Blanco

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—¿Qué te has hecho?

Ian intentó esconderse con su túnica, pero Brandon volvió a jalarla, descubriéndolo. Su cabeza tenía mechones largos, cortos y uno que otro agujero que dejaba descubierto su cuero cabelludo.

El niño tomó al ángel de los hombros.

—Tú eres el único que tiene que entenderme, eres mi padre.

—Esa palabra es un arma muy hermosa, pero de doble filo —soltó Brandon acariciando debajo de la barbilla del niño–, yo tendría cuidado con ella —lo obligó a sentase en una de las sillas del comedor y le quitó las tijeras. Fue a la cocina y preparó una especie de espuma; tomó un cuchillo y volvió —. Es la primera vez que lo hago, pero todo saldrá bien.

Ian asintió nervioso.

Brandon colocó la espuma sobre la cabeza del niño al mismo tiempo que la humedeció; luego, comenzó a afeitar con cuidado su todo su cabello. Una vez terminando, Ian se levantó ansioso y corrió a verse a un pequeño espejo que estaba en la sala.

Ian se volteó hacia el ángel con sus manos cubriendo su boca; sus ojos se humedecieron tan rápido que Brandon corrió por un hijo y una aguja; y quitándole la túnica al niño, comenzó a cocerle un gorro con retazos de túnicas viejas. Era la primera vez que sentía el rechazo de alguien por algo que él había hecho, el rapado era perfecto; tal vez no quería tanto estar sin cabello. Cocería algo grande, era un arcángel cabezón, además, había crecido unos cinco punto cuatro centímetros desde el día que se habían conocido, y seguiría haciéndolo.

Ian se mantuvo callado el resto de la tarde y se escondió debajo de las sábanas toda la noche.


Cada ciclo escolar era de forma trianual, tres años seguidos estudiando las mismas clases hasta perfeccionarlas. La segunda trianualidad de Ian se conformaba de cinco clases: Psicología Humana, Teología del Universo, Historia Terrestre, Principios malignos y Vuelo; esta última comenzaría en unos meses para que los cuerpos de los arcángeles estuvieran más desarrollados.

Una vez que el sol comenzaba a salir, los niños debían estar esperando, en una fila, a que el profesor llegara para entrar a clase. A diferencia de los millones de ángeles que había en la Zona de Trabajo; la pequeña cantidad de arcángeles lograba que pudieran manejar el tiempo de manera óptima, transformándolo en la herramienta más eficiente para la educación.

Sin embargo, Ian, que había crecido buscando comida de noche y descansando de día a la vista de todos, no comprendía la rigidez con lo que todo se manejaba. Sus compañeros siempre eran puntuales y parecía que nunca tenían sueño: estudiaban, dormían y se levantaban para volver a estudiar. Así que, poco a poco, fue trasladándose hacia atrás hasta que sus compañeros, que se esmeraban por estar hasta enfrente, comprendieron que el lugar de Ian era la última banca pegada a la ventana. A Ian, con solo tener los ojos del cielo sobre él le bastaba.

Teología del Universo era la primera clase y, con ella, comenzaba la tercera semana. Ian llegó corriendo en plena oscuridad, había madrugado y no se encontró a nadie en el camino; sin embargo, quedó perplejo. Allí estaban todos esperando, con la libreta en manos, a que el profesor llegara en una hora. Rápido se puso el gorro. ¿Acaso se formaban desde la noche anterior?

Los primeros en mirarlo fueron Lucas e Ivar que, aparte de Basil, eran los otros dos hombres de salón. Aunque...él también acababa de aprender que era igual un hombre.

Lucas era un arcángel de piel morena y cabello de tonalidad rosa de palo; no había tenido la oportunidad de entablar una plática con él. Bueno, con nadie. Pero si lo hiciera, Lucas parecía estar siempre alegre y atento de todo, tenía unos bonitos ojos del color de la tierra con la que Brandon sembraba sus plantas. Le gustaba el jardín que compartía con su padre; por ende, Lucas era un buen arcángel.

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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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Arcángel: IanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora