Capitulo 13

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El cielo comenzaba a teñirse de un gris profundo, preludio de la oscuridad que se cernía sobre ellos. Mientras la familia salía de la casa y cargaban las mochilas en el coche, las sombras parecían alargarse, como si la misma noche estuviera esperando para envolverlos. Maddie miró hacia el horizonte, sintiendo un escalofrío que recorrió su espalda. Había algo inquietante en esa transición entre el día y la noche, como si el peligro estuviera acechando, esperando el momento perfecto para atacar.

Lamine encendió el coche, con Héctor a su lado. Aurora y Keyne se acomodaron en el asiento trasero, ambos en silencio, pero sus miradas reflejaban la misma inquietud que sentían sus padres. El motor rugió suavemente mientras se alejaban de la casa. Lamine no podía dejar de mirar por el retrovisor, esperando no ver nada, pero temiendo lo contrario.

Conforme avanzaban hacia las afueras de la ciudad, las luces se iban haciendo menos frecuentes. Los edificios comenzaban a desaparecer, y el entorno se volvía más agreste, más salvaje. El silencio dentro del coche era solo interrumpido por el zumbido del motor y el ruido de las ruedas sobre el asfalto. El sol ya se había puesto completamente, y la oscuridad era ahora su única compañera.

—¿A dónde vamos exactamente? —preguntó Aurora, finalmente rompiendo el silencio, su tono aún cargado de una mezcla de curiosidad y recelo.

—A una casa segura —respondió Lamine, sin apartar los ojos de la carretera—. Es un lugar apartado, lejos de todo esto.

—¿Y crees que estaremos seguros allí? —insistió Keyne, su voz temblando ligeramente.

Maddie giró la cabeza para mirar a sus hijos y luego a Lamine, esperando que él tuviera todas las respuestas, pero sabiendo que la situación estaba fuera de su control.

—Lo que sea que esté ocurriendo, lo enfrentaremos juntos —dijo ella con firmeza, tratando de calmar tanto a Keyne como a Aurora—. Confíen en nosotros.

Lamine asintió, aunque por dentro sabía que la seguridad era solo temporal. No sabía a qué se enfrentaban exactamente, pero estaba claro que el peligro los estaba persiguiendo, y no podían bajar la guardia.

Justo en ese momento, algo en la carretera hizo que Lamine frunciera el ceño. A lo lejos, bajo la escasa luz de los faros, había una figura. Estaba de pie, inmóvil, en el centro del camino. Parecía esperar.

—¿Lo ves? —susurró Lamine, su voz tensa mientras bajaba la velocidad del coche. Héctor miró hacia adelante y su expresión se endureció.

—Sí... alguien está ahí —confirmó Héctor, su mirada fija en la silueta que parecía crecer a medida que se acercaban.

Maddie se inclinó hacia adelante, tratando de ver mejor, pero su instinto le dijo que aquello no era normal.

—Lamine, no te detengas —dijo en voz baja, el miedo apoderándose de ella.

Lamine asintió y presionó el acelerador. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de pasar junto a la figura, esta se movió. Un destello, un rápido movimiento, y el coche se sacudió violentamente hacia un lado. Lamine luchó por mantener el control, pero el coche derrapó, saliéndose de la carretera y chocando contra un árbol.

Todo ocurrió en cuestión de segundos. El sonido del metal doblándose, los gritos de los chicos y el choque sordo contra el árbol. Lamine, aturdido, levantó la cabeza y miró a su alrededor. Maddie estaba bien, aunque respiraba rápidamente. Aurora y Keyne también parecían ilesos, pero asustados.

—¿Todos están bien? —preguntó Lamine, su voz ronca mientras intentaba calmarse.

—Sí —respondió Maddie, sacudiéndose el polvo—. ¿Qué fue eso?

Verte así - Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora