primo incontro

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Samantha Jennifer James era una figura conocida en los círculos más poderosos de Italia

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Samantha Jennifer James era una figura conocida en los círculos más poderosos de Italia. Hija de los fiscales más temidos del país, su vida siempre había estado bajo un escrutinio constante. Ella no era la típica joven de 20 años; no se dejaba intimidar por las miradas ni los susurros a sus espaldas. Caminaba por los pasillos de la universidad con la cabeza alta, sus ojos grises siempre analizando, siempre calculando. Su belleza era casi etérea, una mezcla peligrosa de atracción y peligro. Nadie se atrevía a cruzarse en su camino.

Esa noche, una gala en uno de los hoteles más lujosos de Roma reunía a la élite de la sociedad. Samantha estaba allí por obligación, acompañando a sus padres. Pero en cuanto tuvo la oportunidad, se deslizó hacia el balcón para escapar de las conversaciones banales y las sonrisas falsas.

—No pareces disfrutar de la fiesta —una voz profunda rompió el silencio, sacándola de sus pensamientos.

Samantha giró la cabeza lentamente, encontrándose con un hombre cuya presencia llenaba todo el espacio. Dimitri Alexander Robins. Su reputación le precedía: un hombre peligroso, dueño de un imperio construido sobre el narcotráfico y las mafias. Sus ojos avellana la escrutaban con una intensidad que hizo que Samantha se tensara.

—No suelo disfrutar de lugares llenos de hipocresía —respondió Samantha, manteniendo la calma en su voz, pero sus ojos no lo dejaban de observar, evaluando cada movimiento.

Dimitri sonrió de lado, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Se acercó un poco más, invadiendo su espacio personal sin ningún reparo.

—Entonces, ¿qué te trae aquí? —preguntó, como si realmente le interesara la respuesta.

—Obligaciones familiares —contestó Samantha, recostándose contra la barandilla del balcón sin apartar la mirada de él—. Y tú, ¿qué hace el infame Dimitri Alexander Robins en una fiesta para "gente decente"?

Dimitri soltó una risa seca y oscura, como si su reputación le causara gracia. Dio un paso más hacia ella, sus ojos clavados en los de Samantha.

—Quizás me gusta desafiar las expectativas, Samantha. Aunque tengo que admitir que encontrarme contigo ha sido... un giro interesante. —Su mirada recorrió el rostro de Samantha, deteniéndose en sus labios—. Tus padres deben estar muy orgullosos de ti.

Samantha no se dejó intimidar por el comentario ni por la cercanía. Con un movimiento calculado, dio un paso hacia él, acortando la distancia.

—Mis padres no tienen nada que ver con lo que soy, Dimitri. Y si estás aquí buscando algún tipo de alianza o juego de poder, no lo encontrarás conmigo. —Sus palabras eran claras, afiladas como una navaja.

Dimitri la observó en silencio, sus ojos avellana brillando con una mezcla de curiosidad y desafío.

—No busco alianzas, Samantha. Pero los juegos... los juegos siempre me han divertido.

Samantha alzó una ceja, la sombra de una sonrisa jugando en sus labios.

—Entonces, espero que no te decepciones cuando pierdas.

•La Primera Jugada

Dimitri no era un hombre que aceptara un no por respuesta. Y Samantha… ella no era una mujer que se doblegara ante la presión. Era un duelo constante de voluntades, un juego peligroso donde las reglas cambiaban constantemente.

La tensión entre ellos solo creció después de esa noche. Dimitri no era del tipo que dejaba ir algo que quería, y desde el momento en que puso sus ojos en Samantha, había decidido que ella sería suya, sin importar el costo. Sabía que Samantha no era como las demás mujeres que había conocido. No se dejaba impresionar por el dinero, el poder o las amenazas veladas. Necesitaba una estrategia diferente, una que implicara tiempo y paciencia, algo que rara vez otorgaba a sus objetivos.

Un par de días después, Samantha recibió un paquete en su departamento. No tenía remitente, solo su nombre elegantemente escrito en tinta negra. Dentro, encontró una invitación para una cena privada, en un restaurante que no estaba abierto al público, acompañado por un único mensaje: *"Acepta la invitación. No aceptar un no como respuesta. Dimitri."*

Samantha dejó escapar un suspiro, su mirada fija en la tarjeta. Sabía que entrar en el juego de Dimitri era peligroso, pero también sabía que evitarlo no haría que él se alejara. Dimitri era persistente, y algo en su interior le decía que rechazarlo solo haría que él intensificara sus esfuerzos.

Esa noche, Samantha llegó al restaurante, un lugar elegante y discreto en la parte más exclusiva de la ciudad. Dimitri la esperaba en una mesa privada, rodeado de una oscuridad tenue que solo acentuaba la intensidad de su mirada.

—No sabía si vendrías —dijo Dimitri, poniéndose de pie cuando Samantha se acercó.

—No me dejaste muchas opciones —respondió ella, tomando asiento sin apartar la mirada de él.

—Es cierto, pero de alguna manera, sabía que aceptarías. —Dimitri se inclinó hacia adelante, sus ojos avellana ardiendo con una intensidad peligrosa—. Sabes jugar bien, Samantha. Me gusta eso.

Samantha lo observó, sus ojos grises fríos y calculadores.

—Esto no es un juego, Dimitri. Y si lo fuera, no sería uno en el que tú puedas ganar fácilmente.

Dimitri sonrió, pero sus ojos no mostraban diversión. Eran oscuros, llenos de una promesa que Samantha no podía ignorar.

—Esa es la parte más emocionante, Samantha. No quiero fácil. Quiero a ti. Y haré lo que sea necesario para conseguirlo.

Samantha lo miró fijamente, sin parpadear. Sabía que Dimitri no hacía promesas vacías. Pero también sabía que ella no era una presa fácil.

—Veremos quién juega mejor, Dimitri. Pero te advierto, yo no pierdo.

La Ghiandaia Imitatrice.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora