CAPITULO 9

11 1 1
                                    

MILENA GRECO

Vi cómo levantó su mano y me golpeó en la cabeza. Perdí el conocimiento otra vez, y cuando desperté, sentí la sangre bajar por mi cabeza. No sé cuánto tiempo duré desmayada, pero ya me sentía mareada.

Creo que perdí mucha sangre. Al percatarme bien, me di cuenta de que estaba encadenada, como aquella escoria lo pidió, y aquel hombre estaba sentado frente a mí.

- ¡Ya despertó la Bella Durmiente! Aquí te traigo un poco de agua para que no te deshidrates. Perdiste mucha sangre, y ahora vas a perder más. Necesito que estés consciente, quiero oírte gritar.

Se acercó para darme agua, pero se la escupí en la cara.

-¡Maldita perra! Esto sí que lo voy a disfrutar.

- No me toques, basura -le dije mientras se posicionaba detrás de mí sentí como rompía mi ropa-. ¡No me toques, pervertido!

-Tomás, pásame el látigo. Quiero enseñarle a esta perra cómo se doma una perra como ella.

-¡Aaah! -gritaba de dolor al sentir cómo el látigo cortaba mi piel-. ¡Detente, por favor, detente! -le decía, pero él continuó como si mi voz no existiera. Luego me agarró del pelo, se acercó a mi oído y me dijo: "Ahora es que estoy empezando". Sentí cómo me puso una soga al cuello y la apretó tan fuerte que pensé que mi cuello se quebraría.

- Quiero que me preparen un balde de agua con mucha sal y hielo. Mientras llega, señorita, me voy a divertir estrangulándote.

- Por favor, ya déjame. No aguanto más - dije con la voz entrecortada.

-¡Perfecto! Repite eso mirando a la cámara. -lo dijo con una sonrisa burlona-. Tomás, tráeme unas tijeras de cortar carne.

Vi cómo me soltó y procedió a tomar las tijeras que aquel hombre le estaba pasando.

- Aléjate de mí, enfermo mental!

Se reía como un maníaco con las tijeras en la mano. Tomó mi mano derecha, agarró el dedo en donde llevaba el anillo de compromiso y lo cortó con las tijeras, sin remordimiento alguno. Inmediatamente, empecé a derramar mucha sangre. Grité como loca al ver lo que hizo, y mirando mi mano, fui perdiendo la noción hasta que colapsé.

- Tomás, guarda bien este dedo y que no se pierda el anillo. Este regalo lo va a recibir Mattia. Por lo que veo, su amada se desmayó nuevamente. Aún no me traen el balde.

-Aquí está, señor -entró otro hombre por la puerta, pasándole el balde lleno de agua que había pedido.

- ¡Ya era hora!

Sentí el agua fría cubrir mi cabeza mientras me decía: "Despierta, estúpida". Sentía la sal recorriendo mis heridas. No me acostumbraba al dolor que me estaba provocando. Solo quería que terminara con mi vida de una vez por todas. Solo quería que esto acabara. Con las pocas fuerzas que tenía, le decía que acabara con mi vida. Él acercó su oído a mi rostro y me dijo:

- ¿Qué dices? No te escucho.

-Acaba con mi vida.

-Aún no. Quiero ver el rostro de Mattia cuando le quite el último aliento a su amada.

.....

MATTIA FERRETI

Ni siquiera sé la hora que era, pero sé que era tarde. Llegué a la casa destrozado. Había movido cielo y tierra para encontrar a Milena, y no había rastros de ella. Es como si hubiera desaparecido. Cuando Anneta me vio llegar, corrió hacia mí.

-Dime que la encontraste, Mattia. Dime que la has traído de vuelta.

Me quedé callado, con el rostro mirando al suelo, perdido.

POR ELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora