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Cuando Falin y Marcille le contaron la noticia a Laios, fue como si una tormenta de emoción se desatara dentro de él. Los ojos de Laios se abrieron de par en par, su mandíbula cayó casi hasta el suelo y por un segundo, el tiempo pareció detenerse. Su hermana, su querida hermana, y su mejor amiga se iban a casar. ¡Iban a ser una familia! En su mente, todo era perfecto, como el final más feliz de cualquier historia.

—¡¿Qué?! —gritó, con una mezcla de sorpresa y pura euforia—. ¡¿Se van a casar?!

Falin y Marcille, sentadas en el gran sofá del salón, compartieron una mirada divertida. Sabían que Laios reaccionaría de manera explosiva, pero la intensidad de su entusiasmo seguía siendo sorprendente.

—Sí, Laios —respondió Falin con una sonrisa tranquila—. Nos vamos a casar.

En lugar de contenerse, Laios comenzó a moverse frenéticamente por la sala, como si no supiera qué hacer con toda la energía que lo invadía. Sus pasos eran rápidos e irracionales, y parecía estar al borde de estallar de pura felicidad.

—¡Esto es increíble! ¡Mi hermana y mi mejor amiga! ¡Ahora tengo dos hermanas! —exclamaba, dando vueltas como un torbellino humano—. ¡Dos hermanas! ¡Y una boda! ¡Esto es lo mejor que ha pasado en la historia de todo el reino!

Falin se cubrió la boca para no reírse demasiado fuerte, mientras Marcille, divertida pero intentando mantener la calma, lo observaba con una leve sonrisa.

—Laios, por favor, tranquilízate un poco —dijo Marcille, aunque la escena era tan adorable que le resultaba imposible ser seria—. Solo tú lo sabes por ahora. Aún no lo hemos anunciado.

—¡¿Qué?! —repitió Laios, deteniéndose en seco, con los ojos desorbitados—. ¡¿Solo yo lo sé?! ¡Esto es una noticia que tiene que saber todo el mundo! —volvió a girar en círculos, como si no pudiera contener la necesidad de correr de inmediato por todo el reino y contarles a todos sobre la boda.

Falin soltó una carcajada, mientras Marcille ponía una mano sobre el brazo de Laios, tratando de calmarlo.

—Por favor, Laios, respira —le dijo Marcille con una leve risa—. Aún no hemos decidido cuándo contarlo. Queremos que sea un anuncio especial, con calma.

—¡Con calma! —Laios casi gritaba, aunque no por enojo, sino por pura emoción—. ¿Cómo esperan que esté calmado? ¡Esto es una locura! ¡Voy a ser el padrino! ¡Voy a tener dos hermanas! ¡Este es el mejor día de mi vida!

De repente, Laios se detuvo en seco y se giró hacia ellas, con los ojos brillando de una manera casi infantil.

—¿Puedo ser el padrino, verdad? —preguntó, casi con desesperación.

Falin sonrió, con un brillo en sus ojos que reflejaba todo el cariño que sentía por su hermano. Sabía que este momento era tan importante para él como lo era para ellas. Marcille, a su lado, asintió lentamente, con una mirada tierna.

—Por supuesto que serás el padrino, Laios —dijo Falin—. No podríamos imaginar a nadie más para ese puesto

Laios, al escuchar esas palabras, soltó un grito de pura alegría y corrió hacia ellas, envolviendo tanto a Falin como a Marcille en un abrazo demasiado fuerte, aunque lleno de amor.

—¡Voy a ser el padrino de mi hermana y mi mejor amiga! —exclamaba mientras las apretaba con fuerza—. ¡Esto es todo lo que siempre quise! ¡Una familia más grande, más unida!

—Laios, ¿podrías... Dejarnos respirar un poco? —bromeó Falin, aunque no dejaba de sonreír ante el entusiasmo abrumador de su hermano.

Laios finalmente las soltó, aunque no podía dejar de dar saltos en el mismo lugar, como un niño emocionado por su cumpleaños. Luego, se llevó las manos a la cabeza, con una expresión de asombro absoluto.

El Último Hechizo de Marcille | FarcilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora