Capitulo XV

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CAPITULO XV—LLANTOS NOCTURNOS

Jade Evans

"No te tocará, no dejaré que te lleve a la fuerza". Aquellas palabras eran un bucle en mi cabeza. Desde que hablamos sobre mi padre estuvimos hablando más por llamadas y escribiéndonos, sujetaba la mano de Zinnia y Aiden, caminábamos por la calle hasta llegar a la tienda navideña, aunque más bien era arrastrada por ellos. Prefería quedarme en la cama metida, pero ahora estábamos dentro de la cuarta tienda en todo lo que llevábamos de día, villancicos sonaban por la tienda dándole el aura "navideño", pero a mí no me llegaba.

—¡Necesitamos pijamas a juego! —exclamó mi mejor amiga sosteniendo tres pijamas de cuerpo entero en forma de reno.

—Por dios.

—¡Están geniales!

—Nos están mirando todos en la tienda por favor.

—Y qué más da, no lo pasamos bien.

—No pienso ponerme un pijama de reno —aclaré cruzándome de brazos mirando hacia otra dirección.

No pensaba ponerme esa cosa, y menos con una cola ridícula, era tierno, pero no me veía con él puesto.

Mi mejor amiga puso los ojos en blanco echando los pijamas dentro de la cesta que traíamos. Dentro había varias cosas que juntamos entre los tres. No miré el teléfono en todo el día, sabía quién me llamaba tanto y lo apagué. Antes de hacerlo se lo comenté a Damien y estuvo de acuerdo con mi decisión, y si necesitaba algo que llamaría a Aiden o Zinnia.

Ya estábamos saliendo, habíamos pagado las cosas que había en la cesta y ya estábamos caminando al coche de los padres de Aiden. Hacia frio, tuve que abrocharme la chaqueta de cuero que Damien me dio hace tiempo. Iba detrás de ellos mirando mis pies caminar sobre la acera, me sentía nerviosa, observada, miré hacia los lados comprobando si alguien me miraba, pero no logre encontrar nada, hasta que unos ojos verdes chocaron con los míos. Mi cuerpo se tensó al instante de verlos, estaba con el brazo apoyado en la ventanilla mientras me miraba desde la distancia, su mandíbula estaba tensa, se veía descuidado comparado a la última vez que lo vi.

—Jade.

Ladeé mi cabeza mirando a Aiden con sus ojos fijados en la dirección que miré. Su mandíbula estaba igual de tensa que todo mi cuerpo al ver a mi padre mirándonos.

—Vámonos Aiden —sujeté su mano tirando de ella.

—¿Qué hace aquí, no le queda claro que no quieres irte?

—Ignóralo vámonos Aiden, no vale la pena —sabía que no estaba de acuerdo con mi opinión, pero me hizo caso y nos fuimos al coche.

—¿Por qué habéis tardado tanto?

Mi mejor amigo me miró por el espejo retrovisor esperando a que contestara.

—Pues... —miré hacia la ventana pensando en algo—. Olvide comprar algo.

Mientes de pena.

No ayudas.

Sentía mis nervios a flor de piel, mentía fatal y ellos lo sabían, pero por la reacción de Zinnia sabía que no sospechaba nada. Miré por la ventana soltando todo el aire que había contenido en mis pulmones, la calle iba haciéndose paso por la ventanilla, los pensamientos en mi cabeza iban aumentando, mis preocupaciones volvían después de tanto tiempo. Aquel candado que tardó años en cerrarse se rompió, las emociones dominaban mis pensamientos, los ojos aguados, palabras dolorosas que golpeaban mi pecho con fuerza, no quería volver a sentirme de esa manera, como si no fuera nadie, llantos nocturnos, noches en vela pensando que hacía de mal para recibir ese trato, haciéndome sentir inútil.

Caminando sobre las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora