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La habitación hospitalaria estaba bañada en la suave luz de la tarde, que se filtraba a través de las ventanas y arrojaba un cálido resplandor sobre la escena

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La habitación hospitalaria estaba bañada en la suave luz de la tarde, que se filtraba a través de las ventanas y arrojaba un cálido resplandor sobre la escena. El sol, ya en su declive, proyectaba sombras suaves en las paredes, creando un ambiente sereno y pacífico.

Alastor, tendido en la cama, yacía inconsciente, su rostro pálido y sereno. Sus ojos, cerrados, parecían descansar de un largo sueño, mientras su pecho subía y bajaba con respiraciones suaves y regulares.

Roo, sentada en una silla junto a la cama, lo observaba con una expresión seria y atenta. Llevaba un uniforme de enfermera, impecable y almidonado, que contrastaba con la seriedad de su rostro. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, como si estuviera protegiendo algo, o tal vez, como si estuviera protegiéndose a sí misma.

El silencio en la habitación era casi palpable, solo roto por el suave sonido de la respiración de Alastor y el ocasional tic-tac de un reloj en la distancia. Y entonces, después de unos minutos de silencio, Alastor empezó a abrir sus ojos lentamente. Pestañeaba débilmente, como si la luz fuera demasiado intensa para él. Su mirada era confusa, sin enfocar, como si estuviera tratando de recordar dónde estaba y qué había sucedido.

— ¿Mmm? — Roo con cuidado se acercó a la camilla de Alastor, y vio que ese estaba con la mirada perdida, solamente pestañaba lentamente, entonces ella puso su mano enfrente de este para moverla de un lado a otro y ver si el joven lo seguía pero nada. Su mirada estaba fija en el techo. — Oye Alastor, ya deja de hacerte el interesante. — La mujer con cuidado quiso agarrar los cabellos marrones del moreno pero este inmediatamente se sentó para agarrar la muñeca de la mujer.

— No te atrevas a tocarme. —Con enojo apretó la mano de la mujer pero al instante sintió un enorme dolor por todo su cuerpo, así que nuevamente cayó en cama respirando rápido. — Carajo ¿Que demonios me pasó? ¿Porque me duele todo?

— Imbécil que sea la última vez que me agarras así. — La mujer enojada colocó su mano desocupada sobre la muñeca en dónde apretó el moreno, y así dejar suaves caricias para aliviar el dolor. — ¿Que acaso no te acuerdas?

— No me acuerdo ni un carajo. — Dijo Enojado, tratando de recordar algo pero solamente recordaba lo que había pasado con Lucifer en la Iglesia pero más allá no recordaba nada. — Si sabes algo dímelo de una vez, mujer.

— Tu si que tienes mala memoria. Ayer en la noche tuviste un accidente, y deberías de estar agradecido conmigo porque fui yo quien te auxilie, si no estarías muerto. — Roo con pasos firmes se acercó a las ventanas para mirar el pueblo que estaba siendo alumbrado por el cálido sol del atardecer. — Al parecer perdiste el control de las llantas y chocaste no se con que, pero la cosa es que estabas mal herido.

— ¿Porque algo me dice que tuviste que ver con ese accidente? —Alastor por el dolor se tocó el abdomen, hasta que el silencio fue corrompido por la risa de la afeminada, que parecía reírse gustosamente. Efectivamente, Roo tenía que ver algo con él accidente por ello se ríe gustosamente. — Te mataré lentamente perra....

SMILE | RADIOAPPLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora