Basura...

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El mundo suele ser cruel... Pero como dicen algunos, Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros. Pero creo que en esta, Dios se pasó de lanza.

Llevo semanas luchando contra el peso de mi propia mente, como si cada día fuera una nueva batalla que no pedí librar. A veces me pregunto si realmente soy uno de esos "mejores guerreros" o simplemente alguien a quien le tocó el peor de los destinos por azar. Las noches se hacen eternas, llenas de pensamientos que no me dejan en paz. Y, cuando el sol finalmente asoma en el horizonte, no trae consigo el alivio que solía encontrar.

Mi madre me abandono... Cómo si fuera un perro de la calle.

A veces me pregunto qué hice mal, qué error cometí para merecer esto. Recuerdo el día en que se fue, como si fuera ayer. No hubo gritos ni grandes despedidas, solo ella acompañada por esos tipos a un lado suyo. Esas sonrisas suyas... Era horrible.

Solo tenía 9 años... Pero ella dijo: "Ya estás grandecito. Ya puedes irte de esta casa."

Me negaba, pero sin importar mi insistencia para que recapacitara. No lo hizo, entonces uno de los tipos me arrojo a la calle, con mi madre riendo detrás de ellos...

Me levanté del pavimento mientras la puerta de la casa se cerraba detrás de mí, el sonido de su risa aún reverberando en mis oídos. Me quedé ahí, confundido, perdido. ¿Qué clase de madre haría algo así? No entendía nada en ese momento. Solo sabía que algo dentro de mí se había roto, algo que jamás podría reparar.

Tenía frío. El aire de la noche me cortaba la piel. Caminé por las calles sin rumbo, como si mis pies me llevaran a algún lugar que ni yo conocía. Miraba a las casas, con las luces encendidas, las familias dentro, viviendo sus vidas, sin saber que yo estaba ahí fuera, solo. Me preguntaba por qué no podía tener eso, por qué no podía ser como los demás niños que tienen a alguien que los cuide, que los ame.
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???: ¡Oigan! ¡Atrapen a ese ladrónzuelo! —Corria de forma desesperada, escuchando los gritos de enojo y odio hacia mi. ¿Porque? Fácil, acababa de robar algo de comida a ese vendedor ambulante.

Mi estómago rugía como si fuera una bestia enfurecida, el hambre me había obligado a hacer algo que jamás creí que sería capaz. No había comido en días y el dolor se había vuelto insoportable. La desesperación me empujó a ese límite.

Con la comida bajo el brazo, mis pies golpeaban el pavimento húmedo mientras zigzagueaba entre las sombras de los callejones. Los gritos del vendedor se fueron apagando a medida que me alejaba, pero el miedo seguía corriendo por mis venas. Mis piernas, delgadas y cansadas, apenas respondían, pero no podía detenerme. Sabía que si lo hacía, me encontrarían y me arrebatarían lo único que me mantenía vivo: esa miserable barra de pan y una pequeña fruta.

Miré la barra de pan en mis manos, apenas lo suficientemente grande como para calmar el hambre por un rato, pero para mí era como un tesoro. La fruta, pequeña y arrugada, no era mucho mejor, pero era todo lo que tenía. Sin pensarlo dos veces, empecé a devorar el pan, sintiendo cómo mi cuerpo agradecía cada mordida. La primera comida en días… y probablemente la última que tendría en mucho tiempo.

Mientras comía, una pregunta cruzó por mi mente: ¿Cómo había llegado a esto? Un niño, solo y robando para sobrevivir, abandonado como un perro en las calles.

Se que no había sido el hijo perfecto pero, ¿Porque tanta maldad?

Masticaba lentamente, tratando de entender cómo mi vida había llegado a este punto. Recordaba aquellos días en los que las cosas eran diferentes, cuando tenía un techo sobre mi cabeza y una cama donde dormir. No siempre había sido así, en algún momento tuve una familia, una madre… aunque apenas podía llamarla así ahora. Tal vez no fui el mejor hijo, tal vez cometí errores, pero nunca pensé que esos pequeños deslices pudieran justificar el desprecio, la crueldad con la que me trató al final.

¿Por qué me trató así? Me lo preguntaba una y otra vez, sin encontrar respuestas. Las madres no deberían ser así, ¿verdad? Se supone que te cuidan, que te protegen… pero la mía me arrojó al mundo como si fuera un peso del que debía deshacerse.

Me detuve por un segundo, con la fruta a medio camino hacia mi boca, y apreté los dientes. El dolor en mi estómago era real, pero el dolor en mi pecho lo superaba por mucho. Había intentado ser fuerte, demostrarle que no necesitaba a nadie, pero aquí estaba, robando para sobrevivir, como un mendigo cualquiera. Todo por su culpa...

Es por eso...




























Que nunca se lo perdonaré...

"Un niño que por las malas, tuvo que aprender lo cruel e injusto que es el mundo

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"Un niño que por las malas, tuvo que aprender lo cruel e injusto que es el mundo... Un ángel... Corrompido por las llamas del infierno."

Kenta Shinomiya...

地獄に染まった天使  (DISCIPLINE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora