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Cuando bajé por las escaleras, el sonido familiar de la risa de Ulises me hizo sentir un nudo en el estómago y, por un momento, me sentí tentada a volver sobre mis pasos y encerrarme en la habitación.

No me había dado cuenta de qué tan afectada estaba por nuestra charla hasta ese momento.

Me obligué a tomar una respiración profunda y bajé las escaleras con aire resuelto.

—¿Planeas irte a dormir ya? —preguntó Abril en cuanto me vio entrar a la sala.

Ella estaba enfundada en un vestido rojo a la rodilla, usaba unas medias negras y unos botines de tacón que le llegaban arriba de los tobillos. Una gabardina color beige cubría parte de su vestido y su cabello estaba perfectamente arreglado en ondas suaves. Rick estaba enfundado en unos vaqueros oscuros, una camisa de botones y una chaqueta que se veía bastante cálida.

Ulises estaba sentado en la mesa, enfundado en unos vaqueros oscuros y una gabardina negra que le llegaba a la rodilla.

—¿Ustedes planean salir? —pregunté, mirándolos con confusión.

De pronto, me sentí ridículamente desarreglada.

Llevaba mi viejo pijamas térmico y una sudadera de Disney que me había regalado mi mamá hacía un par de años.

—Queríamos ir a cenar a un restaurante de comida local e ir al bar del pueblo —respondió
Rick, reprimiendo una sonrisa al verme.

-Oh... —dije, sin saber qué otra cosa podía decir. Me rasqué la cabeza incómodamente—, creo que paso. Tengo muchísimo frío y no quiero salir.

Abril casi me fulminó con la mirada y yo me encogí ante su mirada amenazante. —Sube esas escaleras y cámbiate, Nicole. Tienes veinte minutos. —espetó.

Abrí la boca para replicar pero la mirada de mi amiga me hizo saber que no importaba lo que dijera, terminaría yendo a cenar con ellos de cualquier modo.

Apreté los dientes fuertemente y subí las escaleras pesadamente. Rápidamente me enfundé en unos vaqueros, me puse una blusa de mangas largas, botones y transparencias y las botas que me llegaban casi a la rodilla.

Delineé mis ojos sobre la línea de las pestañas y apliqué un poco de rubor a mis mejillas antes de poner brillo en mis labios alisé mi cabello lo mejor que pude y me puse mi chaqueta de piel y una bufanda para el frío.

Después de 15 minutos alguien tocó la puerta de mi habitación, rodé los ojos al cielo, sabiendo que se trataba de Abril. —Ya voy -dije, dándome una última mirada en el espejo.

La puerta de la habitación se abrió y yo me di la vuelta para encarar a mi amiga, pero me congelé al instante. Ulises estaba parado al pie de la puerta, con las manos en los bolsillos y expresión nerviosa.

—Hola —dijo tras un momento de silencio.

—H-Hola —tartamudeé, sintiendo mi corazón latiendo a una velocidad impresionante dentro de mi pecho.

Ulises se revolvió incómodo un segundo y luego sacó una de las manos de su bolsillo, mostrándome una pequeña cajita de terciopelo rojo.

Mi corazón dio un vuelco y miré el objeto en su mano y luego a él.

Una sonrisa nerviosa bailó en su boca y dijo—:
Tengo esto desde hace tanto tiempo..., es tuyo.
Sólo... Nunca tuve oportunidad de dártelo.

Mi boca se secó cuando lo vi acercarse a mí. Se detuvo cuando las puntas de nuestros zapatos se tocaban y me entregó la caja.

Yo la tomé, dudosa, pero la abrí con dedos trémulos. Una pequeña cadena de plata apareció delante de mí. Pequeños intrincados y florituras de plata brillaban de una manera espectacular y había una pequeña placa en el centro. Tomé el delicado material entre mis dedos, con mucho cuidado.

Era una pulsera.

La pequeña placa tenía algo escrito en ella. La tomé cuidadosamente y leí la inscripción:

"Te amaría mil vidas si fuera posible. Te amaría aunque pudiera verte. Te amaré siempre. —U."

Mi corazón se estrujó dentro de mi pecho y sentí las lágrimas agolpándose en mis ojos.

Tragué saliva, intentando deshacer el nudo de mi garganta, pero fue inútil. Alcé mis ojos hacia los suyos y una sonrisa triste se deslizó por sus labios.

—Lo mandé hacer antes de que todo se fuera a la mierda. Te pertenece. Quiero que lo tengas.

—Ulises yo... —susurré con un hilo de voz.

—Por favor, Nicole. Quédatelo. Por favor. -—noté la súplica en el tono de su voz.

Él tomó la cadena de entre mis dedos, cuidadosamente, y deshizo el broche de un movimiento. Extendí mi muñeca hacia él, sin apartar la vista de sus ojos.

Él enredó el material en mi muñeca con sumo cuidado y cerró el broche. La cadena me quedaba a la perfección. Miré mi muñeca y mi corazón se estrujó dentro de mi pecho.

Una parte de mí quería echarse a sus brazos y besarlo con fiereza, y otra ni siquiera podía moverse.

—E-Es hermosa —tartamudeé casi sin aliento.

—Y es más hermosa en ti —dijo, con la voz enronquecida.

Alcé la vista y nuestros ojos se encontraron. Su cabeza estaba inclinada hacia adelante, su frente casi tocaba la mía y su cabello alborotado me hacían cosquillas en la frente.

Podía sentir su aroma fresco y varonil invadiendo todos mis sentidos. Su aliento cálido me rozaba la mejilla y sus ojos se habían oscurecido varios tonos.

Mis ojos se posaron en sus labios mullidos, rojos y entreabiertos y cuando alcé la vista a sus ojos, me di cuenta de que él miraba mis labios.

Cerré mis ojos y sentí su frente pegándose a la mía. —Pídeme que me detenga —suplicó en un
susurro ronco.

Abrí la boca, pero las palabras no salieron de mis labios. No quería que se detuviera. —Uli... —fue lo único que pude pronunciar.

Su nariz rozó la mía suavemente sentí su aliento mezclándose con el mío. —E-Esto no está bien...
—tartamudeé.

—Lo sé —respondió él, con la voz cada vez más enronquecida—. Pídeme que me detenga, Nicole. No podré detenerme si no me lo pides.

—N-No —gemí, sintiendo como toda mi mente se drenaba de pensamientos coherentes y sensatos.

—Nicole...—susurró en una súplica, pero sus labios rozaron los míos. Apenas fue perceptible.

Apenas si sentí el pequeño roce y todo mi cuerpo se tensó en respuesta. Mis labios hormigueaban por su contacto y quería más.

Quería mucho más.

—¡Nicole!, ¡Apresúrate! —la voz de Abril en la planta baja me hizo soltar una maldición y Ulises desvió la mirada, recomponiéndose.

—L-Lo siento —masculló y se dirigió a la puerta.

Me quedé un segundo sin aliento antes cerrar mis ojos con fuerza y regañarme mentalmente por lo que había estado a punto de hacer. Él acaba de terminar una ¿Relación?

Y lo que más me preocupaba era una cosa: No había tenido remordimiento de conciencia alguno.

¿Por qué no sentía ninguna clase de remordimiento?

Aunque Puedas Verme #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora