prólogo 🍒

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—¿Chiki? -llamo la mayor a su nieta -es hora de dormir, cariño

—¿Tan pronto, abuela?  –cuestiono la niña con una mueca,  dejando los bloques de llado.

—Asi es, cariño.  Vamos, hoy te contaré tu historia favorita. –dijo ayudándole  a recoger los bloques esparcidos del piso.

Chiquita se apresuró  a levantar los bloques que aún se  encontraban por el piso, de esa manera, su abuela no tendría que esforzarse mucho. Al terminar, busco  en su pequeña mochila su pijama y su pequeño gato de peluche. Tomo la mano de su abuela y la  la siguió hasta su habitación,  donde pudo cambiarse la ropa. Al terminar de vestirse, con ternura, su abuela la tomo y la subió  a la cama,  dandole un  pequeño beso en la frente.

—¿Cómo va esa herida, chiki? –pregunto la anciana, volteando ligeramente la  cabeza de la menor, buscando justo debajo de su oreja.

—Bien, abuela. Ya no  duele como antes. –contesto sonriendo  con dulzura.

Hacia unos días que chiquita se había cortado detrás de la oreja con la esquina de una mesa de cristal. Fue lo suficientemente profunda para dejarle una larga cicatriz que se escondía detrás de su oreja.

La niña  observo  con curiosidad a su abuela, quien seguía con su dedo el trazo de la cicatriz.
—¿Crees que  mi alma gemela la tenga?

—Quiza, corazón. –dijo la abuela soltando una risita  –¿Empezamos con la historia?

La niña  asintió con  una sonrisa, abrazando a su gato y acurrucándose en la cama, viendo de frente  a su abuela. –Te recuerdo, Riracha  phondechaphiphat,  que las  almas gemelas no son un juego: No son una  leyenda o un mito. Existen, y todos tenemos una. No muchos entienden cuando tienen una. Hace algún tiempo en el mundo era enteramente habitado por personas capaces de sentir a su alma gemela, de alguna forma u otra, la más común era sentir sus heridas y recibirlas en su cuerpo, mediante cicatrizes...  –¡como la mía! –sonrio la niña, señalando su oreja.

—como la tuya, canny. Dijo su abuela, devolviendo una sonrisa,  se aclaro la voz y  continuo  –decían  que,  aunque sintiera el mismo dolor, conocer a su alma gemela  valía totalmente la pena. Se dice que cuando conoces a tu alma gemela,  las cicatrices que comparten comienzan a arder, casi como si se estuvieran  quemando. Tus manos comienzan a cosquillear, y la emoción comienza a apoderarse de tu cuerpo.

La niña aunque adormilada, veía  con emoción a su abuela. Dando lo último de ella para escuchar el final de la historia. "No, no es una historia, ¡Es real y comparto una cicatriz con una alma gemela!"  Penso la niña.

—Hoy en día, son contadas las personas que son capaces de sentir a su alma gemela sufrir, sin embargo, todos tenemos una, está ahí, afuera: esperando ser encontrada. Y seremos capaces de sentir de sentir con las demás personas del mundo, pero jamás  se compararía a lo que  se siente el estar junto a tu alma gemela.

Chiquita ya se había quedado dormida. Era una historia realmente corta, y hasta  ahora, ni sus padres ni abuela entendían cómo podía gustarle tanto.

                                                X

Chiquita realmente creía que las almas gemelas existian,  y no había manera de quitarle eso de la mente. Con su nueva cicatriz,  chiquita buscaba detenidamente detrás de las  orejas de los niños, para ver si, por casualidad, conocería  a su  alma gemela en el jardín de niños.

Jamás dio con una cicatriz similar, al menos no en un niño, hizo un puchero y se  mantuvo en la linea junto a sus compañeros. Chiquita era una de las niñas más bajitas de su grupo, siendo la segunda  en la linea, junto con su amiga pharita. Alguna vez,  con inocencia, miró por casualidad por detrás de la oreja de su amiga buscando señales de la larga linea que ella misma portaba.
Detenida en la linea,  tomando la mano de pharita para mantenerla, miró al  aula de frente, dónde una línea estaba saliendo.

La segunda niña de la linea captó la atención de chiquita,  quien al instante soltó la mano de pharita por un ligero  hormigueo que comenzó a sentir.

—¡Chiquita! ¡Si te sueltas me voy a perder! –respingo la pequeña.

—lo  siento, riri.  –lamento la menor,  con una sonrisa y un ligero sonrojo. Pharita se percató que chiquita miraba en frente de ellas.

—¿Que es tan interesante, chiki?  –pregunto inocente. Con inocencia, la niña no tardó en responder:

—Mira esa niña, pharita.  –dijo señalando a la segunda fila de enfrente   –¿No es bonita? 

—Un poco chiki. Es mas bonita  la de adelante  –dijo pharita  sonrojandose –¡Deberíamos ir a hablarles durante el recreo!

Chiquita abrió los ojos como plato.

—¡No pharita! –le apretó la mano a la mayor.

Chiquita se percató de que las niñas las estaban observando, pero le sorprendió que la segunda niña de la fila la mirara con una sonrisa.  Inmediatamente se sonrojo y escondió la mitad de su cara detrás de hombro de pharita, sintiendo nuevamente los hormigueos, está vez un poco más intensos.

—¡Kawai Ruka! –se escuchó la voz  de la maestra del aula de  enfrente.

La niña  sonrió para pharita. Pharita le devolvió la sonrisa la saludo con la mano Ruka, inmediatamente desvío la mirada, sonrojandose al instante. El siguiente nombre captó la atención de chiquita.
     —¡Jung Ahyeon!

Jung Ahyeon.
– 

Hasta aquí queda el prólogo nos vemos otro día.
Perdonen la falta de autografía.🍒🥀

Almas gemelas 🥰👻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora