*CAPÍTULO 4*

17 2 0
                                    

**MILENA GRECO**

Desperté tan relajada que no recordaba ni dónde estaba. Miré el ventanal que había en la habitación, y la luz que entraba era hermosa. Me levanté y me acerqué. No podía abrirlo, pero al menos aprovechaba para disfrutar de la vista del hermoso jardín lleno de girasoles. Me perdí tanto en la belleza del paisaje que no me di cuenta cuando él entró.

**Pensamientos de Mattia:**

¡Wao! Qué hermosa se ve con esa luz del sol resplandeciendo en su cuerpo. Resalta el color de sus ojos, y la sombra que proyecta la luz del sol deja entrever su figura debajo de la bata. ¿Acaso no tiene nada debajo? Puedo ver sus pechos, su cintura, su figura tan hermosa... creo que me acabo de sonrojar.

—¡Eres tú! ¿Qué quieres?

—Cúbrete, puedo ver todo de ti.

Me sonrojé y rápidamente me tapé con una sábana.

—¡Pervertido!

—Disculpa, no era mi intención. Solo venía a ver si necesitabas algo.

—¡No, gracias! No necesito nada.

Inmediatamente después de que esas palabras salieron de mi boca, se giró para irse.

—¡Espera!

Solo paró su caminar y se quedó quieto para escuchar lo que diría.

—La verdad, sí quisiera apreciar ese hermoso jardín de cerca.

Él salió luego de escucharme sin decir nada más, y puso el seguro en la puerta al salir. ¡Qué fastidio me daba que fuera así! Eso me hacía enojar demasiado. ¿Por qué no simplemente contestaba?

...

Estaba recostada en la cama cuando escuché la puerta abrirse. Vi a la chica sonriente entrar con dos bolsas grandes en las manos.

—Hola, princesa, te traje ropa nueva. Sé que te gustará porque, déjame decirte, tengo un gusto excelente. Cámbiate, vamos a desayunar y a ver el jardín.

—¿Cómo? —No podía creer que realmente Mattia la hubiera enviado para esto. Parecía más complaciente que secuestrador.

—¿No querías ir a ver el jardín? Mi hermano me envió para que te acompañara y, obviamente, para comprarte cosas lindas que te gustaran. Te espero mientras te arreglas.

Fui directo al baño a ducharme y, luego de unos minutos, salí medio vestida. Terminé de vestirme y, cuando iba a peinarme, me dice:

—Ven, linda, yo te ayudo con el peinado.

—No, gracias, no es necesario.

—¡Vamos! Me gusta hacerlo.

La dejé peinarme. Me puso un líquido en el pelo que hizo que mis rizos volvieran a tener el brillo que habían perdido en estos días. Los flecos caían en mi frente mientras ella recogía la parte de atrás un poco para que el flequillo rizado sobresaltara más.

—La verdad, está muy lindo, ¡gracias!

—De nada, princesa. ¡Ahora vamos!

**Pensamientos de Anneta:**

Es increíble. Mi hermano me pidió que trajera a esta chica al jardín de nuestra madre. Después de su muerte, él no permitía que nadie más que el jardinero entrara. Estoy casi segura de que está enamorado.

—Estás pensativa, ¿te pasa algo?

—Es que aún me resulta difícil creerlo. Mi hermano actúa así porque se ha enamorado.

—¡¿Enamorado?!

—Sí, eres la primera persona que entra a ese cuarto y sale con vida. Además de eso, eres la primera persona a la que trata con tanta amabilidad, aparte de mí.

**Pensamientos de Milena:**

¿Enamorado de mí? No entiendo por qué me sonrojo al escuchar esto. ¿Será que a mí también me está pasando lo mismo?

—Cuando recuerdo nuestra niñez, llega a mi mente su linda sonrisa. Siempre sonreía y pasábamos el día jugando hasta el atardecer. Este jardín tan hermoso que ves era de nuestra difunta madre. Ella venía siempre con él y disfrutaban mucho aquí. Cuando mi madre enfermó y murió, él cambió; ya no sonreía y no quería jugar. Venía al jardín cada noche a llorar. Apenas tenía 12 años cuando eso pasó. Siempre lo observaba a escondidas, pero no solo él cambió, ya nada era igual. Mi padre se olvidó de nosotros y se enfocó solo en los negocios familiares; quizás era su manera de sobrellevar su dolor, ocupar su mente. Dos años después, mi padre murió por depresión. El dolor era muy grande y nunca superó la muerte de nuestra madre. Yo creí que Mattia se derrumbaría, pero fue todo lo contrario; tuvo que tomar las riendas de los negocios familiares a tan corta edad.

Luego del funeral de mi padre, él se acercó a mí y me miró con la mirada más fría que he visto. Me dijo: “De ahora en adelante, no quiero que confíes en nadie. No quiero perderte. Soy lo único que tienes y tú eres lo único que tengo”.

Desde entonces, ha sido frío y solitario. Nunca lo vi tratar a alguien como te ha tratado a ti, ni preocuparse por los gustos o deseos de alguien más como lo ha hecho contigo.

—Gracias por tener la confianza de decirme estas cosas, pero... ya quisiera irme a la habitación.

—Claro, ¡vamos!

POR ELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora