Capítulo 4: La Trampa

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Kavran y su grupo llegaron a los límites de las Montañas Etéreas, una zona donde los dragones solían reunirse. Aunque estaban lejos de las principales aldeas de Lysandra, sabían que era cuestión de tiempo antes de que alguien intentara detenerlos. Y así fue.

Mientras preparaban sus trampas, vieron acercarse una pequeña delegación de humanos y un dragón plateado, volando sobre las alas de la mañana.

—Ahí vienen —dijo Zira, con una sonrisa afilada.

Kavran hizo una señal a sus hombres para que se escondieran, listos para atacar si las cosas salían mal. Para él, no había ninguna razón para escuchar las palabras de aquellos que consideraban amigos a los dragones. Pero quizás, pensó, podrían usarlos como ventaja.

Alyara aterrizó con Eryon a una distancia prudente. Desmontó con gracia, mostrando que venía en son de paz. Sin embargo, sus ojos observaban con cuidado a los cazadores.

—No necesitamos luchar —dijo Alyara con firmeza—. Entendemos que en sus tierras, los dragones son vistos como amenazas. Pero aquí, en Lysandra, son nuestros aliados. El equilibrio del maná depende de ellos, y la paz que compartimos es posible gracias a su sabiduría.

Kavran no respondió de inmediato, observando con frialdad al dragón a su lado. En su mente, todo lo que Alyara decía eran palabras vacías. Había visto el caos que los dragones podían desatar. No podía imaginar un mundo donde coexistieran con los humanos.

—¿Crees que puedes engañarnos? —respondió Kavran finalmente, su voz llena de desdén—. He visto lo que los dragones hacen. Matan, destruyen, y tú pretendes que aquí son diferentes. No. Un dragón es un dragón, no importa dónde esté.

Alyara sintió el peso de las palabras de Kavran. Sabía que cambiar la mente de los cazadores no sería fácil, pero no podía dejar que su odio ciego destruyera la paz de Lysandra.

—Lo que viste no es lo que somos —respondió ella con calma—. Si continúas por este camino, provocarás un desastre para ambos reinos.

Pero antes de que pudiera continuar, uno de los cazadores lanzó una red oscura hacia Eryon. El dragón rugió en sorpresa, atrapado por la trampa, mientras Kavran y su grupo se preparaban para atacar.

—¡Es una trampa! —gritó Lira, conjurando una ráfaga de luz para proteger a Eryon.

El Reino de Lysandra La Sombra de los CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora