Era una soleada mañana en el prestigioso colegio Elite Academy, conocido por educar a los hijos de las familias más adineradas e influyentes. Entre sus estudiantes estaban June y View, hijas de dos grandes amigos y socios de negocios, pero con personalidades completamente opuestas.
View era conocida por su humildad y amabilidad, características que había heredado de sus padres, quienes siempre le enseñaron que la riqueza no definía el valor de una persona. June, en cambio, era la niña mimada por excelencia. Desde pequeña, había sido la luz de los ojos de su padre, quien la complacía en todo. Aunque las familias de ambas eran muy cercanas, ellas no compartían una amistad sólida debido a sus diferencias.
June, con solo 5 años, corría emocionada por la sala de su enorme mansión, sosteniendo un catálogo de juguetes.
—¡Papi, papi! Mira este castillo de princesas. ¡Es perfecto! —dijo con ojos brillantes mientras le mostraba la página.
Su padre, sentado en un sillón de cuero, dejó de leer el periódico y se inclinó hacia ella con una sonrisa.
—¿Ese es el que quieres, mi princesa? —preguntó.
—¡Sí! ¿Puedo tenerlo? Por favor, por favor, por favor… —suplicó con su voz infantil y mirada tierna.
—Claro que sí, mi amor. Mi princesa debe tener todo lo que pide, desea y anhela —dijo él, acariciando su cabello.
Desde la cocina, la madre de June observaba la escena y se cruzaba de brazos.
—Deberías dejar de consentirla tanto, cariño. No le estás haciendo un favor —le advirtió.
—No puedo decirle que no a mi princesa —respondió él con una risa ligera.
June abrazó a su padre con fuerza.
—¡Gracias, papi! Eres el mejor del mundo.
Años después, esa misma dinámica seguía vigente. Ahora en preparatoria, June seguía siendo la niña consentida de su padre. Una tarde, al terminar clases, June se acercó a su padre con una sonrisa traviesa.
—Papi, quiero el último modelo del teléfono Galaxy y… un auto nuevo, por favor —dijo con un tono dulce.
—¿Un auto nuevo? ¿El que vimos el otro día? —preguntó su padre, intrigado.
—¡Sí! Me encantó ese. ¿Me lo puedes comprar? —preguntó, haciendo su mejor cara de "niña buena."
—Por supuesto, mi princesa. Lo tendrás para el fin de semana —respondió él sin dudarlo.
—Gracias, papi. Eres el mejor —dijo, dándole un beso en la mejilla.
Su madre, quien escuchaba desde el fondo, negó con la cabeza, murmurando para sí misma: "No tiene remedio este hombre…"
Todo cambió el día en que un maestro asignó un proyecto en parejas y, para la sorpresa de ambas, June y View tuvieron que trabajar juntas. Desde el inicio, las diferencias entre ambas fueron evidentes. Mientras View proponía ideas prácticas y bien estructuradas, June insistía en imponer su voluntad.
—Quiero que hagamos la presentación en colores pastel con brillitos —dijo June.
—Eso no tiene sentido para el tema de historia que nos asignaron —respondió View, con calma.
—¡Pero yo quiero que sea así! —replicó June, cruzándose de brazos.
—Pues no. No voy a hacer lo que tú quieras solo porque estás acostumbrada a que todos te digan que sí —dijo View, mirándola con seriedad.
El berrinche no se hizo esperar. June comenzó a pisotear el suelo y a gritar.
—¡Eres tan molesta! —exclamó.
—Y tú, una princesita berrinchuda —contestó View con un tono burlón.
—¡No me llames princesa solo mi padre puede llamarme asi! —gritó June, enojada.
—Yo no te llamé princesa. Dije "princesita". Gran diferencia —respondió View, sonriendo.
—¡Te dije que no me llames así! —repitió June, casi llorando de rabia.
—Ay, no llores. Pero creo que alguien tiene que enseñarte a dejar de ser tan berrinchuda —dijo View con un tono desafiante. Y antes de que June pudiera responder, View la sorprendió con un beso rápido.
June quedó completamente atónita, y antes de que pudiera reaccionar, View se marchó como si nada.
Horas después, View se reunió con sus amigas Milk y Earn en la cafetería del colegio.
—¿Entonces besaste a June? —preguntó Earn, incrédula.
—Sí, no sé qué me pasó. Solo quería que dejara de hacer berrinche —respondió View, encogiéndose de hombros.
—Pero ¿qué le ves? Es tan malcriada —comentó Milk, riendo.
—No sé… hay algo en ella. Tal vez sea su terquedad lo que me atrae —admitió View.
Milk y Earn se miraron y estallaron en risas.
—Estás loca, View. Pero bueno, suerte con tu "princesita" —dijo Earn, burlándose.
En su siguiente sesión de trabajo, las cosas no mejoraron. June seguía insistiendo en imponer su voluntad, y View, como siempre, se negaba. Esto llevó a otra discusión.
—No puedes besarme cada vez que quieras, ¿sabes? —dijo June, cruzándose de brazos.
—¿Por qué no? Me gusta hacerlo —respondió View, encogiéndose de hombros.
—¡Porque no puedes! —dijo June, enfurecida.
—Sabes, aunque seas una malcriada, me gustas mucho —confesó View, mirándola fijamente.
June se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Finalmente, murmuró:
—No sé cómo reaccionar cuando las cosas no salen como quiero. Mi papá siempre me ha consentido en todo.
View suavizó su expresión y se acercó.
—Tal vez sea hora de que aprendas que no siempre puedes tenerlo todo. Yo te ayudaré con eso —dijo con una sonrisa.
June no supo qué decir, pero algo en esas palabras la hizo sentir más tranquila.
Con el tiempo, la influencia de View comenzó a cambiar a June. Se volvió más amable y considerada con los demás. Un día, su padre le ofreció comprarle un auto nuevo y un teléfono, como de costumbre.
—Gracias, papi, pero no es necesario. Ya tengo un auto y mi teléfono funciona bien —respondió ella.
Su padre casi se atraganta con su café.
—¿Estás bien, princesa? ¿Tienes fiebre? —preguntó, sorprendido.
—No, papi. Solo creo que no necesito esas cosas ahora —respondió con una sonrisa.
Su madre, quien estaba cerca, intervino:
—¿Tienes algo que contar, June?
—Bueno… estoy saliendo con View —confesó ella, sonrojándose.
Su padre se emocionó y la abrazó.
—¡Eso es maravilloso, princesa! Estoy muy feliz por ti.
Su madre también la felicitó, orgullosa del cambio en su hija.
Poco después, ambas familias organizaron una cena para celebrar la relación entre June y View. Durante la velada, las risas y los buenos momentos no faltaron.
—Nunca imaginé que estas dos terminarían juntas —comentó el padre de View, riendo.
—Yo tampoco. Pero debo admitir que son buenas la una para la otra —respondió la madre de June.
Mientras tanto, June y View se miraban con una complicidad nueva. Habían pasado de ser polos opuestos a formar un equipo perfecto, demostrando que, con amor y paciencia, hasta las diferencias más grandes pueden superarse.