*CAPITULO 5*

11 3 0
                                    


Varios minutos después ya estaba en la habitación y Anneta me dejó sola. Me quedé un largo rato sentada en la cama pensando en todo lo que me había dicho. Era una vida dura la que habían tenido. No he vivido una vida de ensueño ni he tenido los mejores lujos, pero siempre he tenido el apoyo de mis padres. No me imagino la vida sin ellos; por cierto, me imagino lo mal que deben estar pasándola sin saber nada de mí. Mis pensamientos se interrumpieron al escuchar la puerta abrirse. Vi al pelinegro entrar; fue directamente hacia mí con pasos firmes, se quedó un momento mirándome parado frente a mí, y yo solo me quedé tranquila, sentada en la cama sin decir nada.

—Te traje esto para que les hagas una llamada a tus padres —dijo, sosteniendo un teléfono cerca de mi rostro—. No intentes decir nada porque te aseguro que no servirá de nada. Ya sé todo de ti y de tus padres, incluyendo su dirección, y no querrás que nada les pase, ¿cierto?

Solo lo miré por unos segundos y asentí con la cabeza. Sé que no valía la pena discutir. Tomé el teléfono y enseguida marqué el número de mi madre, que ya sabía de memoria. No tardó en contestar.

—Hola. 
—Hola, mamá. 
—Hija, ¿cómo estás? Tu padre y yo hemos estado muy preocupados por ti. Siempre llamas, y tenías varios días sin hacerlo. ¿Qué te pasó? 
—Estoy bien, mamá, solo que he estado muy ocupada con unos exámenes importantes. Disculpa por no haberles avisado. 
—Oh, mi hija, ¿cómo podría enojarme contigo por eso? Solo me alegra escucharte y saber que estás bien. 
—¿Y ustedes cómo están? 
—Estamos bien, mi amor, queriendo verte pronto por aquí. 
—Sí, mamá, en cuanto me desocupe, iré a visitarlos. Salúdame a papá de mi parte. ¡Los quiero! 
—Nosotros también te amamos, mi cielo. ¡Cuídate mucho!

Terminé la llamada e inmediatamente le pasé el teléfono un poco desanimada. Ansiaba ver a mis padres y los extrañaba, pero me sentía más tranquila después de escuchar a mi mamá.

—Espero que estés menos preocupada. 
—Sí, gracias.

Me agarró del mentón y levantó mi rostro para que pudiera verlo. Se quedó mirándome fijamente con una expresión que podría describir como un poco tierna, aunque no estaba completamente segura. Me perdí en sus ojos como él lo hizo en los míos. Se inclinó un poco, quedando su cara justo frente a la mía. Le miré los labios y sentí una necesidad de probarlos. Casi me lancé, pero él lo hizo primero. Antes de que pudiera rozar mis labios, se escuchó la puerta abrirse, y nos separamos rápidamente.

—¡Hola, princesa! Traje la cena.

Anneta entró con una bandeja en sus manos y una sonrisa gigantesca. Cuando la vi, sentí mis mejillas sonrojarse.

—Hola —dije, sonriendo levemente. 
—¿Interrumpo algo? 
—No, no, ya me iba, hermana —dijo Mattia, con esa voz gruesa que lo caracterizaba.

—Bueno, yo pasaré a compartir la cena con Milena, así no se siente tan sola. 
—Gracias, Anneta.

Mattia no dijo una palabra más y se marchó.

Me quedé con Anneta, hablamos y reímos mucho mientras cenábamos. Luego dijo que se iría a dormir, se despidió y se fue. Anneta es una chica que irradia luz, tan diferente a su hermano, que parecía un témpano de hielo.

Me despojé de mi ropa, me di un baño tibio y me recosté en la cama. No podía dejar de pensar en ese momento en el que casi nos besamos. No salían de mi mente sus labios, sus ojos, la forma en que tomó mi cara...

Llevaba rato pensando y no podía dormir, así que me paré frente a la puerta y la miré por unos largos segundos. Agarré el manubrio y lo giré por inercia, pero sin esperanzas de que se abriera. Me llevé la sorpresa de mi vida al darme cuenta de que abrió. Halé la puerta muy despacio y miré al pasillo; se veía vacío, sin ruido alguno. Salí y aproveché para conocer un poco más de dónde me encontraba. Mientras caminaba por el pasillo, me percaté de que había una puerta entreabierta. Eché un vistazo y vi a Mattia tumbado en la cama. ¿Estará durmiendo? Entré despacio y de puntillas, con cuidado. Cuando estuve frente a su cama, empecé a apreciar cómo dormía. Hasta durmiendo se veía tan atractivo y sexy. Sus labios parecían tan suaves que, de solo mirarlos, sentía el deseo de probarlos. Su piel descubierta, su pelo tan negro… Quería sentir su pelo, y mi mano se movió lentamente hacia su cabeza, pero antes de llegar a tocarlo, Mattia se levantó. Me tomó de las manos y me apretó contra la cama en un movimiento seco y rápido. Yo me exalté y me quedé sin aliento.

POR ELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora