Capítulo 4: Hierro e injurias

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En la inmensidad majestuosa de Blackheart, todos conocían las desventuras de su rey.

Aunque jamás fue prohibido hablar de ellas, todo el reino parecía renuente a comentarlo más de la cuenta.

Erenel Blackheart era un hombre que había derrocado a su padre y asumido el trono al cumplir los dieciocho años, una gran hazaña que unos elogiaron y otros criticaron, aunque todos estuvieron de acuerdo luego en que su reinado empezaba a ser mucho más justo y sensato que el manejado por su padre durante tantos años.

Un año después de ascender al trono y en medio de aquel gran cambio, Erenel se había casado con la hija de un duque, una mujer a la que había estado cortejando desde tiempo atrás. En ese tiempo tan corto parecía que el reino se levantaba y prosperaba. Las políticas mejoraban para todos y los lazos con otras naciones se estrechaban.

Para cuando el sol se ponía cada día, todo Blackheart parecía tener un soberado que velaba por plebeyos y nobles por igual.

Fue en aquella época en la que intervino Lars, un reino que, aunque empezaba a surgir, tenía el potencial como para rivalizar con Blackheart en un futuro, pero el rey Erenel lo ignoró. Había escogido mantener la paz, y los tratados y visitas de Lars empezaron a llevarse sin inconvenientes.

Pero la desgracia siempre cae en alguna parte de la historia, y las sombras que los empezarían a asechar llegaron cuando ese año tan próspero empezaba a acabar y, durante ese invierno, se dio a conocer la noticia de que Ireno Lars había marchado de Blackheart con Evelie, la esposa adorada de Erenel.

Erenel no pudo actuar, pues Lars amenazaba con tocar a la reina al más mínimo movimiento de la armada y el pueblo de Blackheart terminó tachando a su propio rey como incompetente. El rey se volvió mezquino y arrogante, el aumento de los impuestos no parecía acabar para nadie, las casas nobles más débiles caían, aquellos que eran pobres se hicieron más podres, el orgullo de reyes menores fue ultrajado y Erenel les arrebató las tierras. Fue así como consiguió hacer crecer su propia corona.

Después de cuatro años, Blackheart superaba con creces el poder de Lars y, cuando menos su pueblo lo esperaba, pensando que el rey se había rendido ante la pérdida de su esposa, Erenel atacó a Ireno. Después de días de sombras que cubrían los horrores de la guerra, Erenel y sus tropas volvieron a su reino con la corona de Lars. Había derrotado a Ireno.

Sin embargo, el rey regresó sin nadie a su lado esa vez y las puertas del palacio fueron cerradas indefinidamente. Una noticia aborrecible opacó su gran victoria.

Erenel de Blackheart había asesinado también a su esposa.

Esos eran, al menos, los rumores que Arabella había escuchado en las calles, aunque eso ultimo había pasado apenas unos meses atrás, por lo que eran aguas que aún estaban tibias. Pero si algo sabía bien, es que, si el rey había abierto las puertas del palacio sólo para traerla, algo tenía que querer.

Sacudió la cabeza, espantando esos pensamientos. No quería tener que pensar en ese hombre. Fuese lo que fuese, era quizá un capricho común de la gente como él. Ella respondería en cuanto le tocara hablar y ya estaba, pero mientras tanto, el asunto no parecía tan grave.

De hecho, el ritmo en el palacio parecía ser el mismo que en la casa del duque. Por esa misma razón, su tercer día en el palacio no parecía tan distinto a sus otros dieciocho años de vida.

Estiró ligeramente los dedos de sus manos cansadas y arrugadas por el agua antes de volver a tomar la ropa y fregarla contra el lavadero. Una vez lista, la sacó, la colocó en una cesta y se dio la vuelta para tomar otra. Frunció el ceño cuando vio que no había más, aunque no tardó en fijarse en una más pequeña arrimada en la esquina. Se secó las manos en el delantal y fue a cogerla.

Erenel: Bajo el mandato del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora