Capitulo 27

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La llegada del bebé estaba cada vez más cerca, y la casa de Lamine y Maddie estaba llena de una vibrante mezcla de anticipación y actividad. Los últimos días antes del parto estuvieron llenos de preparativos finales y momentos especiales.

Un día soleado de primavera, Maddie y Lamine estaban en la cocina, preparando una comida ligera mientras charlaban sobre el futuro. Maddie estaba sentada en una silla, tomando un descanso mientras Lamine cocinaba.

—¿Sabes? —dijo Maddie, mirando a Lamine—, nunca me imaginé que el embarazo sería tan intenso, pero también tan especial. He aprendido tanto sobre mí misma y sobre nosotros.

Lamine se volvió hacia ella, con una sonrisa tierna. —Sí, ha sido un viaje increíble. Y no puedo esperar para conocer a nuestro bebé. Creo que serás una madre maravillosa.

La noche siguiente, Maddie comenzó a sentir contracciones suaves y regulares. Lamine estaba a su lado, observando con preocupación y emoción mientras Maddie se preparaba para lo que parecía ser el inicio del trabajo de parto.

—Creo que es el momento —dijo Maddie, con una mezcla de nerviosismo y emoción.

Lamine se apresuró a prepararse, asegurándose de que todo estuviera listo para el viaje al hospital. Prepararon las bolsas con los elementos esenciales, revisaron el itinerario hacia el hospital y, finalmente, salieron de casa en dirección al lugar donde darían la bienvenida a su hijo.

En el hospital, el ambiente estaba lleno de una energía nerviosa pero esperanzadora. Lamine y Maddie fueron recibidos por el equipo médico, quienes los acompañaron a la sala de partos. La intensidad del momento se sentía palpable, pero Maddie mantenía una actitud valiente, sosteniendo la mano de Lamine con firmeza.

Las horas pasaron y el trabajo de parto avanzó lentamente pero con firmeza. Lamine estaba a la par de Maddie en cada paso, dándole ánimo y apoyo. El ambiente estaba lleno de una sensación de expectativa, con cada contracción acercando a Maddie al momento tan esperado.

Finalmente, después de horas de trabajo de parto, el primer llanto del bebé llenó la sala. Lamine miró a Maddie con lágrimas en los ojos mientras el personal médico colocaba al bebé en los brazos de Maddie. El pequeño, un bebé sano y robusto, lloraba y se movía con vigor.

Lamine y Maddie se miraron, llenos de una mezcla de alegría y asombro. Era un momento que habían esperado con ansias y que ahora se estaba materializando frente a ellos.

—Lo hiciste, amor —dijo Lamine, besando la frente de Maddie—. Es perfecto.

Maddie sonreía, agotada pero radiante. —Lo logramos, Lamine. Nuestro bebé está aquí.

Con el bebé en brazos, Lamine y Maddie pasaron unos momentos privados con su hija, disfrutando de la primera conexión familiar y el abrazo amoroso. Habían decidido mantener el género en secreto hasta el nacimiento, y ahora finalmente podían compartir ese momento especial. Su nombre oficial era Maya

Más tarde, cuando la familia y amigos comenzaron a llegar al hospital, la sala estaba llena de congratulaciones y abrazos. Eva, Xavi, Valeria, y el grupo de amigos de Lamine y Maddie llegaron con flores, regalos y una alegría palpable. Todos estaban ansiosos por conocer al nuevo miembro de la familia y celebrar el nacimiento.

Después de algunos días en el hospital, Lamine y Maddie finalmente regresaron a casa con su bebé. La casa, que había sido el escenario de preparativos y emoción, ahora se llenaba de un nuevo tipo de alegría. La llegada del bebé marcó el comienzo de una nueva etapa en sus vidas.

El primer día en casa con su hija Maya era un momento especial para Lamine y Maddie, lleno de alegría y emoción. Aunque el tiempo afuera era hermoso, con el sol brillando y una suave brisa de primavera, el enfoque principal de la pareja era crear un ambiente acogedor y seguro para su recién nacida dentro de su hogar.

Por la mañana, después de llegar del hospital, Lamine y Maddie prepararon todo lo necesario para recibir a Maya. Habían convertido la habitación del bebé en un lugar cálido y acogedor, con una cuna delicadamente decorada, una mecedora cómoda para las noches de vigilia, y un cambiador bien organizado.

Maddie se sentó en la mecedora, sosteniendo a Maya en sus brazos por primera vez en casa. La bebé estaba envuelta en una manta suave, con su pequeño rostro descansando pacíficamente. La expresión de Maddie estaba llena de ternura y amor, sus ojos brillando con una mezcla de agotamiento y felicidad.

—Mira a nuestra pequeña —dijo Maddie con una sonrisa radiante—. Finalmente está aquí, en casa.

Lamine se acercó y se arrodó al lado de Maddie, observando a Maya con admiración. —Es perfecta. No puedo creer que es nuestra.

Mientras pasaban las primeras horas del día, se aseguraron de que todo estuviera en su lugar. Lamine se encargó de preparar las botellas y organizar los pañales, mientras Maddie se ocupaba de alimentar a Maya y cambiarla cuando era necesario. Ambos se movían con una coordinación instintiva, aunque estaban aprendiendo sobre la marcha, disfrutando cada pequeño momento con su hija.

A lo largo del día, la familia recibió visitas de amigos y familiares que llegaban para felicitarles y ofrecer su apoyo. Aunque las visitas eran breves y mantuvieron la distancia para no sobrecargar a los nuevos padres, todos estaban emocionados de conocer a Maya y compartir la alegría del momento.

Las visitas se realizaron en la sala de estar, donde Maddie y Lamine habían preparado un espacio cómodo. Los amigos y familiares compartieron risas, recuerdos y buenos deseos, mientras Lamine y Maddie atendían a los pequeños detalles del cuidado de la bebé.

La tarde llegó, y con ella la oportunidad de disfrutar de un momento tranquilo. Lamine y Maddie se acomodaron en el sofá con Maya entre ellos, disfrutando de la calidez de su hogar y el vínculo familiar que se estaba formando.

—Hoy ha sido un día increíble —dijo Lamine, acariciando la cabeza de Maya—. Aunque no hemos salido, ha sido perfecto tener a nuestra pequeña aquí.

Maddie asintió, sonriendo mientras miraba a su hija. —Sí, ha sido perfecto. Estoy tan feliz de que estemos juntos en casa.

El atardecer trajo consigo una tranquilidad serena. Lamine y Maddie se aseguraron de que la habitación de Maya estuviera bien preparada para la noche, ajustando la temperatura y revisando que todo estuviera a la mano para las necesidades nocturnas.

La primera noche con Maya en casa fue un hermoso desafío. La bebé se despertó varias veces para alimentarse y ser cambiada, pero el amor y el compromiso de Lamine y Maddie hicieron que todo fuera manejable. Cada vez que Maya se despertaba, Maddie la alimentaba con ternura mientras Lamine preparaba todo lo necesario, susurrando palabras de aliento y ofreciendo apoyo en cada paso.

Mientras la noche avanzaba, Lamine y Maddie se turnaron para mecer a Maya y asegurarle que estaba bien. Aunque estaban cansados, la satisfacción de tener a su hija con ellos hacía que cada momento valiera la pena.

Cuando finalmente la noche se calmó, y Maya se quedó dormida en su cuna, Lamine y Maddie se sentaron en la mecedora, tomados de la mano. El silencio de la casa estaba lleno de una paz profunda, y ambos se sentían agradecidos y completos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Lamine, mirándola con amor.

—Estoy cansada, pero tan feliz —respondió Maddie, descansando su cabeza en el hombro de Lamine—. Hoy ha sido el comienzo de algo maravilloso.

Lamine besó la cabeza de Maddie, sonriendo. —Sí, ha sido perfecto. Estamos listos para todo lo que venga.

Con el primer día de Maya en casa llegando a su fin, Lamine y Maddie se sintieron más conectados que nunca. La llegada de su hija había traído una nueva dimensión de amor y alegría a sus vidas, y estaban listos para enfrentar cada nuevo desafío y celebrar cada pequeño momento con ella.

Verte así - Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora