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Lyna se había despertado temprano, pero cuando el reloj marcó las 9:30, la habitual llamada al desayuno la obligó a levantarse, aunque sentía un peso insoportable que la retenía en la cama. El día apenas comenzaba, y aunque su cuerpo parecía resistirse, su sentido del deber la empujaba a no dejarlo pasar.
El desayuno transcurrió en una atmósfera tranquila, donde la conversación fluía incesantemente entre los presentes. Lyna, ajena a la charla, se concentró en terminar su plato mientras su mente divagaba en pensamientos que ni ella misma lograba ordenar.
—Belle llegará en unos días —anunció Lady Jane, su tía, mientras servía un poco de té. Como si una chispa encendiera su entusiasmo, Fanny estalló en comentarios alegres sobre las pintorescas actividades que planeaba para cuando Belle estuviera con ellas.
—¿Se sabe el día exacto? —preguntó Lyna, inclinando apenas la cabeza. Aunque anticipaba una respuesta vaga, sentía la necesidad de preguntar—. Quiero decir… ¿el capitán ha dado alguna indicación sobre cuántos días faltan para que lleguen a tierra?
—No precisamente, pero se estima que llegará el próximo lunes —respondió Lady Jane, con una sonrisa tranquila.
—¡Eso es fantástico! —exclamó Fanny, con la energía desbordante que la caracterizaba—. ¿Sabes lo que eso significa, Lyna?
