El viento de la tarde se colaba por las ventanas abiertas de la Fortaleza Roja, haciendo ondear los pesados tapices que colgaban de las paredes. La sala del trono, inmensa y majestuosa, parecía vacía pese a su grandiosidad. El eco de los pasos resonaba en el salón, pero el corazón de Viserys, estaba en silencio, atrapado en una tormenta que no encontraba salida.
Sentado en el Trono de Hierro, con la espalda encorvada bajo el peso de los años y la responsabilidad, su mente viajaba una y otra vez a los recuerdos que lo atormentaban. Viserys mantenía la mirada fija en la puerta principal, como si esperara que en cualquier momento, sus hijos cruzaran el umbral, pero la realidad era fría y cruel. No volverían.
Un suspiro largo y agotado escapó de sus labios. A lo largo de su vida, Viserys había sido muchas cosas: un rey justo para algunos, débil para otros, pero siempre más rey que padre
Para Rhaenyra, todo había sido diferente. Ella era su orgullo, su primera hija, la única que había logrado ganarse su verdadero afecto. La niña que siempre había sido la luz de su vida, su sol, su razón. A ella, siempre la había amado con una devoción que no supo dar a los demás. Pero para el resto de sus hijos, eran simplemente eso, hijos que cumplían un papel dentro de su reino, no dentro de su corazón.
Rhaenyra siempre había sido la prioridad. Todo lo que hacía, cada decisión que tomaba, giraba en torno a asegurar el futuro de su hija. Su Rhaenyra. Los otros hijos, aquellos a los que nunca había sabido amar, se habían ido. Le habían sido arrancados. Y con su partida, dejaron un vacío que nada podía llenar. Pero ahora, mientras la soledad lo devoraba lentamente, comenzaba a comprender el precio de su parcialidad.
Y eso lo atormentaba. ¿Cómo podía ser que amara tanto a una y tan poco a los otros? ¿Cómo podía haber permitido que la distancia creciera entre él y sus demás hijos? Cada uno de ellos, con sus propios sueños, sus propios dolores, había buscado algo más allá de él, más allá del hombre que los había criado, o más bien, descuidado. Los había dejado crecer en un mundo donde su amor no era suficiente, donde su atención siempre parecía reservada para alguien más.
"Soy el rey," se recordó a sí mismo en voz baja. "Mis deberes están aquí. El reino viene primero." Pero incluso mientras esas palabras resonaban en su cabeza, sabía que eran vacías. ¿De qué servía ser rey si había perdido a sus hijos?, Todo se había desvanecido.
Un fuego de ira y frustración empezó a arder dentro de él. Había intentado, lo había intentado tanto. ¿Cómo era posible que no pudiera controlarlo todo?. Ni sus súbditos, ni sus vasallos, ni sus consejeros habían sido capaces de prever el abandono de sus hijos. "El Rey Targaryen, incapaz de mantener su propia familia unida," pensó con amargura, sus dedos crispándose en los bordes del trono.
Tres años habían pasado desde que sus hijos habían abandonado Desembarco del Rey. Tres largos años en los que la Fortaleza Roja se había convertido en una prisión de silencios y fantasmas.
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𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐀𝐍𝐃 𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐀𝐋 𝐅𝐎𝐑𝐄𝐒𝐓𝐒
FanfictionEl destino de la casa Targaryen cambió aquella noche. En la que un Rey Élfico tomó bajo su poder a cuatro príncipes de la dinastía Targaryen, que crecían en medio de las diferencias, la oscuridad e intrigas de la corte. Una familia se rompió aquella...