LA VERDAD

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EN EL CLUB NOCTURNO 4 HORAS ANTES

Juan miraba nervioso la pantalla de su teléfono mientras conducía. La videollamada seguía activa, y las voces de sus compañeros resonaban a través del altavoz.

- ¡Maneja más rápido ahora! ordenó una voz masculina.

- Cierra los ojos, exigió otra voz, esta vez femenina. Ahora te podemos ver. Tenemos la posibilidad de enviar estas fotos a tu mamá. Sabes que pueden expulsarte, ¿verdad?

Juan, sintiendo el peso de la presión, murmuró: ¿Solo tengo que cerrar mis ojos?

- ¡Sí, hazlo ya! - gritaron al unísono.

Con el corazón acelerado, Juan cerró los ojos, dejando el volante sin control.

- Ahora ábrelos, ordenó una de las voces después de unos segundos que parecieron eternos.

Cuando Juan abrió los ojos, su mundo se detuvo. Frente a él, una chica cruzaba la calle. Frenó en seco, pero era demasiado tarde. Vio con horror cómo la joven salía volando por el impacto.

- ¡No! gritó Juan, golpeándose la cabeza con desesperación.

A través del teléfono, las voces reaccionaron:

- ¿Qué pasó? preguntó alarmada una de las chicas.

- ¡Rayos! ¡Atropelló a una chica! exclamó uno de los chicos.

- ¡Oh, no! ¡Mi carro está arruinado! Se lamentó otra chica, mostrando una preocupación desplazada.

- ¡Avanza! ¿Qué haces ahí? ¡Huye ahora! Ven hacia aquí, te cubriremos en todo, urgió una voz. O quédate, pero no te ayudaremos.

Juan avanzó con determinación, consciente de que no tenía otra opción. Mientras sus pasos resonaban en el silencio mientras se acercaba a la chica que lo esperaba.

—Vaya, Juan, cumpliste el reto. Bien hecho— dijo ella con una sonrisa maliciosa. Su cabello castaño caía en ondas sobre sus hombros, marcando un rostro de facciones delicadas. El vestido rojo que llevaba se ajustaba perfectamente a sus curvas, resaltando su figura esbelta. —Mira, borraré estas fotos — añadió, mostrándole la pantalla de su teléfono.

Juan contuvo la respiración al ver las imágenes. Eran un recordatorio doloroso de aquel día fatídico en que lo acosaron y humillaron públicamente, obligándolo a desnudarse en plena calle. El recuerdo hizo que se le formara un nudo en la garganta.

La chica, notando su incomodidad, le entrego el dinero.

—Ten, no quiero ese dinero— dijo con un tono más suave. Luego sacó un pequeño frasco de su bolso. —Bueno, tómate esto. Te tranquilizará—.

Con manos temblorosas, Juan tomó las pastillas y se dirigió al baño, su mente aún procesando lo ocurrido. Cerró la puerta tras de sí, buscando un momento de soledad para recuperar la compostura. El miedo y la ansiedad se reflejaban en su rostro pálido mientras contemplaba su reflejo en el espejo, preguntándose cómo había llegado a esta situación.

PREPARATORIA JL ROSEBL

El subordinado salió de la preparatoria cuando divisó a Daniel acercándose. Nervioso, se dirigió a él:

—Señor Daniel, por favor, no haga un escándalo. Nos gustaría invitarlo a nuestro campus para que vea usted mismo.

Daniel, con expresión seria, respondió:

—Está bien, entraré.

El subordinado, aliviado, ascendió:

—Por aquí, señor. Su nombre es Daniel, ¿verdad?

Mientras caminaban, Daniel preguntó bruscamente:

—Dime dónde está el hombre.

El subordinado, tratando de mantener la calma, contestó:

—Señor, por favor, solo queremos hablar. No hay nada de qué preocuparse.

Daniel, impaciente, insistió:

—Director, dígame dónde está.

El director, intentando ganar tiempo, sugirió:

—Señor Daniel, hablemos un poco primero. Si lo que tengo que decir no le interesa, será libre de hacer lo que quiera.

FORTUITOWhere stories live. Discover now