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—Está bien, ratas holgazanas, muevan sus apestosos culos, yoi—.

Marco, como siempre, domina el ambiente con su voz potente y firme, y la tripulación, aunque acostumbrada a su autoridad, jamás se atreve a desobedecer.

—Aseguren las provisiones, carguen las armas yoi—

Su tic característico aparece, pero no disminuye la intensidad de sus órdenes. La pequeña aldea frente a ellos parece tranquila, pero Marco no deja margen para errores.

Mientras tanto, Ace está oculto junto a Deuce. —Ace, sé lo que sientes por él, pero tienes que recordar que Marco solo ha sido tan cariñoso cuando estaban a solas o cuando jugaba su papel frente a los demás. ¿Cómo puedes estar seguro de que no te hará daño? Los piratas bajo su mando corren de un lado a otro, atendiendo cada palabra sin titubear, es algo.... Aterrador—.

Ace traga saliva, su corazón late con fuerza, pero su confianza en Marco es firme. —Yo creo en él— responde con un susurro, aunque la duda de su amigo sigue resonando en su cabeza.

Deuce levanta una ceja, incrédulo. —¿En serio crees que si te acercas ahora, cuando está dando órdenes como si fuera un rey en su trono, y le dices que necesitas cariño, te aceptará sin más? Nadie, ni siquiera el capitán, se atreve a interrumpirlo en este momento ¿Y tú irás frente a toda la tripulación por mimos?—.

Ace siente la presión, pero algo dentro de él le dice que Marco jamás lo rechazaría, que hay un espacio en el corazón del comandante reservado solo para él.

Decidido, con el rostro aún lleno de incertidumbre, aprieta sus manitas y da un paso adelante.

—Marco— grita, su voz quebrándose un poco por los nervios, Marco gira hacia Ace, su mirada penetrante pero llena de curiosidad ante el ligero titubear de su pecoso. Ace aprieta sus manitas alrededor de su camiseta y sale de su escondite a pasos pesados, llamando rápidamente la atención del fénix.

El aire parece coajarse ante el miedo de los veteranos, pero Ace no cedera ahora.

—¡Ven aquí!—. La orden es tan inesperada que incluso los piratas más curtidos dejan de moverse por un segundo, sorprendidos por la audacia del joven.

Deuce queda boquiabierto, sin poder creer lo que está viendo. —¿Pero qué hace este loco?— murmura para sí mismo, aterrorizado por lo que pueda pasar, está demasiado asustado cuando Ace grita el nombre del primer comandante seguido de un "¡Ven aquí!" y este se comienza a mover hacia ellos, trata de tomar a Ace pero el pecoso simplemente lo esquiva, levantando su carita, mostrando aquel triste puchero junto con sus ojitos cristalinos.

El silencio se puede cortar con un alfiler, solo tienen tiempo de ver un borrón dorado, y luego la enfermería, ambos menores están confundidos mientras el mayor, junto a varias enfermeras intentan averiguar que les pasó.

—¿Alguien fue malo con ustedes?— la primera pregunta llega demasiado rápido, las enfermeras parecen genuinamente preocupadas por sus lágrimas.

—¿Qué... qué acaba de pasar?— murmura Deuce, confuso.

—¿Se sobrepasaron? Sí es así, seguro que nuestro comandante lo arreglará— Deuce solo niega de forma apresurada, Marco parece observarlos con recelo calculador, es como si los estudiará.

—Pe-perdón, yo... solo quería estar contigo— la vocecita de Ace fue pequeña, tan triste, eso rompe el corazón de cualquiera, —Por favor... no te enojes conmigo—. Un pequeño sollozo se escapa de sus labios, solo quiere llorar.

Marco, sin decir una palabra, se agachó junto a la camilla de Ace, tomando su carita con ambas manos. Con ternura infinita, limpia las lágrimas del pecoso con sus pulgares, mientras lo mira con unos ojos llenos de amor. —Pastelito—, murmura con suavidad, sin preocuparse por quién lo escucha. —Me alegra tanto que nadie te haya hecho daño yoi— susurra el fénix, aliviado.

Mi lindo Omega ❤️‍🔥 Mi dulce AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora