12- ᴛʜʀᴏᴜɢʜ ᴊᴇᴀʟᴏᴜꜱ ᴇʏᴇꜱ

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𝟭𝟮𝟵 𝗗. 𝗖. 𝗞𝗶𝗻𝗴'𝘀 𝗟𝗮𝗻𝗱𝗶𝗻𝗴

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Sus labios encontraron los de él una vez más, pero esta vez no era solo un beso. Era una marea, una tormenta que amenazaba con arrastrarlos a ambos. Su respiración se entrecortaba mientras sus labios bajaban por su mandíbula, dejando un rastro suave, casi imperceptible, que parecía prender fuego a cada parte de su cuerpo. Aegon, al principio, seguía resistiendo, su cuerpo rígido bajo el peso de su esposa, pero no podía ignorar la manera en que ella lo reclamaba, como si con cada beso, con cada toque, estuviera atando su alma a la de él.

"Visenya... " murmuró, casi en un suspiro, su voz ronca, pero apenas audible, mientras la miraba con esos ojos que siempre parecían distantes, como si habitara en un lugar al que ni siquiera ella pudiera llegar.

Ella no respondió. En su lugar, inclinó su cuerpo, apretándose más contra él, sintiendo la conexión entre ambos de una forma que trascendía lo físico. Su aliento era cálido contra la piel de su cuello mientras sus labios descendían, lentos, pausados, como si quisiera saborear cada segundo. Pero debajo de esa calma, había una urgencia que no podía contener. La tensión crecía con cada momento, con cada caricia, mientras sus dedos trazaban líneas invisibles por su pecho, dibujando el deseo que la consumía.

El cuerpo de Aegon respondió antes que sus palabras. Aunque sus manos seguían en un intento débil de alejarla, Visenya podía sentir cómo su resistencia se desvanecía, cómo cada vez sus gestos eran más torpes, menos decididos. La rendición se filtraba en él, y ella lo sentía, con cada respiración, con cada suspiro que escapaba de sus labios. Se deleitaba en ese control, en esa entrega que, aunque lenta, estaba comenzando a florecer bajo su toque.

Sus manos bajaron más, explorando territorios que ambos conocían bien, pero que esa noche se sentían diferentes. Aegon cerró los ojos, y aunque su rostro aún mostraba la sombra de la duda, su cuerpo ya no mentía. El deseo que había en él comenzaba a despertar, como brasas avivadas por el viento.

Visenya lo sentía, lo sabía, y sonrió contra su piel antes de volver a besarle los labios, esta vez con una pasión que no dejaba lugar a dudas. Lo quería todo. Lo quería ahora. Cada movimiento, cada roce, era una promesa de lo que estaba por venir. Sus caderas se movieron, lentamente, encontrando el ritmo natural de una danza que ambos conocían demasiado bien, pero que esa noche llevaba un matiz distinto, más oscuro, más voraz.

Y en ese silencio, donde solo el fuego crujía en la distancia y sus respiraciones llenaban el aire, Visenya dejaba que su control sobre él se consolidara. Cada toque era una declaración muda, cada beso un pacto silencioso. Esta noche, él no era el príncipe. No en esa cama. No en ese momento.

La tormenta dentro de ella se había desatado, y aunque sus gestos seguían envueltos en una suavidad engañosa, había algo indomable, algo feroz en la manera en que lo reclamaba. Aegon, aún a medio camino entre la rendición y la resistencia, solo podía sucumbir, atrapado en la red que ella había tejido con cada beso, con cada susurro, con cada caricia que dejaba en su piel.

Y así, bajo el manto del silencio y la penumbra, Visenya continuó moviéndose sobre Aegon, sus cuerpos entrelazados en una danza que había comenzado en la penumbra, pero que ahora vibraba con una intensidad sofocante. El calor de la habitación se sentía espeso, y cada susurro, cada roce, era una llamada muda entre ellos. Aegon, ahora completamente despierto, no podía evitar sentir el magnetismo de su esposa. Aunque al principio había intentado resistir, algo en la forma en que Visenya lo tocaba, la manera en que reclamaba su cuerpo con tal seguridad, lo hizo rendirse finalmente.

𝖈𝖆𝖗𝖒𝖊𝖓 | ᴠɪꜱᴇɴʏᴀ ᴛᴀʀɢᴀʀʏᴇɴ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora