De regreso a casa

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Aurora había pasado unos días increíbles y el disfrutar con sus nuevos amigos le levantó mucho el ánimo. Aún era diciembre por lo que podría pasar el resto de sus vacaciones con su familia y amigos mientras disfrutan jugando junto a sus hermanos.

Mientras todos recogían sus maletas para regresar a sus casas Aurora estaba terminando de empacar.

-No encuentro mi peine.

-Está abajo del catre, revisa bien.

-Ya está.

-Ves, debes procurar ser más ordenada Aurora.

-Intentaré, pero no es mi fuerte.

Ambas se vieron y sonrieron.

-Te extrañaré mucho.

-Yo más nena, yo más.

-Vives super lejos de aquí, ¿Cuándo te volveré a ver?

-Algún día, lo prometo.

-Estaremos en contacto, te llamaré.

-Hecho, te escribiré también. Está atenta a tu correo, pondré postales hermosas y escribiré con mi mejor pluma.

-Lo haré, yo también escribiré.

Ambas sonrieron nuevamente con una mirada emotiva y se dieron un gran y largo abrazo.

Cuando ambas terminaron de empacar cerraron la carpa y se dirigieron al patio principal, al llegar todos estaban viendo sus respectivos buses y Sara se dirigió al suyo.

-Son 10 horas de aquí a mi casa.

-Es demasiado, ten buen viaje Sara hermosa.

-Tú también, nena, cuídate.

Se dieron un último abrazo y se despidieron con el corazón enternecido.
El transporte de Aurora tardaría un poco en llegar por lo que se sentó en el pasto abajo de un árbol a leer un libro. Tiempo después llegó su amiga Eva a conversar para pasar el rato.

-Increíble como tocaste tu guitarra, me encantó.

-Gracias, requirió de mucho valor.

-Lo sé, te felicito. Llegarás muy lejos.

-Gracias, Aurora. ¿Qué lees?

-Una novela de Agatha Christie, muy buena por cierto.

-Me imagino, fue muy talentosa y reconocida en su época.

-Sí, tan buena que hasta ahora se conocen sus obras.

-Tal vez algún día puedas prestármelo.

Aurora sonrió con algo de incomodidad y rio entre dientes. Aurora no acostumbraba a prestar sus libros, pues eran su más grande tesoro pero para no parecer grosera se limitó a sonreír y enrojecerse un poco.

Pronto sonó una trompeta y su autobús estaba parado frente a ellas.

Mientras caminaba entre el pastó vio un anillo de forma irregular de color dorado, lo recogió y se lo puso.

-Creo que llego la hora de irnos.

-Así parece.

Jacob apareció atrás de ellas  y le dio un gran abrazo a su hermana. Ésta se lo devolvió con cariño.

-Tiempo sin verte.

-Lo mismo digo.

-Ayudaré a subir el equipaje.

-Claro, comienza con el mío por favor.

Jake la miró con algo de enfado actuado y le recibió su maleta.

Hasta mi último alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora