IV

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❝ Te has llevado mi corazón, mi orgullo, mi pasta,
mi paz, mi vida. ❞

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Se deshizo de su pistola tirandola en el escritorio.

HyunJin escuchó el chirrido de la puerta al abrirse, pero no apartó la vista del fajo de billetes que estaba contando, sus nudillos magullados y un hilo de sangre recorriendo su labio, pues le habían golpeado fuerte hace un par de días. Cuatro meses habían pasado desde que Jeongin comenzó a aparecer en su vida como una plaga persistente, y el chico seguía entrando a su espacio como si le perteneciera, colaba su lindo trasero, se acababa todo lo que tenia HyunJin en el bolsillo, luego con la misma boca pedía que lo llevase a casa a escondidas de su madre, una señora que no había pensado que se verían tan seguido. Esa actitud de cachorro abandonado le daba risa, aunque también lo irritaba. No había forma de que Jeongin encajara en su mundo, pero el crío seguía intentándolo.

Jeongin llegó directo del instituto, con la mochila colgando de un hombro y la cara de alguien que ya había tenido suficiente por el día, aunque el traficante no entendía mucho, porque era un maldito vago sin buenas calificaciones. Sin decir una palabra, se dejó caer en el sofá de cuero con un suspiro exasperado. La discoteca estaba vacía, lo cual era normal al mediodía, pero HyunJin había dado órdenes claras de que lo dejaran pasar sin problemas. Todos sabían quién era Jeongin, aunque su rostro no fuera particularmente memorable. Y aunque HyunJin se aseguraba de que el chico pudiera llegar a su oficina sin interrupciones, no significaba que lo estuviera esperando con los brazos abiertos.

—Quiero drogas —murmuró Jeongin desde el sofá, cómo si estuviera pidiendo una soda en una cafetería.

HyunJin ni se inmutó, ni una mueca, ni un vistaz. Siguió contando los billetes, saboreando el tacto del dinero entre sus dedos, ese olor que solo podía conseguir con su gran esfuerzo amenazando y distribuyendo. Eran dólares, no wones, lo cual siempre lo ponía de buen humor, más ahora que tenía tanto trabajo. Jeongin podía esperar; el crío tenía esa habilidad natural para arrastrarse de vuelta aunque lo patearan mil veces, así le dijera que lo odiaba o que iba a ir por su hermano mayor, Jeongin jamás se lo tomaba enserio. Había estado lidiando con cosas más grandes que ese niñato, y su presencia era lo último que necesitaba en ese momento.

Con un gesto molesto, HyunJin lanzó un billete hacia la cara de Jeongin antes de levantarse del escritorio. Se acercó al sofá con Un lentitud digna de un hombre que no había dormido bien los últimos días, observando cómo el chico apenas reaccionaba al golpe. A veces, se sentía más como un niñero que como el traficante que era, que cómo el adulto independiente y peligroso qué suponía que era. Había defendido a Jeongin de una pelea en la escuela hace poco, algo que jamás haría por otro cliente. Pero ahí estaba, jugando al papá del año con un crío que no sabía cuándo cerrar la boca, y que eso, era una idea retorcida si tenía en cuenta que se enrollaban.

Dealer | HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora