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David aferró sus manos a mis mejillas y disminuyó el ritmo de nuestro beso hasta que fue dulce y cálido.

Se apartó de mí un segundo antes de volver a besarme con energías renovadas. Su beso no era desagradable. De hecho, pudo haberme llegado a parecer agradable de no haber sido por la opresión que sentía dentro de mi pecho. Esto no era correcto.

David se separó de mí y me miró a los ojos. Vi duda en su mirada, pero me sonrió suavemente mientras tiraba de mí hasta la pista de baile. La música electrónica retumbaba en todo el lugar pero él me tomó por la cintura y comenzó a balancearse al ritmo de la música, como si estuviéramos bailando una balada romántica.

Estaba aturdida, un poco borracha y confundida, así que sólo me dejaba balancear entre sus brazos.

Algo en su mirada había cambiado por completo.

Algo estaba cambiando entre nosotros y el miedo se instaló en mi pecho al darme cuenta de que no iba a volver a ser lo mismo nunca más.

Sin decir una palabra, David apartó un mechón de cabello de mi cara y besó mis labios una vez más. Ésta vez, no pude corresponder su gesto, pero él ni siquiera pudo notarlo porque se apartó en un segundo.

Estaba sudorosa, abrumada, aterrorizada y avergonzada de mi misma. Esto no tenía que ser de ésta forma. Esto no podía estar pasando así.

David merecía una persona que pudiera entregarse al cien por ciento y yo, en ese momento, no podía. No supe en qué demonios pensaba minutos antes.

David deslizó su mano por mi mejilla de forma cariñosa y mi corazón se estrujó dentro de mi pecho. Era un chico realmente dulce. No podía hacerle esto.

Abrí la boca para hablar, pero volvió a besarme.

Ésta vez con más urgencia. Todo me daba vueltas, las luces me mareaban, su beso me aturdía, y de pronto me encontré aferrada a sus hombros por necesidad: me había levantado del suelo y me besaba sin clemencia.

De pronto, me vi arrancada de sus brazos y jadeé al sentir el suelo firme bajo mis pies.

Todo pasó tan rápido que ni siquiera tuve tiempo para reaccionar. Ulises golpeando a David, a puño limpio.

David cayendo al suelo estrepitosamente, gritos ahogados por la música, Abril mirando, horrorizada, cómo David caía al suelo; Rick corriendo para detener a Ulises y yo, en medio de todo ese desastre.

Me quedé paralizada. Mirando, casi en cámara lenta, cómo David se limpiaba la sangre proveniente de su boca, cómo Ulises se sacudía del agarre de Rick con mucha fuerza, cómo Estrella me miraba como si fuera el peor ser humano de la existencia, cómo Abril corría a auxiliar a David.

No podía moverme. No podía hacer nada que no fuera observar el maldito lío en el que se había convertido mi vida.

Ulises se liberó del agarre de Rick de un tirón y se abalanzó hacia David nuevamente, pero ésta vez, me interpuse en su camino.

Ulises se detuvo en seco y me miró fijamente a los ojos. Había ira pura y cruda en su mirada; había coraje, frustración y dolor en ella, y yo no podía dejar de sentirme enferma por todo lo que estaba provocando.

¿Acaso yo era así de mierda?, me sentía la persona más horrible del planeta. Yo había provocado todo esto. Ahora tenía que arreglarlo.

—¡Ulises Basta! —dije y me sorprendió descubrir la forma en la que mi voz temblaba.

No era de coraje, era de tristeza. Estaba destrozada y estaba destrozando todo a mi paso.

Él me miró, jadeando, mientras su ceño se fruncía. —Por favor, no hagas esto. Detente. No te hagas más daño. No me lo hagas a mí. Eres más que esto... Fuimos más que esto. —dije, intentando hacerme sonar por encima de la música.

Aunque Puedas Verme #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora