Era el receso en S-TAR, y Aylín observaba desde lejos, con una mezcla de incomodidad y celos, cómo un chico de último año se acercaba a Luna, su novia.
El chico, alto y confiado, coqueteaba abiertamente con ella, mientras Luna, miembro de las Fixed sars, le respondía con cortesía, sin dejar de ser educada.
Aylín sintió una punzada en el pecho. No era la primera vez que veía a alguien intentar captar la atención de Luna, pero esta vez el chico no parecía dispuesto a rendirse fácilmente. Los gestos, las miradas, todo se sumaba a la incomodidad de Aylín. Su corazón latía más rápido. No iba a permitir que nadie, mucho menos ese chico, pensara que Luna no tenía dueña.
Con una oleada de valentía inesperada, Aylín se levantó de su lugar y caminó decidida hacia ellos. No tenía un plan claro, pero sabía que necesitaba hacer algo. Cuando llegó a su lado, el chico ni siquiera le prestó atención.
—Luna, ¿podemos hablar? —dijo Aylín, pero su voz estaba llena de determinación.
El chico, ahora dirigiendo su atención hacia ella, soltó una risa burlona.
—¿Quién es esta? —preguntó, como si Aylín no fuera digna de estar allí—. Oh, ya sé… la niña rara. Siempre te veo sola, como un alien perdido en esta escuela.
Aylín lo miró con calma, sin dejarse afectar por el insulto. Luna, quien ya comenzaba a notar el malestar de su novia, quiso intervenir, pero Aylín le hizo un gesto para que la dejara continuar.
—¿Sabes qué es interesante sobre los alienígenas? —dijo Aylín, con una serenidad que desconcertó al chico—. Que tienen una perspectiva del universo que los humanos apenas pueden comprender. Se mueven más allá de lo que ves, piensan más allá de lo que sabes. Y créeme, entender ese tipo de cosas... no está al alcance de todos.
El chico parpadeó, confundido.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó con un tono molesto—. Solo estás hablando tonterías, niña rara.
Aylín lo observó con una sonrisa leve, mientras Luna se esforzaba por contener la risa ante la respuesta tan inteligente de su novia.
—Eso es lo que pasa cuando intentas entender cosas que están fuera de tu alcance —replicó Aylín.
Aylín besó a Luna con firmeza, y cuando se separaron, el chico seguía allí, con una expresión de desconcierto. Su orgullo había sido golpeado frente a todos, y eso no iba a quedar así. Con una mueca amarga, dio un paso hacia Aylín.
—Vaya, parece que al alien le gusta besar en público —dijo con un tono ácido—. Pero eso no cambia nada. Luna merece algo mejor que... tú.
Luna dio un paso adelante, con el ceño fruncido, dispuesta a defender a Aylín.
—¿Perdón? —espetó Luna, su voz firme y desafiante—. No tienes ni idea de lo que estás diciendo. Si crees que puedes hablar así de Aylín y salir impune, estás muy equivocado.
Aylín levantó una mano suavemente, interrumpiendo a Luna antes de que la situación escalara. Aunque apreciaba el instinto protector de su novia, sentía que podía manejar esto por sí misma.
—Manut P’, está bien —dijo Aylín con una voz tranquila, usando su apodo cariñoso para calmar a Luna—. No necesito que te ensucies con esto. Puedo defenderme.
El chico soltó una risa seca, claramente disfrutando de la tensión.
—¿Vas a defenderte sola? —se burló—. ¿Con tus palabras raras? Vamos, ni siquiera entiendes lo que está pasando aquí. Eres... rara. Extraña. Un alien, como dije antes.
Aylín lo miró de frente, sus ojos fijos en los de él, sin miedo. Sabía que no necesitaba gritar ni responder con insultos para enfrentarse a alguien como él.
—Rara, ¿eh? —repitió Aylín, con una calma que empezaba a incomodar al chico—. La rareza es relativa. Para un alien, tú serías el raro. Tal vez tu idea de lo que es normal está limitada por lo que conoces. Si supieras un poco más sobre el universo, sobre las infinitas formas de ser... tal vez podrías entender que hay más de una manera de vivir. Pero eso es algo que, al parecer, está fuera de tu alcance.
El chico frunció el ceño, claramente frustrado porque no lograba intimidarla como esperaba. Intentaba procesar lo que Aylín le decía, pero su mente no alcanzaba a entender la profundidad de sus palabras.
—¿De qué demonios hablas? —gruñó—. Siempre estás diciendo tonterías, ¿no te cansas de hablar como un bicho raro?
Luna, que aún se mantenía alerta, apretó los puños. Quería intervenir de nuevo, pero Aylín la miró de reojo, transmitiéndole con una mirada que todo estaba bajo control. Sabía que, aunque las palabras del chico eran crueles, ella era más fuerte de lo que él creía.
—No es necesario que lo entiendas —respondió Aylín, con una sonrisa tranquila—. Lo importante es que yo sé quién soy. Y lo que soy... es la novia de Luna.
El chico apretó los dientes. Había agotado su paciencia y, sin pensar en las consecuencias, dio un paso más cerca de Luna, extendiendo su mano para envolverla por la cintura, como si quisiera hacer una última demostración de poder.
Pero antes de que pudiera tocarla, Aylín se movió con agilidad, interponiéndose entre ambos. Sin dudarlo, tomó a Luna de nuevo por la cara y la besó una vez más, esta vez más intensamente, dejando claro a todos los presentes quién era la dueña del corazón de Luna.
El chico se quedó paralizado, incapaz de reaccionar mientras todos los estudiantes alrededor comenzaban a murmurar, algunos sorprendidos, otros emocionados por el espectáculo.
Cuando Aylín se separó de Luna, la miró directamente a los ojos con una sonrisa segura.
—Se que siempre seré tu Alien favorita mi Luna —susurró Aylín con una suavidad que sólo Luna pudo escuchar.
Luna sonrió, claramente impresionada, y se giró para mirar al chico con firmeza.
—Por si no quedó claro —dijo Luna, su voz resonando en el patio—, yo pertenezco a Aylín. Y si vuelves a faltar al respeto a mi novia, te aseguro que no seré tan educada la próxima vez.
El chico miró a ambas con odio, pero al ver las miradas de los demás estudiantes y sentir que había perdido el control de la situación, decidió retirarse, murmurando maldiciones entre dientes.
Cuando se fue, Luna suspiró profundamente y se acercó más a Aylín, tomando su mano.
—Gracias por dejarme demostrar que puedo manejar esto sola Manut P'—dijo Aylín, con un toque de orgullo—. Pero admito que me gusta cuando te pones protectora.
Luna sonrió y le dio un pequeño beso en la mejilla.
—Me siento tan orgullosa de ti, Aylín. —dijo Luna, mirándola con ternura—. Dejaste en claro quién soy para ti. Y bueno... verte celosa me hace sentir cosas... cosas de otro planeta.
Aylín, con su rostro ahora más relajado, rió suavemente.
—Supongo que está es la ventaja de ser Humana.
Luna la abrazó con fuerza, y las dos se quedaron allí, rodeadas de murmullos y miradas, pero completamente ajenas a todo lo demás. Porque, al final del día, lo único que importaba era que se tenían la una a la otra.