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Gabriella

Llegamos a casa de madrugada. Lo único que me apetecía era echarme en la cama y llorar hasta quedarme dormida. El sentimiento de culpa que llenaba mi corazón por lo que le había pasado a Dante me ahogaba.

Sin embargo, cuando pensaba que podría descansar, Marco se dejó caer en el sofá con un enorme ruido, para después susurrar:

- Gabriella, tienes que decírmelo – levantó la cabeza parar mirarme a los ojos - ¿Tu padre te hacía lo mismo?

Abrí los ojos como platos, conteniendo la respiración. Pude percatarme de que en su mirada había preocupación y dolor, una mezcla que no esperaba encontrar. No conseguí encontrar las palabras para responder, pero después de un ensordecedor silencio conseguí hablar:

- No tiene sentido hablar de eso ahora, Marco – me dejé caer también en el sofá, derrotada – Lo importante es lo que le ha pasado a mi hermano.

- ¡Por supuesto que importa! – gritó levantándose del sofá – Si tu padre ha sido capaz de hacerle eso a Dante, necesito saber si alguna vez te hizo... - hizo una pausa – Algo parecido.

Me estremecí con sus gritos, y en su rostro vi reflejado un arrepentimiento fugaz. Quería evitar que Marco supiese la cruda verdad, pero la insistencia con la que me mirada hizo que me desmoronara. Me puse de pie, cruzando los brazos como si necesitara abrazarme a mí misma.

- ¿Y qué si lo hizo? – esta vez grité - ¿Qué cambiaria eso ahora? ¿Qué gano yo o mi hermano con revolver lo que ya pasó?

Vi como la respiración de aquel hombre imponente que tenía enfrente se cortaba. Se acercó lentamente a mí, colocando su mano en mi mejilla, obligando a que lo mirase.

- Bambina, seremos marido y mujer, – me dio un beso en la frente – Y quiero ayudarte, pero para eso necesito que me digas si hay algo más; algo que no me has dicho.

Desvié la mirada, mordiéndome el labio. Sentí que las lágrimas comenzaban a nublar mi visión:

- No quiero que me veas diferente – suspiré – No soy débil, aprendí a sobrevivir, lo sabes.

- Nunca te podría ver diferente a como ya te veo, Gabriella – me agarró la cara con las dos manos, obligándome a mirarle – En tal caso, te vería más fuerte de lo que ya te vi la primera vez que te conocí – me besó lentamente – Pero eso no significa que debas seguir cargando con este peso sola.

Las lágrimas finalmente abandonaron mis ojos, dejándome llevar en el abrazo que Marco me proporcionaba. Mi cuerpo temblaba ligeramente debajo de sus brazos, sin embargo, sentía la seguridad que su cuerpo me ofrecía.

- Lo que ha hecho tu padre no quedará impune – noté un beso en mi cabello – Te lo prometo.

Junto al enemigo | Viickyyyyyyy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora