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Ace es bonito, sus pecas le dan un aspecto dulce, los bucles en su esponjoso cabello negro que lo asemejan a un cachorrito esponjosito, sus adorables mejillas regordetas al comer, es como un dulce y pequeño hámster.

Un suspiro sale de la boca del rubio que no deja de observar con melancolía la enfermería donde se encuentra aquel pequeño pecoso.

Ace es adorable, como un niño pequeño, es adorable cuando, al sentirse inseguro, toma nuestras manos para caminar, tan tierno moviendo esos enormes ojos de cachorro, sus largas pestañas lo hacen ver aún más inocente.

Es fuerte, determinado y tiene manera de líder, un líder que yo jamás podré ser.

Es por eso que mi cuerpo arde en ira contenida después de esa noche. Y es que no puedo entender cómo puede haber tanta basura en este mundo, no entiendo como un idiota en el que todos creían puede lastimar a un ser tan frágil, tan pequeño.

-Co-comandante Marco- Un pirata hablo con miedo a su espalda, algo que lo hizo despegar su vista de aquél precioso ser solo para pasarla a algo seguramente inútil.

Los afilados ojos azul profundo congelaron al pirata novato, haciéndolo soltar algunas lágrimas de miedo, se sentia realmente inferior a este peligroso hombre -Yo~.... su, su mano-

Marco miro con una ceja alzada la madera prácticamente pulverizada bajo su fuerza, gotas de sangre caían, pero él no sentía dolor alguno, sin despegar la mirada de aquél inexperto chico soltó su mano, la sacudió y luego se cubrió de llamas azules al igual que lo hizo su sangre.

-¿Mejor? Yoi- el hombre solo asintió temeroso, antes de salir corriendo despavorido.

-¡Bien, idiotas, se acabó el descanso yoi!-

Con aquel grito, todos los piratas, incluido el capitán, se cuadraron a la orden del rubio, tan imponente. Solo habían estado aquí tres días desde ese fatídico día, pero era suficiente para darse cuenta como el primer comandante parecía sumido en arrepentimiento.

Marco, un alfa imponente, posesivo y por demás, extra dominante, con una voz de mando que doblega incluso a Garp, Kaidou, Big mom y Akagami no Shanks, únicamente rivalizando como iguales ante el rey obscuro Reilly y el ex rey pirata Roger. Se dice que cuando solo tenía 7 años, el "chico" (ya que nadie cree que sea 100% humano) ya peleaba mano a mano contra el almirante de flota en turno.

Aquel fénix imparable, el mismo que contiene un poder aterrador, el mismo que algunos creían, era la reencarnación de Rocks D. Xebec, quién había regresado de la muerte para tomar venganza de aquellos que lo emboscaron. Sus ojos podían helar tu alma, su voz, doblegar tu espíritu y sus feromonas.... Podían controlarte como a una marioneta. Su carácter es frívolo, su cara denota atasgo, como si la vida misma no fuera lo suficientemente atrayente.

Es el mismo fénix que parece querer rogar perdón. Y eso, hace la situación más aterradora.

[...]

Recuerdo la primera vez que llegue a ti.

Estaba infiltrado en su pequeña base de mercenarios. Los Spades no tenían mucho, pero eran conocidos por ser gentiles, nunca atacaban inocentes, pero un pequeño detalle en la isla del viejo emperador, los trajo a esto.

Tenía teñido el pelo, no contaba con mi característico peinado, deje crecer mi cabello de modo parejo un poco más arriba de mis hombros, los bucles en mi cabellera castaña me hicieron ver mucho más joven.

Su misión era infiltracion y recolección de información, Teach les dijo que el chico simplemente llegó ebrio con su tripulación comenzando el inicio del desastre en la isla, una suerte que estuviera él ahí.

Teach nunca le ha caído bien, por eso acepto la misión de reconocimiento, así evitaría derramar sangre inocente, en dos días desde su primer intrusión el jefe/capitán de los Spades no se encontró en la base.

Recuerdo la primera vez que le vi, todo pareció detenerse. No fue uno de esos momentos en los que el corazón se acelera, ni una de esas miradas que queman al encontrarse. Fue algo más profundo, más sereno. Parecía como si todo lo demás se desvaneciera en tu presencia, no porque quisieras robar el protagonismo, sino porque simplemente... existías. No había arrogancia en tu andar, ni ese aire forzado de alguien que busca llamar la atención.

De alguna forma, todo el espacio a tu alrededor se adaptaba a su ritmo, como si el universo entero supiera que debía ajustarse a tu calma, a esa paz que emanaba sin esfuerzo.

Me preguntaste si me encontraba bien, te veías preocupado, tu segundo al mando te dijo que me encontraron naufragando, esa era mi coartada...

Recuerdo que solo pude decir "Perdoname por asustarte" tu me miraste incrédulo, riendo, despeinado mi cabello y sonreiste.

Me encontré a mi mismo perdido, observando, intentando descifrar qué era lo que lo hacía tan magnético.

No era su apariencia, aunque había algo indudablemente atractivo en su ser. Era la manera en la que escuchaba a la gente, esa atención absoluta, como si quien estuviera frente a él fuera lo más importante en ese momento. Sus ojos, juguetones pero llenos de sabiduría, captaban todo, no solo las palabras, sino lo que no se decía.

Las personas te rodeaban buscando paz, varios cachorros acudían a ti para jugar, eres como un ángel guardián.

Esa tarde, mientras la charla fluía en nuestro grupo, me di cuenta de que él no buscaba brillar, sino comprender, ayudar a todo aquel que lo necesite.

Dos niños comenzaron a pelear por un juguete, pensé en intervenir con mi voz, pero Deuce me detuvo, sonriendo, solo haciendo un gesto para que volteara a verte.

Entonces hablaste, y fue como si una claridad luminosa atravesara la conversación. Su voz, suave pero firme, envolvía cada palabra con una certeza tan profunda que el resto de nosotros quedó en silencio, no por la fuerza de su tono, sino por la fuerza de su razón.

De alguna manera, lograba simplificar lo que parecía complicado, devolviéndole a cada cosa su sentido más puro. Era como si entendiera las cosas a un nivel que iba más allá de lo evidente. Cada palabra suya era como un hilo, tejiendo hilos de calma en medio del caos de la vida.

Esos pequeños se volvieron mejores niños gracias a ti, estoy seguro.

Habías adoptado a la gente de nuestra isla, eso no es algo que alguien malo pueda hacer, les dabas refugio, ellos parecían tan agradecidos contigo.

Miles de preguntas rodearon mi cabeza pero no fue hasta más tarde, cuando la noche empezó a caer y los demás comenzaron a dispersarse, que entendí lo que realmente te hacía tan especial.

Te quedaste a ayudar, a ordenar las cosas sin que nadie te lo pidiera. Hubo una naturalidad en su gesto, una entrega silenciosa pero evidente. No necesitaba reconocimiento ni aplausos, simplemente hacía lo que sentía que era lo correcto. Y yo, sin saber cómo ni cuándo, me sentí arrastrado hacia esa energía, hacia esa forma de vivir tan llena de generosidad.

No pasó mucho tiempo antes de que nuestras conversaciones se volvieran habituales. No eran conversaciones largas ni profundas al principio, pero siempre estaban llenas de una chispa que encendía algo dentro de mí. Su sentido del humor, siempre presente, hacía que el día más gris tuviera al menos un toque de luz. Su risa era contagiosa, pero no esa risa estridente, sino una que te envolvía en una calidez suave, como si todo, de repente, tuviera sentido.

Y luego, estaban esos momentos en los que me sorprendía en silencio, mirándolo, intentando entender cómo alguien podía ser tan… bueno.

No perfecto, porque nadie lo es, pero tan intencionado, tan capaz de equilibrar una fuerza imparable con una ternura tan profunda. Era fuerte, no porque buscara imponer su voluntad, sino porque sabía cuándo resistir y cuándo ceder. Era esa fuerza la que me mantenía anclado a él, esa certeza de que, pasara lo que pasara, él no se rendiría.

Mi lindo Omega ❤️‍🔥 Mi dulce AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora