Capítulo 5

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Apenas abrí los ojos, una sensación de calma me invadió. Volvía a estar en mi habitación, tumbada sobre mi cama. Aún tenía el corazón un poco acelerado y la respiración entrecortada. Me incorporé de manera calmada. La sangre seguía deslizándose por mi nariz. Llegó el momento que, al llegar a la barbilla, tuve que poner una mano debajo de esta para no manchar nada. Me levanté y me dirigí al baño con una calma que no sabía que tenía. Me puse un poco de papel en la nariz para tapar el sangrado y me dirigí hacia mi escritorio.

Saqué el papel que había usado esa tarde para hacer anotaciones sobre la barrera. Era obvio que podía entrar y salir. Pero no controlaba ninguno de los dos. Entraba cuando estaba dormida, cuando no podía controlar nada. Ya había habido casos de gente usando magia mientras dormía, como si perdiesen la capacidad de controlarla. El problema es que mi caso era más fuerte. 

Pensé en lo que me había dicho Selene, la magia oscura se acumulaba. Provocaba estragos. Y lo último que recuerdo del final de la guerra es que solo había un rey. Ningún príncipe. Mucho menos dos, o más. Se estaban reproduciendo, cada uno de ellos con su propia magia. Lo más probable es que esa niebla sea eso, magia.

La barrera está mucho más débil que el año anterior. Eso y que parecía tener vida propia, como si quisiera hablarme o que me acercara a ella. Como si quisiese hacerme parte de ella. Parecía que quería atraerme, insinuando que tenía las respuestas que buscaba. Como había sido formada, secretos no revelados a lo largo de la historia...

Solté el lápiz de manera brusca sobre la mesa. Soltando un bufido y apoyando la cabeza sobre mis manos. Me revolví el pelo, como si eso me fuese a dar las respuestas que quería. Aunque en ese momento solo quería descansar. Yo y mi magia, no la notaba ten palpitante y ansiosa como antes, en la barrera. Parecía que estuviera calmada. Hacía parecer que dormir era algo seguro. Y tenía que arriesgarme, pero no podía seguir evitando aquello.

Me levanté y me fui hacia mi cama. Ya no me sangraba la nariz, por lo que me pude sacar el papel ensangrentado y tumbarme. Solo me quedaba dormir y confiar en mi magia.


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Me desperté en mi habitación. El sonido del despertador llenaba la habitación. Tenía sueño ligero, así que no tardé en levantarme. Pero si tardé en asimilar donde estaba. En el momento en el que me di cuenta, sonreí. Sonreí como nunca lo había hecho. Algo se me removía dentro del pecho. Era una sensación... rara, pero me gustaba. A partir de ahí me faltó tiempo para levantarme, apagar el despertador y empezar a prepararme para el día.

En el momento que agarré el pomo de la puerta me detuve. Había cogido todo lo necesario, y a esas horas no habría nadie en el comedor. Aun así, decidí poner la misma cara inexpresiva de siempre antes de salir. A pesar de mi expresión, el corazón me iba a mil. Y por primera vez era por una buena razón.

Recorrí los pasillos y escaleras con la mayor calma posible. Pero aún no podía creer que por una vez no había acabado en la barrera. Sabía que iba a durar poco mi ilusión. Pronto aparecería la gente a cuchichear y a «hacerme la vida imposible». Pero tenía el presentimiento de que no me afectaría tanto esta vez. Y ya me afecta poco, así que mejor para mí. Al menos ahora sé qué soy capaz de mantener el control.

Magia prohibida --- Las crónicas de Nyatroth IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora