Tú cuerpo parecía tan débil, te veías tan pequeño, me acerque a ti, pero tú reacción me detuvo. Me esquivaste.
—No deberías esforzarte tanto yoi— respondí, más preocupado por tu salud que por cualquier otra cosa. Después de todo, habías estado al borde de la inconsciencia apenas unas horas antes.
—Estoy bien— me aseguraste. —Solo necesito un poco de aire para pensar—.
Asentí, sabiendo que cuando algo se te metía en la cabeza, no había manera de hacerte cambiar de opinión. Así que caminé a tu lado, en silencio, mientras nos dirigíamos hacia la proa. El viento soplaba suave, meciendo las olas que rompían contra el barco. El sonido del agua siempre había tenido un efecto calmante en ti, y esperaba que en ese momento te diera algo de paz.
Nos sentamos allí, uno al lado del otro, yo me mantenía un poco alejado, sin decir nada durante un rato. Solo el sonido del mar y el viento llenaba el espacio entre nosotros.
Mi mente no paro de repetir mi error, mis ojos continuaron húmedos.
Finalmente, rompiste el silencio.
—Marco— dijiste, con la vista fija en el horizonte, —no puedo evitar pensar en todo lo que ha pasado. En lo que nos ha traído hasta aquí—.
No respondí de inmediato. Sabía que necesitabas hablar, y aunque cada palabra que dijeras podía ser una puñalada, también sabía que era necesario. El silencio no resolvería lo que había entre nosotros. Así que apreté mis manos, no quería simplemente llorar sin más.
Pensé en tirarme a tus pies para rogar perdón, quería que me golpearas, que me gritaras lo monstruoso, enbustero y rastrero que fuí, quería sentir tu odió. Creí merecerlo. Pero al encarar tu rostro, te diste cuenta.
—No te estoy pidiendo que te disculpes otra vez —continuaste, adivinando mis pensamientos. —Solo... quiero entender. ¿Cómo llegamos a este punto?— Sobaste delicadamente mi mano.
Tomé una respiración profunda, tratando de ordenar mis pensamientos y calmarme. Era una pregunta justa, una que yo mismo me había hecho muchas veces.
—No lo sé —respondí finalmente—. Todo se complicó tan rápido. Primero era solo una misión. Una misión sencilla, pensé. Pero luego llegué aquí, y te conocí, y de alguna manera... todo cambió.
Me miraste, esperando que continuara.
—Ya no se trataba solo de la misión— admití con una sonrisa acuosa. —Se trataba de ti, de esta isla, de lo que habías construido aquí. Quería protegerte, protegerlos a todos. Pero en algún momento, olvidé la misión, olvidé quién era yo fuera de este lugar. Y entonces todo se salió de control—.
Más lágrimas bajaron por mi rostro, mis manos temblaban —Yo, yo lo arruine todo— respire un momento, cerrando los ojos espere que me golpearas, —lo siento—.
Tú solo guardaste silencio por un momento, procesando mis palabras. Sabía que entenderlo no significaba que fuera más fácil de aceptar, pero al menos estaba siendo honesto.
—Nunca esperé que me protegieras— dijiste finalmente, con una suave melancolía en tu voz. —Solo quería que fueras honesto conmigo—.
Sentí un nudo en mi garganta, pero lo único que pude hacer fue asentir. Tenías razón. Había ocultado la verdad, creyendo que de alguna manera, al protegerte de ella, estaba haciendo lo correcto. Pero la verdad siempre encuentra la manera de salir a la luz, y cuando lo hace, el daño suele ser mayor.
—Lo lamento —dije con sinceridad, mirando el mar—. Lamento no haber confiado en ti lo suficiente para decirte la verdad desde el principio.
—Yo también lo lamento —murmuraste, y cuando te miré, tus ojos reflejaban la misma tristeza que sentía yo.
Nos quedamos en silencio un rato más, dejando que el sonido del mar llenara el vacío de nuestras palabras. Comenzaste a levantarte lentamente, parecías tan cansado, tan triste.
Partimos nuevamente hacia la enfermería, el silencio de la tarde volvió a reinar, yo solo intentaba contener mis patéticos sollozos.
Al llegar a la habitación privada te conté todo, ya no había más secretos que abrir, llore tanto esa noche, tú, siendo tú, me acunaste entre tus brazos, me permitiste dormir a tu lado, por primera vez me sentí completamente amado.
Al día siguiente desperté con tus caricias sobre mi pelo, aún tengo espinas muy adentro del corazón.
Esta mañana, decidí sacar una, me abrace un poco más a ti, pareció sorprenderte, aún así no paraste.
—¿Te arrepientes de haber confiado en mí?— Pregunté con voz quebrada y ronca, sin atreverme a mirarte directamente. Había estado cargando con esa duda desde que todo sucedió.
Tus caricias se detuvieron un momento y repiraste antes de responder. Sabía que no eras alguien que respondiera a la ligera. Siempre pensabas en tus palabras, en cómo estas afectaban a los demás.
—No me arrepiento de haberte conocido, Marco— dijiste finalmente, con una suavidad que me sorprendió —Pero no voy a mentirte. Me duele lo que pasó, me duele que no hayas confiado en mí desde el principio—.
Sentí cómo mi pecho se apretaba al escucharte. Sabía que habías dicho eso no para herirme, sino porque era la verdad. Y aunque lo aceptaba, seguía siendo difícil.
—Pero también entiendo por qué lo hiciste— continuaste, esta vez girándote para mirarme. —Y sé que no soy el único que lleva cicatrices en esta historia—.
Nos quedamos en silencio por un rato, el sonido de las olas llenando el espacio entre nosotros. Quería decir tantas cosas, explicarte una vez más que mi intención nunca había sido hacerte daño, que todo lo que hice fue por el bien de tu gente. Pero al final, las palabras parecían inútiles. Ya las habíamos dicho todas. Lo único que quedaba ahora era lo que decidíamos hacer con ellas.
—¿Qué pasa ahora?— Pregunte con miedo, repitiendo la pregunta que yo mismo hice.
Tomé aire, sintiendo el peso de tus palabras. Sabía que este era un momento crucial, que lo que dijeras podría determinar si realmente podríamos sanar y seguir adelante.
—Ahora... reconstruimos—respondiste, te mire a los ojos, tú tenías una determinación renovada. Eso me hizo levantarme de la camilla compartida, solo quería admirarte.
—Marco— dijiste, tomando mis manos. —Quiero quedarme a tu lado, tengo mucho miedo— admitiste con ojos cristalinos —aun así, yo sigo creyendo en ti—
Me arroje a tus brazos, prometiendo que ahora lo haré mejor, cuidare de todos, ya jamás te harán daño, yo nunca lo permitiré.
Después de algunas horas en calma, me arrodille ante ti, tus ojos sorprendidos me miraron mientras tomaba tu pequeña mano, fuego azul y fuego rojo se arremolinaban sobre nuestra unión.
—Te juro, mi vida, que yo seré tu escudo en las dificultades, tu espada en los conflictos, tu refugio en la tormenta, seré tu calma cuando sientas que todo se desmorona y tú fortaleza en los tiempos difíciles. Seré quien te sostenga cuando las tormentas arrecien y quien te eleve cuando las victorias lleguen. Porque en cada batalla, en cada desafío, lucharé a tu lado, no solo con mi fuerza, sino con todo mi ser. Porque así como tú has sido mi luz en la sombra, mi paz en la guerra, yo prometo ser tu fortaleza en la adversidad y tu consuelo en la angustia—.
Cada uno contenía la inicial contraria, la dichosa marca del fénix, una promesa de amor verdadero.
Tus labios temblaron pronunciando mi nombre, no era tristeza, al menos no por lo que dije, me levanté despacio para no asustarte, tome cuidadosamente tu carita con mi mano para limpiar tus lágrimas.
Bese tu frente por vez primera. —No habrá batalla que enfrente sin pensar primero en ti yoi, porque tú eres mi mayor razón para luchar—.
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Mi lindo Omega ❤️🔥 Mi dulce Alfa
FanfictionAce es lindo, este es el primer pensamiento que invade a todo aquel que lo ve. Y también muy fuerte... Esa es normalmente la segunda parte del primer pensamiento.