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Gabriella

El apartamento estaba en silencio, roto solo por el débil sonido del tráfico de la ciudad que se colaba a través de las ventanas cerradas. Estábamos sentados en el sofá, uno al lado del otro, pero la distancia entre nosotros parecía un abismo. La tensión en el aire era palpable, como si ambos estuviéramos caminando sobre una fina capa de hielo, temiendo que el menor movimiento la hiciera romperse.

Marco se pasaba una mano nerviosa por el pelo, sus ojos fijos en el suelo, como si buscara las palabras adecuadas para hablar en las vetas de la madera. Mis ojos no podían evitar mirarlo de reojo, con el corazón acelerado, sintiendo que algo malo iba a suceder.

- Bambina... hay algo que necesito decirte – dijo finalmente, en voz baja y tensa.

- ¿Qué sucede, Marco? – pregunté mientras mi nerviosismo se clavaba en mi estómago.

Él levantó la mirada y me la sostuvo, sus ojos oscuros me miraban con una mezcla de preocupación y determinación, no había ninguna estrella.

- He descubierto algo sobre tu padre... y sobre tu madre.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No estaba preparada para lo que venía, pero sabía que no podía detenerlo. Marco tomó una respiración profunda antes de soltar la verdad que había estado guardando desde que me había encontrado en el parque.

- Tu madre no os abandonó – me agarró de las manos – Tu padre la mató.

El mundo se detuvo un instante. Sentí como todo la sangre abandonaba mi rostro, dejándome pálida como una hoja de papel. La habitación pareció girar a mi alrededor, y tuve que aferrarme a sus manos para no desmoronarme.

- ¿Qué... qué estás diciendo? - susurré.

- Es la verdad... Me enteré esta mañana – dio un suspiro brusco – Había pedido a Nino que encontrase el escondite de tu padre... Y aparte de eso, descubrió algo terrible, por eso tuve que ir a verle.

Sentí un nudo formarse en la garganta, impidiéndome respirar. Todo lo que había creído sobre mi familia, sobre mi madre, se desmoronaba ante mis ojos. La idea de que mi propio padre hubiera hecho algo tan monstruoso me paralizaba. Pero antes de que pudiera procesar por completo lo que Marco me había dicho, la necesidad de ser honesta con él, por primera vez, me empujó a hablar.

- Marco...- susurré rota por el miedo y la culpa – Hay algo que tú tampoco sabes.

Me miró con profundidad, sus cejas fruncidas en una expresión de confusión y creciente preocupación me instaron a seguir hablando:

- Mi padre – emití un leve sollozo – También mató a Lucio.

Marco se quedó inmóvil, como si fuese incapaz de reaccionar. Parecía que no había entendido bien lo que acababa de escuchar.

- ¿Qué? – fue lo único que salió de su boca.

- Él... mato a tu hermano, Marco – repetí dolorida – Lo supe todo este tiempo. Desde el principio, esa es la verdad.

Su reacción fue instantánea. Se puso de pie de un salto, la furia ardiendo en sus ojos y en sus músculos tensos.

- ¿Lo sabías? ¿Todo este tiempo y no me lo dijiste? – gritó - ¿Por eso me querías ayudar, para no sentirte culpable?

Me levanté igual que había hecho él. Mis manos temblorosas volvieron a buscar las suyas, intentando buscar su tacto, pero se apartó de manera brusca.

- Marco, yo... No es así, no es lo que parece – me limpié las lágrimas – No sabía cómo decírtelo, a fin de cuentas, es mi padre.

- ¡Maldita sea, Gabriella! Con todo lo que os ha hecho pasar a Dante y a ti... - se pasó las manos por el cabello – Lucio era mi hermano, y tu dormías tranquilamente a mi lado mientras sabías quien le mató.

Me cubrí la boca con una mano. Unas ganas repentinas de vomitar asomaron en mi garganta. No podía permitir aquello en ese momento. Vi como no paraba de pasarse las manos por la cara, luchando en su mente entre la ira y la compasión.

- Marco, por favor... - dije mientras veía como se alejaba hacia la puerta.

- No, no quiero oír más – abrió la puerta del apartamento – No sé si podré perdonarte esto, Gabriella.

Con eso, cerró la puerta de casa tras de sí. Me quedé allí, sola en el silencio que dejó su partida. Mi corazón estaba hecho pedazos, y el dolor del arrepentimiento me apretaba el pecho.

Mi madre estaba muerta, a manos del hombre que llamaba papà, y el hermano de Marco también había muerto a sus manos. Mamá siempre me mandaba señales, ella sabía que aquello le pasaría, pero ¿tendrían alguna relación el asesinato de Lucio y el de su madre?

Junto al enemigo | Viickyyyyyyy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora