Capítulo 5: La Primera Grieta

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Después del encuentro en el parque, Noah y Lara se distanciaron por unos días. Lara entendía que Noah necesitaba tiempo para procesar todo, y ella también lo necesitaba. Los eventos recientes la habían dejado con más preguntas que respuestas, y no podía ignorar la sensación de que Noah estaba atrapado en un mundo del que no sabía cómo salir. Sin embargo, alejarse no era fácil. Lara se encontraba constantemente pensando en él, en sus palabras, en su mirada llena de miedo y de secretos.

Una tarde, Lara decidió que era hora de enfrentar la situación. Fue a buscar a Noah después de clases, decidida a no dejar que el silencio creara más distancia entre ellos. Lo encontró en la biblioteca, con la cabeza apoyada en sus manos, aparentemente perdido en sus pensamientos. Al verla, Noah le dedicó una sonrisa cansada, pero genuina.

—Lara, no pensé que vendrías —dijo, apartando los libros que tenía frente a él.

—Noah, no quiero que esto se convierta en algo de lo que ambos huimos —respondió ella, tomando asiento a su lado—. Sabes que quiero ayudarte, pero necesito que confíes en mí.

Noah se quedó en silencio, y Lara pudo ver la lucha interna en sus ojos. Quería dejarla entrar, pero sus miedos seguían siendo una barrera infranqueable. Noah suspiró, finalmente dejando salir parte de lo que había estado conteniendo.

—No es que no confíe en ti, Lara. Es que tengo miedo de arrastrarte a algo que no puedes controlar —admitió—. No quiero que termines sufriendo por mi culpa.

Lara asintió, entendiendo su preocupación, pero no iba a dar marcha atrás.

—Noah, cada vez que me alejas, me haces sentir que no confías en que soy lo suficientemente fuerte para manejar esto —dijo con firmeza—. No soy una niña que necesita protección constante. Soy tu amiga, y estoy aquí para lo bueno y para lo malo.

Noah la miró, sorprendido por la determinación en su voz. Había subestimado la fuerza de Lara, y en ese momento, algo en él comenzó a ceder. Estaba cansado de llevar la carga solo, pero no sabía cómo dejar que alguien más compartiera su peso.

—Está bien, Lara. Lo siento si te he hecho sentir así —respondió, con una honestidad que no había mostrado antes—. Solo… necesito tiempo para resolverlo. No quiero hacerte daño.

Lara sonrió levemente y, aunque sabía que no era la respuesta definitiva que buscaba, entendía que Noah estaba tratando. Lentamente, las cosas comenzaron a normalizarse. Noah y Lara retomaron su rutina, pero ahora había una diferencia: Noah estaba más presente, más abierto, y Lara sentía que finalmente estaban avanzando.

Una tarde, mientras caminaban juntos, Noah y Lara se encontraron con Leo, el chico de la cicatriz en la ceja. Leo estaba solo, sentado en una banca al otro lado de la calle, observándolos con una expresión inescrutable. Lara sintió un escalofrío, pero Noah le apretó la mano, dándole a entender que todo estaba bajo control.

Sin embargo, Leo no se quedó quieto. Se levantó y se acercó a ellos, sus pasos resonando en el pavimento. Noah tensó su postura, preparándose para lo peor, pero Leo solo sonrió con una mezcla de burla y desafío.

—Parece que no entiendes las advertencias, Velásquez —dijo Leo, mirando a Noah y luego a Lara—. Eres más tonto de lo que pensaba.

Noah lo observó, manteniendo la calma.

—No quiero problemas, Leo. Solo déjanos en paz —dijo Noah, pero Leo no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente.

—Los problemas ya los tienes, amigo. Solo quería recordarte que no tienes escapatoria —respondió Leo, su tono lleno de una amenaza implícita—. Y si sigues trayendo a tu novia a esto, terminarás arrepintiéndote.

Antes de que Noah pudiera responder, Leo se dio la vuelta y se alejó, dejándolos con una sensación de inquietud. Lara se quedó en silencio, pero Noah pudo notar la preocupación en su rostro.

—Lara, no le hagas caso. Solo está tratando de intimidarnos —aseguró Noah, intentando tranquilizarla.

Lara asintió, pero el miedo no se iba tan fácil. Sabía que Leo no solo hablaba por hablar; había algo más en juego, y Noah estaba en medio de todo. Ese encuentro dejó a Lara con una nueva determinación: debía encontrar la manera de ayudar a Noah, incluso si él no quería admitirlo.

Esa noche, Lara no pudo dormir. Se quedó mirando su teléfono, recordando la advertencia de Leo y la tensión en la voz de Noah. Decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Sabía que tenía que investigar más sobre el pasado de Noah y los chicos que lo rodeaban.

Lara comenzó a buscar en redes sociales y foros locales, tratando de encontrar alguna pista sobre Leo y su grupo. Tras horas de buscar, encontró una publicación en un foro anónimo donde se hablaba de peleas clandestinas y apuestas en la ciudad. Uno de los nombres mencionados era "Velásquez", seguido de comentarios sobre problemas y deudas pendientes.

Lara sintió un nudo en el estómago. Todo estaba conectado, y Noah estaba más involucrado de lo que ella pensaba. A la mañana siguiente, decidió enfrentarlo de nuevo, con la intención de hacerle entender que no estaba sola en esto.

Cuando se encontraron antes de clases, Lara le mostró lo que había descubierto. Noah, al ver la pantalla del teléfono, se puso pálido. Sus peores temores se confirmaban: Lara estaba adentrándose en un mundo del que él había tratado de protegerla.

—Lara, te lo dije… esto no es para ti —dijo Noah, visiblemente preocupado—. No quiero que te metas en esto.

Lara, sin embargo, no iba a retroceder.

—Noah, ya estoy dentro. No voy a dejarte solo. Ahora somos un equipo, y no hay vuelta atrás —dijo con determinación.

Noah, resignado, asintió lentamente. Sabía que no podía seguir huyendo, no cuando Lara estaba dispuesta a quedarse a su lado. Lo que no sabía era que, al dejarla entrar, las cosas iban a complicarse aún más. Las primeras grietas en la fachada comenzaban a aparecer, y pronto, el pasado de Noah se abriría camino con más fuerza que nunca.

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