veo.

— Sí, por ahora, le gusto.

— Y, mi pregunta es: si él es el asesino, ¿tú no serías uno de sus cómplices al no testificar en su contra y al no decir nada sobre tus sospechas en tu trabajo?

El castaño se quedó mudo. ¿Qué le iba a decir? Sabía que, sí, todo eso era cierto. Mas no podía permitir perder a la única pareja estable que tuvo en toda su vida.

— ... ¿Qué me recomienda, doctor?

— Seguir viniendo a mi consulta. Ah, y Graham.

— Dígame.

— No todo lo que es oro reluce, mas no todo lo que reluce es oro.

— ¿Por qué ha cambiado el dicho?

— ¿Por qué se acuesta con un posible asesino en potencia?

— ... Porque me gusta...

— Lo mismo le digo yo como respuesta a su estúpida pregunta.

— Gracias, doctor. No me ayuda mucho, la verdad, pero, al menos, me escucha.

— Es un placer, Graham.

— Hasta otro día, señor Lecter.

Will se fue, pero Hannibal no pudo evitar fijarse en su figura y sonreír sin darse cuenta.

— Hasta luego, señor Graham...

𝕾𝖚𝖊ñ𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖊𝖝 𝖆𝖘𝖊𝖘𝖎𝖓𝖔- 𝔇𝔲𝔫𝔠𝔞𝔫 × 𝔚𝔦𝔩𝔩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora