~ Parte V ~

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Sara sintió como un balde de agua fría le era aventado. La respiración se le atoró de golpe y dio dos pasos hacia atrás paralizada, mientras el delgado sentía la ausencia de su calor en el momento que uno de los policiales se acercó a arrestarlo.

— Sara — jadeó volteando a verla, su rostro se había vuelto pálido de repente y las lágrimas ya eran un descontrol corriendo por sus mejillas. —Respira — le pidió — Tienes que estar tranquila. — le rogó con el ritmo cardiaco alterado, el miedo de que esta situación afectara su proceso.

A lo lejos como si fuera un eco en sus oídos escucho a los oficiales declararle sus derechos, pero su mirada estaba en su esposa la cual cada vez veía más pálida.

— Sara, te necesito tranquila. — le volvió a pedir. — Y necesito que llames a Ricardo y le expliques la situación, pero sobre todo te necesito tranquila. — rogó, mientras lo obligaban a darse la vuelta y a retirarle la mirada.

— Sebastián — la escuchó jadear. Luego sintió como sus pequeños brazos se aferraba a su brazo y sollozaba. — No se lo lleven, él es inocente. — esas palabras se adentraron en sus oídos y se reprodujeron en su cabeza como un eco. Ella confiaba en él...
— Sebastián. — mientras un oficial la retenía con suavidad y los otros dos comenzaban a llevárselo. Un gemido se escapó de sus labios y la vio doblarse para sostener su vientre.

Su milagro...

Ella intentó recuperarse, pero otro gemido mucho más agudo volvió a escaparse. Seguido de un líquido caliente que comenzaba a mojar sus piernas y a empapar el suelo.

—¡Sara! — grito, intentando soltarse. Sus ojos conectaron con los de la castaña y vio el pánico en su mirada, aún no era tiempo. — Por favor, nuestro bebé está en peligro, déjeme ir con ella. — rogó, pero los oficiales no lo dejaron ir. En cambio el que había ayudado a alejarla de sus brazos la sostuvo, tomando su radio para solicitar una ambulancia.

— Ya viene la ayuda, el oficial Ramírez permanecía con ella. — comentó el que aún lo sostenía señalando a su compañero. Sebastián no podía dejar de ver el rostro compungido de su esposa, mientras se mordía los labios intentando controlar sus gemidos de dolor. — Todo estará bien.

— ¡Sara, te amo! —gritó mientras era arrastrado fuera de casa. —¡Cuida a nuestro milagro! — fue lo último que escuchó la castaña antes de que una nueva contracción la hiciera partirse en dos y gritar.

— ¿Oh por Dios, Sarita que pasó? — la voz de Carmen se escuchó como un eco lejano que si no fuera por el calor de sus brazos cubriéndola pensaría que estaba alucinando.

—Sebastián... Carmen, se llevaron a Sebastián. — lloró. — lo acusan de matar a Patricia. La peli negra palideció. —Tenemos que ayudarlo, hay que llamar a Ricardo. —se aferró a sus brazos mientras se rompía de dolor. Gotas de sudor deslizándose por sus sienes. Carmen asintió acariciando su mejilla.

— Y lo haremos, tranquila. — alejando su estupor para ayudarla, a lo lejos escucharon el sonido de la ambulancia. — Debes estar tranquila, ayudaremos a Sebastián, pero por tu bebé debes estar tranquila ¿si? — la voz le salió atropellada por los nervios, mientras un grupo de paramédicos entraba guiados por Susana y entre ellos y el oficial que aún la sostenía la ayudaron a subirse a la camilla. —Sara, tranquila. — Carmen soltó su mano, sin saber que hacer. Si acompañarla o ir por ayuda para Sebastián.

— ¡Mamá! — Lucía llegó a su lado dejando caer su bolso al suelo de la desesperación. —¿Qué pasó, mamá? — cuestionó.

— Lucía ve con ella, no la dejes sola y consigue que se mantenga tranquila. — la muchacha volteó a ver a su tía pidiendo una explicación, pero no había tiempo. Los paramédicos habían notado algo de sangrado bajar por sus pálidas piernas y era de suma urgencia llevarla al hospital.

Cuando nace el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora