Le nuove forme sbucano dall'altra parte.

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Era una mañana tranquila en la mansión, un raro respiro después de días intensos de entrenamientos y misiones

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Era una mañana tranquila en la mansión, un raro respiro después de días intensos de entrenamientos y misiones. La élite, siempre en movimiento, estaba repartida entre la sala de armas y el gimnasio, aprovechando cualquier momento para perfeccionar sus habilidades. Samantha, como siempre, supervisaba con su mirada afilada y su presencia imponente. Pero esa paz se rompería pronto, gracias a la llegada de un nuevo miembro a la organización.

El recién llegado era Luca, un joven de 25 años con un rostro amigable y una sonrisa encantadora. Aunque sus habilidades le habían asegurado un lugar entre los mejores, Luca no esperaba que su primer gran reto sería mantener la compostura frente a Samantha.

Luca entró en la mansión con la confianza de un soldado experimentado, pero todo cambió al ver a Samantha. Mientras ella cruzaba el pasillo, con su cabello negro brillante y sus ojos grises penetrantes, Luca se quedó paralizado, observando cada movimiento como si fuera una especie de hechizo.

—¿Ese quién es? —susurró Franco al ver la expresión embobada de Luca.

Enzo, notando la mirada perdida del novato, no pudo evitar reírse. —Parece que nuestro chico nuevo ha sido atrapado por los encantos de la jefa.

Franco se acercó a Luca, dándole un codazo juguetón. —Hey, novato, ¿quieres un babero o algo? Estás a punto de hacer un charco aquí.

Luca, saliendo de su trance momentáneo, se sonrojó y trató de disimular, aunque claramente no podía apartar los ojos de Samantha. —No… yo… solo estaba… ella es… impresionante.

Franco soltó una carcajada, palmeándole la espalda. —Sí, es impresionante, y también puede matarte con una cuchara, así que enfócate, amigo.

Mientras tanto, Samantha estaba completamente ajena a la conmoción que su presencia había causado. Ella se encontraba revisando los informes, manteniendo su mente enfocada en lo que realmente importaba. Pero cuando Luca se acercó para presentarse formalmente, Franco y Enzo no pudieron evitar quedarse cerca, esperando el espectáculo.

—Jefa, este es Luca, nuestro nuevo miembro —dijo Franco, tratando de mantener la seriedad, pero con un tono que dejaba claro que estaba esperando algo divertido—. Parece que está emocionado de conocerte.

Luca extendió la mano, tratando de parecer profesional. —Es un honor conocerla, señora James. He oído mucho sobre usted.

Samantha lo miró de arriba abajo, notando su nerviosismo. —Espero que lo que hayas escuchado te haya asustado lo suficiente. —Samantha estrechó su mano con firmeza—. Aquí no hay lugar para las debilidades, Luca.

Luca, visiblemente nervioso, intentó mantener su compostura, pero cada palabra de Samantha lo dejaba más hipnotizado. —Entendido, señora. Estoy aquí para aprender y para servir.

Franco, que no pudo resistir la tentación, murmuró en voz alta: —¡Oh, el chico ya está sirviendo, pero un plato lleno de vergüenza!

Enzo se inclinó hacia Franco, susurrando en tono de broma: —Si sigue mirando a la jefa así, va a necesitar un casco y un manual de supervivencia.

Samantha, sin perder detalle de la dinámica a su alrededor, se giró hacia sus hombres con una ceja levantada. —¿Algo que quieran compartir, chicos?

Franco y Enzo se enderezaron rápidamente, intentando ocultar sus risas. —Nada, jefa. Solo estábamos... disfrutando del entusiasmo del novato.

Luca, todavía intentando mantener la dignidad, sonrió nervioso. —Prometo que seré un activo valioso para el equipo.

Samantha asintió, sin mostrar más que un atisbo de interés. —Más te vale. Porque aquí, todos empiezan desde cero. Y créeme, Luca, no hay nada que impresione más que la eficacia, no las palabras.

Cuando Samantha se alejó, Luca dejó escapar un suspiro de alivio, aunque su mirada seguía cada movimiento de la jefa mientras desaparecía por el pasillo. Franco y Enzo intercambiaron miradas, ya sintiendo las posibilidades de diversión con la nueva dinámica.

—Amigo, te acabas de meter en un lío que ni nosotros querríamos tocar —dijo Franco, dándole una palmada en la espalda a Luca.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Luca, claramente confundido.

Enzo soltó una risa baja. —Mira, Luca, la jefa no tiene tiempo para romances, y menos con novatos. Mantén la cabeza en tu trabajo y los ojos fuera de problemas.

Franco asintió, con un brillo travieso en los ojos. —Aunque si quieres intentarlo, nos aseguraremos de estar en primera fila para ver cómo te destrozan.

Esa misma tarde, durante una sesión de entrenamiento intensivo, la élite se encontraba en su peor momento. En parte, porque estaban tratando de impresionar al nuevo, y en parte porque Samantha no se lo estaba poniendo nada fácil. Los ejercicios eran agotadores, y los errores eran castigados sin piedad.

—¡Más rápido, Franco! ¿Estás esperando a que llegue el invierno? —gritó Samantha, mientras Franco tropezaba por tercera vez con una cuerda.

—¡Jefa, creo que me he roto el orgullo! —se quejó Franco, jadeando mientras intentaba recuperar el ritmo.

Luca, tratando de mantenerse al nivel, estaba completamente desorientado. La intensidad del entrenamiento lo estaba llevando al límite, y cada vez que cometía un error, sentía la mirada de Samantha perforándolo desde el otro lado de la sala.

—Luca, ¿vienes a bailar o a entrenar? —exclamó Samantha, su tono afilado como una navaja—. Porque si quieres hacer piruetas, te puedo enviar a una clase de ballet.

Franco, aprovechando la oportunidad, gritó desde el otro extremo. —¡Ballet! ¡Por favor, jefa, creo que a Luca le vendría bien un tutú!

Las risas resonaron por toda la sala, y Luca, tratando de salvar lo poco que quedaba de su dignidad, se enfocó más. Pero la presión no cedía, y cada vez que miraba a Samantha, sentía que sus piernas se volvían de gelatina.

Cuando finalmente se dio por terminada la sesión, Luca se dejó caer sobre una banca, completamente exhausto. Enzo se sentó a su lado, con una sonrisa burlona en el rostro.

—No te preocupes, Luca. Todos pasamos por esto. Excepto que tú, además, tienes el extra de estar completamente embobado con la jefa.

Luca se sonrojó, frotándose la nuca. —No es eso… es solo que ella… bueno, es diferente a cualquiera que haya conocido.

Franco, escuchando desde cerca, no pudo resistir. —Amigo, déjalo ir. Aquí todos sabemos lo impresionante que es Samantha, pero recuerda, ella es nuestra jefa, no una diosa en un pedestal. Bueno, no del todo.

—Sí, y menos mal —agregó Enzo, recostándose contra la pared—. Porque si lo fuera, estaríamos todos condenados.

La charla se tornó más ligera, con comentarios sarcásticos y bromas volando de un lado a otro, mientras Luca intentaba asimilar el ambiente caótico pero estrechamente unido de la élite. Aunque todavía tenía mucho por aprender, estaba claro que su lugar en la mansión traería más que unos cuantos dolores de cabeza, especialmente si no podía apartar los ojos de Samantha.

Y mientras tanto, en algún lugar del fondo de su mente, Samantha sabía que el nuevo subordinado tendría que aprender sus límites, y rápido, si quería sobrevivir en el complicado y peligroso juego que ella manejaba con mano de hierro y una mente afilada como un bisturí.

La Ghiandaia Imitatrice.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora